—Sí, Santi, te estoy hablando de mi intimidad. Creo que conoces la historia de la flor y la abeja así que… —Hey, hey, hey —me aterrorizo cuando sé a dónde va la conversación—. ¿Me estás diciendo que… tú… y Paul…? ¡JODER, LUCIANA, PERO MIRA LA EDAD QUE TIENES! ¿CÓMO ES POSIBLE QUE…? —¡Prometiste que no serías como papá! —me reclama de pronto—. ¡Ni como Sugey! ¡Prometiste que no me juzgarías! —¿Eh? Sí, Lucy, pero es que, joder, esto es muy fuerte. ¡Tienes dieciséis y…! —Está bien, ya no te contaré nada. Estoy frío. Más bien encabronado. ¿Cómo que mi hermana ya no es virgen? ¡Si Paul le ha robado su castigad, juro por Dios que le arranco los huevos! De momento, tengo que comportarme, o Lucy ya no me dirá nada. Esto es más complicado de lo que creía. Encima, me siento un poco incómodo.