El idiota llegó

2263 Words
Analu Diecinueve días después... A dos días de la tan temida llegada del jefe, decido aclarar algunas dudas con Vera, que ya es una amiga íntima aquí, de hecho ella y el señor Otávio son personas increíbles. Doña Morgana salió a comprar los regalos del jefe, y a pesar de su manera rígida moldeada para complacer al señor gruñón, ella ya ha cambiado mucho su actitud hacia mí, e incluso parece gustarle mi trabajo. Ahora estamos los tres en la cocina tomando un zumo y como una curiosa aprovecho para comenzar mi interrogatorio. —¿Cuál es el nombre de nuestro jefe? —créanme, pero solo escucho a la gente llamarlo señor Fizterra. —Santiago, pero una advertencia, no lo llames por su nombre, no le gusta. De hecho, sólo dirígete a él lo necesario. Es una persona callada, fría, arrogante y bastante ignorante, así que si quieres mantener el trabajo, sé discreta —dice doña Vera. —¡Oigan! Hablando así parece que es un monstruo —digo. —No, no es un monstruo, pero se acerca —termina de hablar Vera. —¿No está casado? —No, en realidad si tiene esposa no lo sabemos, ya que nunca ha traído una a su casa ni habla de su vida personal. —Entiendo, un viejo gruñón, arrogante y estúpido —digo encogiéndome de hombros. Doña Vera sonríe y dice: —Te sorprenderás, pero por favor, no te apresures, sé siempre discreta, servicial y educada, así no tendrás problemas con el señor Fizterra. —¡Bien! ¡Bien! Ya entendí el mensaje: “Mantente lejos del señor estúpido si quieres mantener tu sueldo” —digo cambiando de voz y todos sonríen —No te preocupes, Verita, lo haré. Después de estas declaraciones, me siento un poco ansiosa por conocer a esta persona. Como mínimo debe ser alguien amargado, porque por la casa se ve que es alguien con mucho dinero, pero por la decoración ya veo que es un viejo sin personalidad y sin buen gusto, ya que todo aquí es sin vida y sin ningún encanto. Pero eso no es asunto mío, continuaré haciendo mi trabajo de la mejor manera posible y de esa forma aseguro mi sueldo al final del mes. El jefe en su rincón y yo en el mío, como una empleada doméstica, y así todo estará bien. El día anterior a su llegada, Morgana avisó que tuvo problemas y que por lo tanto vendrá hasta el próximo mes. ¡Esto es genial! Así gano más experiencia. Los días fueron pasando y hasta logré conquistar a la señora Morgana, ella es más firme, más estricta, pero logré ablandar su corazón. Mi uniforme llegó, los pantalones son como los provisionales, pero la blusa es una batita blanca con detalles en rosa, bastante tierna, y ahora está en la talla correcta. [...] Un mes ha pasado, y ya aprendí a hacer algunos platos franceses. Aprendí a seleccionar vinos que combinan con cada plato. Confieso que cuando estoy en casa, investigo sobre estas combinaciones y de esa forma avanzo cada vez más en mi trabajo. Hoy Morgana entrevistó a una mujer para la asistencia general, según ella no será necesario que la chica venga todos los días, solo tres veces a la semana. Hoy en la cocina el plato es pasta con salsa pesto, mientras cocinamos pongo la lista de reproducción de mi celular, soy ecléctica, me gusta un poco de todo, pero en este momento suena “Sorry” de Justin Bieber. Tengo un trozo de pasta en la boca haciendo una mueca mientras bailo, Vera corta la cebolla y hasta mueve un poco el trasero. Estoy extasiada con la música, cojo el cucharón de madera y me emociono cuando él canta el estribillo de “Sorry”, me siento como una cantante. —¡Sorry…! —canto bien estirado y alto al ritmo de la música. Todo estaba perfecto hasta que escucho una voz resonar en la cocina. Era una voz grave, firme y fría, yo que estaba de espaldas sin ver de quién se trataba, sentí mi cuerpo erizarse. Es una voz masculina, pero una voz que da miedo a cualquier mortal. —¿Qué está pasando aquí? ¿Desde cuándo mi cocina es un desorden? Discretamente pongo el cucharón de madera en la encimera que hasta entonces era mi micrófono. «¡Ay, Dios mío! El vejete llegó sin avisar», pienso girando mi cuerpo lentamente. Pero cuando mis ojos se encuentran con los suyos, pierdo hasta el aire. Además de su mirada penetrante que irradia ira, tiene una belleza descomunal, además debe tener como máximo treinta y nueve años. Juro que lo imaginé como un viejo barrigón de sesenta años, pero estoy con la boca abierta sin saber qué decir. «¡Guau! ¡Qué hombre más guapo es este!» Siento mi frente sudar, mi cuerpo estremecerse por completo, mis pupilas dilatarse y mi corazón parece querer saltar por mi boca. Estoy perpleja ante este Dios griego frente mis ojos. «Es el hombre más guapo que he visto en mi vida». Él me mira frunciendo el ceño, claramente no le gustó lo que vio aquí. Y la música vuelve a resonar en mi mente, “Sorry” es lo que quiero decir, una leve sonrisa brota en mis labios, pero desaparece rápidamente cuando me doy cuenta de que sigue mirándome seriamente. —Señor Fizterra, volvió sin avisar —dice Morgana aparentemente nerviosa. —A veces es necesario, así puedo ver lo que realmente sucede en mi casa cuando no estoy —dice mientras sigue mirándome. —Esta es Ana Lucía, la nueva ayudante de Vera —ella habla notando su mirada hacia mí. —¡Esta chica es una niña! —Él resopla y despierto a la realidad. —Espera un momento, no soy una niña, solo porque tengo la edad para ser tu hija no significa que sea una niñita. Respétame, señor estúp... —hablo irritada y trago la última palabra, pero al parecer no faltará oportunidad para decir lo que él realmente es. ¡Maldición! Odio que me traten como una niña. Todos me miran asustados, incluido él, que aparta la mirada de mí por primera vez desde que llegó y le dice a Morgana. —Morgana, ven a mi oficina ahora. Antes de salir, Morgana me mira con mala cara. —¡Dios mío! ¿Será que hablé demasiado? —Chica, apaga ese celular y sigue preparando el almuerzo. ¡Y hazlo bien! Porque después de lo ocurrido, su humor debe haber empeorado —Verinha habla y trago saliva. Mi mente solo puede vislumbrar sus ojos negros mirándome. ¡Estoy en estado de shock! Imaginaba a un viejo y lo que aparece es un hombre guapo. ¡Y vaya hombre! Es normal sentirme un poco descolocada, pero necesito recuperar el juicio y enfocarme en lo que es realmente importante; ¡el almuerzo de hoy! —Analu, ¡contrólate, chica! Casi te despiden —susurra Morgana en la cocina. —¡Ah, por favor! ¿Solo por la música? —digo tomando un vino. —Fue más por tu respuesta enérgica que por la música —Morgana habla bajo, temiendo que el señor idiota aparezca como un fantasma. ¿Acaso este loco ha puesto micrófonos por toda la casa? ¡Quién sabe! Esos millonarios egocéntricos hacen esas cosas. Piensan que todos a su alrededor son estúpidos como ellos. «Ay, Analu, cálmate o perderás tu empleo en un abrir y cerrar de ojos», me reprimo mentalmente. —Perdón por el bochorno. Prometo controlarme. —Espero que así sea, chica. Te facilité este empleo porque me agradaste, trabajas relativamente poco y ganas el triple de lo que cualquier otro lugar te pagaría solo por cocinar. Así que hazlo bien si quieres ser psicóloga algún día. Riega bien esta planta aquí para más tarde cosechar sus buenos frutos —Morgana me aconseja y, a pesar de no gustarme cuando logran callarme, concuerdo y sé que es para mi bien. —¡Sí! Tienes razón. Disculpas otra vez. ¡Listo! Este idiota me ha dejado sin palabras. Era un globo de helio y ahora me siento como un maracuyá sin vida. Sirvo el almuerzo en silencio, fuera de mi postura normal, y siento sus ojos quemándome. Pongo el tazón con la pasta, el frasco con la salsa pesto, el vino ya está en la mesa junto al plato y los cubiertos. Salgo del comedor, pero su voz firme y ruda me detiene. —¡Sírveme! —habla firme. —Puedo hacerlo, señor —dice Morgana. —Cuando necesite de tus servicios, lo sabrás, Morgana. No te pedí nada y creo que fui claro —habla de manera un poco ruda. —¡De acuerdo! Perdóneme, señor Fizterra —Morgana baja la mirada y se aleja de la mesa, actuando como si él fuera un rey y ella una simple sirvienta. «¡Me enfada mucho esto! Ella siempre es obediente y este hombre, en pocas horas que está aquí, actúa como un gran idiota. ¡Ay, qué rabia!», pienso apretando los dientes. Frunzo el ceño al ver este comportamiento, su ignorancia y el excesivo respeto que ella le tiene me indignan profundamente. Eso no funciona conmigo, además, si él me habla de esa forma, lanzo la pasta y la salsa directo a su estúpida cara. Regreso a la mesa y primero sirvo su copa de vino para que pruebe. Pongo solo un poco, suficiente para degustar, me alejo y espero a que diga algo. Él sorbe, pasa el líquido de un lado a otro en su boca. Sus ojos están cerrados y su rostro transmite total apreciación. Respiro aliviada y, mientras él sigue con los ojos cerrados, observo su hermoso rostro. Este hombre emana belleza por todos sus poros. —¿Dónde viste que este vino y la pasta combinan? —pregunta seriamente. —Investigué en Internet —digo firmemente. —Bueno, Internet no siempre es fiel con la información que proporciona —habla bruscamente. —¿Está queriendo decir que el vino no combina? ¿Es eso? —pregunto sin mostrar ninguna reacción. —Combina, pero no me agrada, así que la próxima vez busca más opciones, así cuando no me agrade uno, puedas ofrecerme una segunda opción. ¿Entendido? —la forma en que habla hace hervir mi sangre, sí, soy su empleada, pero no una esclava. —Mira, déjame informarte algo sobre... —hablo con el dedo señalándolo. Él mira mi dedo y luego me mira, con una expresión que dice: “Me encantan los desafíos, prueba suerte”, pero luego recordé que, si me despiden hoy, mañana él tendrá a alguien más. Pero yo, mañana no tendré otro empleo. Así que trago mis palabras, pongo una sonrisa forzada en mi rostro. —¡Bien! Tienes razón, tomaré tu consejo. ¿Puedo servirte ahora la comida? —digo con un poco de sarcasmo. —Bueno, en caso de que Morgana haya fallado en algunas de mis exigencias, te lo aclararé. El término “tú” solo se aplica a mí cuando la persona que me lo dirige tiene total libertad e intimidad conmigo, lo cual no es tu caso, por lo tanto, llámame Señor Fizterra. Si no te gusta o no estás satisfecha, igual que como entraste, puedes salir. ¡Ahora sírveme! —dice de forma arrogante. Pero esta vez, no, no pude quedarme callada, mientras le sirvo el plato, le contesto. —Mira, Señor Fizterra —enfatizo la última letra—. Estoy de acuerdo en que te debo respeto porque eres mi jefe, pero no pienses que me someteré de forma ofensiva y sumisa, como Morgana y todos los demás en esta mansión, lo hacen ante ti. Estoy aquí para servirte y sí, conozco tus exigencias, y las cumpliré, pero no pienses que bajaré la cabeza ante ti cada vez que seas arrogante conmigo, porque no lo haré. De la misma manera que entré, definitivamente puedo salir. O llegamos a un acuerdo beneficioso para ambos, o espero tu autorización para que la señora Morgana me despida —termino de hablar y lo observo fijamente. Él me mira con esa mirada fría, gélida. —Puedes retirarte, te llamaré si necesito algo —habla sin sentimientos. Salgo de allí con el corazón latiendo en la boca y las manos sudando. Bebo un vaso de agua fría mientras Verinha, que escuchó todo a través de la pared, susurra: —Chica, estás loca, ¿cómo te enfrentaste así al hombre? —¡Simple! Él es mi jefe, no mi dueño, así que no tengo que bajar la cabeza siempre. Ella me mira y vuelve a comer... Después de eso, confieso que perdí completamente el apetito. Cojo un vaso de jugo de guanábana y voy al jardín que está detrás del patio trasero. Me quedo parada mirando el cielo estrellado y empiezo a pensar. En realidad, a soñar con mi vida futura. Sé que no será fácil, mi problema acaba de presentarse hoy ante mí, y cuando digo problema, no solo me refiero a su arrogancia, frialdad e indiferencia, sino también a su belleza mística. Digo mística porque es guapo, pero esconde un misterio tan grande en su mirada, que no sé por qué puedo ver y sentir. Por lo visto, nada será tan fácil y una vez más vuelvo a ser la Cenicienta, que para conseguir algo en la vida necesita luchar y huir de sus perseguidores. Pero ¿cómo lo haré si mi peor pesadilla es mi propio jefe? Continuará...
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