Analu A las cinco de la mañana en punto, el implacable e insoportable despertador me despierta de mi sueño erótico. Pero hoy no me despierto de mal humor, al contrario, me levanto con toda la animación que hay dentro de mí. Me ducho cantando, me pongo unas mallas, una camiseta blanca, mis zapatillas, me hago una cola de caballo y bajo a tomar el desayuno. —¡Buenos días abuelita hermosa! Su bendición —digo mientras le doy un beso en su mejilla arrugada. —¡Buenos días Aninha! ¡Dios te bendiga, hija mía! —dice mientras cuela el café. —Abuela, no necesitas despertarte todos los días a esta hora solo para hacerme el café. Ella se ríe a carcajadas. —Hija mía, tu abuelita duerme y se despierta con las gallinas, independientemente de si vas a trabajar o no. Esta es mi rutina. —Mira, mira...