Las sábanas de satén tan brillantes e intensas como las alas de un cuervo, serían testigos de lo que sucedería dentro de esas cuatro paredes. La cama del alfa era amplia para que él pudiera estar cómodo aún siendo tan grande, de modo que para Amanda era un mundo nuevo, quedando como una pequeña niña entre las dimensiones ya descritas. Cuando el cuerpo de la omega tocó el suave colchón, pudo sentir el gesto amable del más alto al tratarle, algo que no había sucedido antes, y creía que dentro de él no existía algo parecido hasta ese momento. Sus miradas se encontraron en un desastre de deseo, desafiándose el uno al otro con ellas por un momento, entonces Amanda cedió primero, dejando su cuello al descubierto, echando su cabeza hacia la izquierda, de manera que quedaba abierta y desprotegi