Eliza Volver al trabajo después de ese fin de semana fue extraño, por decir lo menos. Había algo irreal en regresar a mi rutina después de todo lo que había pasado con Jonathan. Había pasado los últimos dos días con él en mi apartamento, en una burbuja que ninguno de los dos quería romper. Tanto, que terminó mandando a traer varias mudas de ropa. Según sus palabras, no pensaba dejarme sola ni un minuto. No fue un fin de semana lleno de pasión desbordada, aunque por momentos las miradas que nos dedicábamos parecían arder, predominando los besos y caricias. Pero, no, la mayor parte del tiempo la pasamos hablando, reconstruyendo cinco años de silencios y vacíos. Contándonos las cosas que habíamos vivido en nuestra ausencia, las heridas que habíamos intentado ignorar y los sueños que se