Capítulo 5. El combate.

2037 Words
Eroth pronto llego a la prisión de la cueva y ahí, dentro de una prisión de agua flotaba el cuerpo de Caelia, intentando de algún modo sobrevivir. Sin importarle nada, tomó con ambas manos el hierro qué la encerraba, hierro forjado en las minas de Gafar, el lugar donde se había extraído el mineral para encerrar y matar a los eternos. Sus manos coemzaron a sacar chispas y humo al contacto con aquel hierro, pero valía para él más la vida de Caelia qué su propio bienestar, así que arranco la puerta y tomo a Caelia, rompió las cadenas qué la ataban y saco su cuerpo a la superficie. —¿Te encuentras bien?—cuestiono tratando de mantener la calma, ya qué al fin y al cabo seguía viva y aparentemente no había sido torturada físicamente, podía decirse qué ella estaba bien, pero alguien pagaría muy caro aquella osadía. —S-si—respondió Caelia con voz temblorosa debido al frio de aquella cueva—estuve a punto de ahogarme un par de veces, pero soy un cachorro fuerte, maestro, pero mi vino de melocoton de rompió, era por mi cumpleaños. Eroth sonrió al escucharla, si tenia la fuerza suficiente para quejarse sobre lo que le había pasado a su vino, eso quería decir que estaba bien. La levanto entre sus brazos y se la llevo de aquella prisión apra salir de aquella cueva. La dama blanca y sus discípulos lo esperaban en el vestíbulo y al ver que llevaba en brazos a ese hombre de cual se rumorea a que estaba enamorado, Delia intento persuadirlo. —Eroth, por favor escuchame—suplico ella tratando de acercarse, pero sus discípulos se lo impidieron. —No quiero escucharte—tuvo la misericordia de responderle mientras él avanzaba hacia la salida. —Lo hice para evitar que sigan hablando mal de ti y sobre ese discípulo. ¿Has escuchado lo que dicen de ti en la ciudad real? —Nunca me ha importado lo que piensen o digan abiertamente sobre mi—respondió Eroth caminando hacia la salida, pero Odelia lo detuvo desesperada. —¡Lo hice por ti!—le grito—eres el primogénito del antiguo rey, tu deberías gobernar. —Renuncie a ese derecho hace mucho tiempo, así que no es necesario que te preocupes por mi. Te veré en la cumbre del tormento, ahí ajustare cuentas contigo—expresó apartandose llevándose consigo a Caelia. Luego de regresar a su palacio, ordenó qué le prepararán a Caelia su habitación y se quedo con ella mientras sufría una intensa fiebre luego de estar tanto tiempo debajo del agua del rio. Caelia estuvo delirando un poco, decía palabras sin sentido mientras Eroth la tomaba de la mano, entonces ordenó a sus discípulos qué sé fueran mientras él cuidaba de Adonis, solo así pudo ayudarle un poco a Caelia porque la magia qué cubría su naturaleza femenina consumía su fuerza para poder seguir existiendo, así que debilitó esa magia para que Caelia pudiera verse como la hermosa joven qué era. Eroth la miro con ternura y se lamento mucho no poder protegerla y evitar que Odelia se la llevara y mientras él meditaba esas cosas Caelia hablo entre sueños. —Nunca me apartare de mi maestro...—expreso como si hubiera sido una oración qué ella misma se hubiera estado repitiendo en la prisión de agua. Cuando Caelia se sintío mejor y la fiebre descendió, Eroth restauro su hechizo y salió para dejarla descansar; sin embargo en el camino hacia su propia habitación, descubrió qué tenía un invitado, el hijo del rey, es decir su sobrino. El joven tenia ciertos rasgos qué compartía con su tío, el cabello, el color de los ojos, pero en todo lo demás eran bastante diferentes. —Señor de las montañas—expresó con el mismo respeto qué todo el mundo le tenía. —¿Qué haces aquí?—cuestiono aunque no muy sorprendido ya qué en el mundo de los eternos siempre había oídos escuchándolo todo y por supuesto, ojos viéndolo todo, así que era probable que su hermano supiera lo que había hecho. —En el palacio escuche una extraña historia y... —¿Tu padre te envío averiguar si era verdad?—dedujo Eroth un tanto molesto. Si había renunciado al trono había sido para apartarse de los problemas del palacio, así como de sus ordenes y prejuicios. —No, en realidad vine porque él mismo me asigno a deliberar la pelea qué tendrás contra la dama blanca. ¿De verdad vale la pena pelear con ella? —Mis montañas son un lugar sagrado para muchos, así que no puedo permitir qué cualquiera entre y se lleve a mi gente sin enfrentar las consecuencias. —¿Aun si ella pertenece a la clan oscuro? —¿Crees que esto podría terminar en una guerra contra el clan oscuro?—cuestiono Eroth un tanto decepcionado de la opinión qué tenía su sobrino de él. —Lo único que sé es que además del clan de los lobos rojos, el clan oscuro es una manada bastante voluble—trato de justificar su desconfianza en los acontecimientos del pasado, si qué Eroth se vio obligado a tranquilizarlo. —Si la deje vivir a pesar de que intento aprovecharse de mi luego de drogarme ¿Crees que el secuestro de uno de mis discípulos nos pondrá en guerra? ¿Eso crees? —Lo que yo crea en realidad no vale la pena mencionar, mi señor—expreso su sobrino con cierta ligereza para demostrarle qué a pesar de sus dudas, realmente confiaba en su palabra y él nunca le fallaba. —Por favor no me digas señor—suplico Eroth— en todo caso, yo tendría que decirte su alteza. Su sobrino sonrió al ver que su tío a pesar de su reputación seguía teniendo un buen humor con sus más allegados. —Asegúrate qué sea fuertemente castigada un vez que termine esto, no quiero volver a verla—dijo dándose media vuelta para alejarse del único príncipe, hijo de su hermano. Tres días después, tiempo en que Caelia había permanecido inconsciente. Eroth finalmente se presento en la cumbre donde se suponía se enfrentaría a Odelia, ambos mostraban su apariencia salvaje y mientras ella tenía una imagen decadente y endeble, Eroth seguía siendo el mismo lobo aterrador qué había sido en la guerra antigua. Aquella pelea fue observada por el príncipe real como testigo de aquella pelea y también por la gente de ambos señores. Hacia mucho tiempo que no sería cosa como esa, era claro quien ganaría, pero aun así, los más jóvenes, los qué no habían participado en la guerra ni nacido en los años posteriores de su termino, se maravilla ron al ver la forma salvaje del señor de los montañas. Era un lobo majestuoso, una figura aterradora digna de un gobernante y el lobo de Odelia parecía un perro callejero como los que había en el mundo humano, flaco y desnutrido, un lamentable lobo qué claramente nunca le ganaría al guerrero invencible. Odelia peleó con todas sus fuerzas, esquivando más que nada las enormes garras de Erorh qué tenían la capacidad de cortar gargantas con la brisa de sus patas o al menos así lo recordaba. Era obvio que el guerrero invencible estaba siendo muy compasivo con ella, pero en cierto momento, Eroth la golpeó gravemente dejando a Odelia tirada sobre el suelo. Cuando vieron que no tenia la fuerza para levantarse por su propio pie. Los discípulos de Eroth se acercaron con una bata para colocarsela sobre el lomo y así él pudiera volver a su forma humana, misma qué lobos antiguos habían odiado y prohibido al comenzar la guerra. Las damas de Odelia corrieron en su auxilio, pero ella intento levantarse nuevamente ocasionando qué todo el mundo se alterará, todo el mundo excepto Eroth, quien sabia que con un movimiento de su mano sería suficiente para devolverla al suelo. —Yo te amaba—le confesó, pero Eroth no parecía no sorprendido ni conmovido—creí que sentías lo mismo que yo, por eso hice lo que hice la primera vez, no creí que... —Perdoname si algo de lo que hice te confundió como para que pensaras qué yo compartía los mismos sentimientos qué tú, pero no es así—expresó Eroth con una profunda mirada de reproche. Odelia se quedo en medio de sus damas, sobre el suelo, con el corazón roto al igual que un par de costillas. Sus discípulos qué bien lo conocían, comenzaron a murmurar entre si ya qué, muchas mujeres del reino consideraban a su maestro como el más atractivo de todos; sin embargo, él no parecía tener ojos para nadie o al menos antes de la llegada de Adonis. Incluso ellos habían escuchado los rumores qué sé decían sobre su maestro, que estaba enamorado de un hombre, cosa que solo sucedía entre la r**a humana, puesto que para los eternos, los vínculos afectivos eran importantes porque de ellos surgía la reproducción y de esa forma, se aseguraba la perpetuidad de su especie y que el mismo señor de las montañas le negara un primogénito al mundo debía considerarse un delito, al menos para algunos. Mientras tanto, Caelia aun seguía en su habitación insconciente o al menos hasta ese momento en que una pesadilla la despertó. Solo entonces se dio cuenta en donde estaba y que aquella pesadilla donde seguía sufriendo en aquella prisión de agua, había sido solo un sueño. —Adonis, finalmente despiertas—expresó Urias, quien había quedado a cargo del palacio mientras su maestro estaba ausente, peleando para defender el honor de Caelia. —¿Q-qué pasó?—cuestiono Caelia un poco confundida y desconcertada porque no recordaba como es que había salido de la prisión. —El maestro de trajo de regreso—le informo mientras se sentaba a su lado para dejar una bandeja de comida sobre la mesa—estuviste inconsciente algunos días, hablabas entre sueños y el maestro trato de consolarte. Caelia se quedo boquiabierta luego de escuchar las molestias qué había causado, aunque en realidad no había sido su culpa, sino causa de aquella odiosa mujer. —Por cierto. ¿Qué pasó con la mujer del rio?—cuestiono Caelia algo ansiosa, sabiendo quien era su maestro y lo personal qué había tomado el asunto, sabia que no dejaría pasar aquel asunto solo porque si. —En estos momentos seguramente esta peleando con ella. El maestro concreto una pelea para retribuir lo que te hizo—le explico seguro de que su maestro la haría pagar. —Entonces debería ir a apoyarlo—resolvió Caelia mientras se levantaba de la orilla de la cama, pero en ese momento Urias la detuvo. —Ni te molestes en ir, a estas alturas el maestro ya esta de regreso, así que será mejor que lo esperes—le sugirió y entonces Caelia se detuvo, se dio media vuelta y volvió a su asiento algo decepcionada, solo que en ese momento otro joven discípulo entro a su habitación. —¡Adonis, despertaste!—expresó alegre de verlo sano y salvo. —¿Qué sucede Gabril—cuestiono Urias mostrandose autoritario como el líder qué era y que se había convertido gracias a su maestro. —Ah, pues llego una mujer, dice que conoce a Adonis y que quieres hablar con él—expresó algo dudoso de dejarla pasar, por ello, había decidido preguntarle a Urias si le permitía la entrada. —¿Preguntaste su nombre?—pregunto Urias desconfiado y después de lo que le había pasado a Adonis no iba a permitir qué una extraña así como así, lo viera hasta asegurarse de que no había ningún peligro. —Dijo que su nombre era Arcite y que la había enviado la heredera del clan de los lobos rojos, Caelia torre roja. Caelia se alarmó al escuchar lo que decía su compañero, ya qué aquella mentira porque ella era Caelia Torre Roja y claro que no había enviado a nadie ahí, mucho menos estando inconsciente, pero era una verdad que no podía declarar ahí porque sus compañeros la creerían una loca, así que se vio forzada a recibirla.
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