Capítulo 7. El señor oscuro.

2003 Words
—¿Y eso porque habría de interesarme?—cuestiono Arias extrañado de que Adonis supiera sobre una celebración en ese clan, ya qué él no pertenecía a ninguno, ni siquiera por nacimiento ya qué el era un lobo huérfano. —Porqué estará presente el señor de la luna roja—lo ánimo y entonces Arias dejo la pluma sobre la mesa para mirar a Adonis. —¿Y tu cómo sabes eso?—cuestiono Arias desconcertado. —Porqué el curandero me envió una carta diciendo que estaba invitado, pero que no quería ir solo en caso de que se embriagara, así que me invito—mintió ya qué había sido su hermano quien algunos meses atrás le había enviado aquella invitación para celebrar el nacimiento de su hija, una pequeña loba roja, quien en caso de declinar su ascensión como la líder de su clan, ese puesto le correspondería a esa pequeña como siguiente en la línea de sucesión. —El señor de la luna roja no ha estado en ninguna celebración de la ciudad real desde la guerra y no ha salido de su región desde hace mucho tiempo ¿Y tu me invitas de la nada? —Bueno, si no quieres ir se lo diré a alguien más—menciono Caelia esperando que cayera en el anzuelo y es que Arias había resultado ser un fiel admirador de su padre por lo que una invitación para conocerlo era técnicamente imposible de rechazar. —No, no puedo. Debo vigilarte, el maestro dijo que no podías salir o te meterías en problemas—admitió y aunque era una odiosa verdad Caelia se sintió un poco ofendida por esa mención, pero no le vio el caso reclarmarle a su compañero cuando trataba de convencerlo de salir,sus manos ya le dolían de tanto escribir. —Por esa razón estoy invitandote, si vas conmigo seguirás vigilandome y eso cuenta ¿No? Además tengo una ruta de viaje para poder ir y llegar temprano a casa antes de que alguien se de cuenta de que no estamos. —¿Y eso sería?—cuestiono Arias algo desconcertado, ya qué con la única vía fiable y segura para llegar a la región de clan de los lobos rojos, tardarían por lo menos un día en llegar no había forma de llegar antes. —Tu confía en mí—dijo Caelia segura de que su camino los llevaría sanos y salvos a su natal ciudad. Caelia y Arias salieron de las montañas del norte sin qué nadie más se diera cuenta y el Joven Arias lo siguió por la ruta corta hacia el valle de las cascadas, la región donde vivían y procedía el clan de los lobos rojos, pero lo que no sabia es que Caelia lo guiaria por la frontera de las cumbres oscuras, la última región y la cual estaba situada a un lado de la barrera. Aquella región pertenecía al señor oscuro, aquel clan qué sé creía entre muchas cosas, superior a la familia real y a cualquier otra manada qué sé interpusiera en su camino. Caelia ya había pasado muchas veces por ahi, pero en aquellas ocasiones lo había hecho sola y por supuesto, corriendo en su forma salvaje para evitar se vista por algún m*****o del clan oscuro, pero en esa ocasión, no tomo ni pensó en las medidas necesarias, así que simplemente ambos caminaron por el sitio como si el camino fuera parte de las montañas del norte. Ambos iban conversando sobre la ausencia de su maestro. Caelia sabia que había temporadas donde desaparecía, pero en realidad no sabia el motivo, ella era la única ya qué, sus demás discípulos sabían que cada lobo varón, sobretodo los más poderosos debían convertirse a su forma salvaje y cazar como forma de aliviar la ausencia de su luna, es decir, de su compañera de vida. Eroth lo había hecho por cientos de años y hasta ese momento no le había causado ningún problema ni tampoco ninguna molestia. Otros lobos, sobre todo lo más jóvenes, siempre estaban ansiosos por encontrar a su luna, más que nada para ya no ser consumido por su lado salvaje. Ambos iban conversando sobre cuando les tocaría a ellos el tener que salir a cazar, algo así como un situal para saber que ya no era lobos jóvenes, sino lobos con deseos de aparearse. Caelia escuchaba a su amigo hablar con muchas ganas de reirse pues que, ella nunca sería consumida por su lado salvaje, esa era la ventaja de ser una mujer, ellas habían aprendido a no dejarse llevar por su instinto desde muy pequeñas a diferencia de los lobos machos, pero la única desventaja era qué luego de un tiempo sin tener a un macho, algunas lobas se volvían salvajes y atacaban a los machos durante sus cacerias para llamar su atención y así dejarse montar en su forma salvaje únicamente para reproducirse como lo demandaba la naturaleza. Caelia no quería llegar a ese extremo como había escuchado que se sucedía a algunas lobas solteras, pero tampoco estaba lista para dejarse seducir por el llamado de la naturaleza y seguir a un lobo cualquiera, para ella no había nadie más que pudiera controlarla u ordenare qué su maestro. —¿Qué es eso?—cuestiono Arias exaltado luego de ver varios lobos negros correr en su dirección. Caelia se asusto al creer que habían sido descubiertos, pero en realidad esos lobos venían huyendo de algo o mejor dicho de alguien, solo que creyeron qué ellos qué iban caminando por ahí, en realidad eran miembros del clan oscuro y los estaban acorralando. —No puedo mostrar mi lado salvaje—expuso Arias preocupado colocandose en guardia dispuesto a luchar en contra de aquellos lobos a pesar de lo mal que eso podía salir. —Estamos en la frontera del clan oscuro, no podemos cambiar de forma aquí—le informo para su desgracia, pero antes de que esos lobos se atrevieran a pelear contra ellos, uno de los lobos aullo y los demás hicieron lo mismo, entonces comenzaron a atacarse entre ellos hasta matarse mientras Caelia y Arias observaban. En cuestión de minutos ninguno quedaba en pie, todos habían acordado quitarse la vida con ese aullido. —¿Qué fue lo que acaba de pasar?—pregunto Arias horrorizado, pero antes de que Caelia le diera su respuesta se escucho el sonar de vatios tambores y trompetas. Ambos buscaron el origen de aquel sonido y pronto divisaron un patrullaje, varios hombres en uniforme de batalla montados a caballo qué enseguida los rodearon y los amenazaron von lanzas de plata blanca. —¿Quienes son ustedes?—los cuestionaron mirándolo de arriba hacia abajo y es que ambos portaban trajes de fiesta, lujosos y hermosos—¿De donde vienen? ¿Qué hacen aqui? Caelia, se sintió responsable de lo que acababa de pasar, ya qué su padre muchas veces le había advertido qué pasar por ahí era peligroso, incluso para ella, así que enseguida tomo la palabra. —Solo íbamos de paso cuando estos lobos nos rodearon—intento explicar, aunque con obvio nerviosismo en su tono de voz y es que era la primera vez que se veía forzada a hablar con alguien del clan oscuro, pero por el bien de Arias, quiso explicar su presencia en ese sitio—nos dirigimos a la tierra de los lobos rojos, con nuestro maestro. Los soldados del clan oscuro los miraron con desconfianza, entonces Caelia se animo hablar de nuevo. —Mi señor es el curandero nosotros somos sus discípulos—expresó con una mano en el pecho mirando hacia su compañero Arias, quien aun estaba muy impresionado y más que nada asustado por el problema en el que se acababan de meter gracias a Adonis. —Así es...—dijo Arias siguiéndole la corriente, pero en ese momento apareció otro séquito de guardias, solo que en esta ocasión esos hombres lucían diferente, mucho más temibles e imponentes y enseguida Caelia supo porque. Aquellos hombres custodiaban al señor oscuro en persona. Caelia lo había visto una vez, en una reunión qué su maestro había tenido en la ciudad real, pero era imposible, es decir. ¿Qué hacia un Eterno tan importante en la frontera de su región? —¿Qué sucede?—cuestiono aquel ser tan importante con una mirada altiva y una sonrisa perversa—¿Quienes son ellos? —Intrusos, majestad—expresó uno de los soldados. Caelia y Arias compartieron una mirada desconcertada luego de oír aquel guardia, que se había referido a él como si se tratara del mismo rey. Caelia había escuchado que el señor oscuro era volubre y sobretodo orgulloso, nunca se sabia que esperar de él , pero hacerse pasar como el rey iba más allá de los límites de las reglas de su mundo. —¡No somos intrusos!—protesto Caelia asustada—perdone nuestra osadía por atravesar su reino sin su permiso, pero nosotros no somo malas personas si es lo que pretenden sugerir. —¿Entonces mi soldado se equivoca?—cuestiono el imponente señor desde su caballo donde observaba a Caelia y a su acompañante con arrogancia. —Si y no...majestad—se vio obligada a decir para agradar los oídos de aquel sujeto arrogante—somos intrusos porque no sabíamos qué esta área pertenecía a su reino, pero no fue intencional... Caelia levanto la vista hacia aquel sujeto con aire de grandeza que había logrado atemorizarla, no obstante, de pronto sonrió complacido por lo que Caelia había dicho. —Son bastante extraños, pero me agrada así que. ¿Porqué no nos acompañan? Así dejaran de ser extraños en mi tierra. El señor oscuro soltó una carcajada, una qué asusto un poco a Caelia y a Arias, así que ambos se vieron forzados a seguir a ese grupo hacia un bosque donde el sol apenas lograba entrar por las espinas de las ramas. Poco después de una hora, llegaron a un palacio en medio del bosque, uno hecho de madera de los árboles oscuros qué ahí crecían. Caelia y Arias fueron forzados a presentarse en una fiesta en honor al señor oscuro, ya qué casualmente era su cumpleaños. Ninguno de los dos dijo nada, aunque Arias quería reprocharle lo sucedido y Caelia quería disculparse con él por meterlo en ese lio. Luego de que el señor oscuro tomará asiento en una especia de trono, comenzo la celebración, hubo bailes dedicados a los invitados realizados por bailarinas bastante bellas y hermosas qué comenzaron a coquetearle a Adonis creyendo qué era un hombre bastante atractivo Caelia trato de soportar sin morirse de la vergüenza lo que estaba pasando, si sus hermanos llegaban a enterarse seguramente se burlaran de ella por décadas. En el banquete también se encontraba dos de los tres hijos del señor oscuro, su segundo hijo y su hija menor. La hija, desde que Adonis había entrado, no había dejado de observarlo como todas las chicas del salón y es que no parecía ser como los demás hombres que conocía, sino que tenia modales al comer y cierta gracia al intentar sonreírles a las chicas aunque era obvio que no estaba cómodo a su lado. —¿Dónde esta su hermano?—cuestiono el señor oscuro dirigiendose a sus dos hijos. —Él aun no regresa, mi señor—expresó su hija menor, quien sentía Cariño por su hermano mayor aunque no fueran hijos de la misma madre. —Hay sientos de eternas bellas y hermosas en nuestro mundo, pero prefiere ir al mundo humano a perder el tiempo—expresó su hermano molesto por él sin ningun motivo en especial, solo sentía rencor por no ser el heredero de su padre. —Hoy es el aniversario luctuoso de su madre, yo supongo que es por eso que esta retrasado—expresó la hija del señor oscuro para justificar su ausencia, cosa que poco le interesó al señor oscuro gracias a la presencia de sus dos invitados.
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