Capítulo 8. Compromiso.

2023 Words
—Tu, dime. ¿Porqué no hablas?¿Acaso no te gusta lo que hay en mi palacio ?—se burlo el señor oscuro dirigiendose hacia Arias, quien habia permanecido en silencio todo ese tiempo. Alarmado se levanto de su asiento y realizo una leve reverencia ante ese cual y despiadado líder qué sé creía un rey. —Discúlpeme, mi señor, pero no soy muy bueno hablando, no quiero decepcionarlo—se disculpo Arias a pesar de que la corte del señor oscuro había empezado a burlarse de él. —Pero si eras bastante talentoso hablando. ¿Porqué no te conviertes en mi seguidor? Vive en este palacio y aprenderás mucho sobre el poder oculto de los lobos oscuro, quien sabe igual y puedes convertirte en el lobo más poderoso. Caelia estuvo a punto de carcajear se porque Arias a pesar de ser muy bueno halagado y estudiando, en realidad era pésimo cuando se trataba de pelear, ella no podía imaginarlo al lado del señor oscuro y mucho menos convertirse en el lobo más poderoso como se lo estaba prometiendo el señor oscuro. —Nunca he aceptado a ningún seguidor, pero contigo haré una excepción ¿Quieres serlo? Arias se quedo estupefacto y enseguida miro a Adonis, quien simplemente alzó los hombros extrañado por la petición del señor oscuro. —Discúlpeme, mi señor, pero creo que es una decisión que debería consultar con mis padres—respondió Arias creyendo qué esa excusa lo salvaría porque había una razón del porqué el señor oscuro no tenia seguidores y es que nadie quería serlo precisamente por la reputación qué lo precedia. —No hay necesidad de preguntarles si tú estás de acuerdo conmigo, esta decisión solo te corresponde a ti—insistió el señor oscuro con una mirada arrogante y una sonrisa altiva, estaba disfrutando jugar con Arias. Al ver que Arias no tendría más alternativa qué aceptar, Caelia se levanto de su lugar para abogar por su compañero. —Su majestad—expresó inclinando se en una reverencia—permitale a mi compañero pensar en su respuesta ya qué también debe anunciarse lo a nuestro maestro y seguro que eso podría enfadarlo. —¿Enfadarse, el viejo curandero?—se burlo el señor oscuro mientras se levantaba de su trono—yo soy el rey de las tierras oscuras, señor de la barrera. ¿Porqué tengo que costar con otros quienes pueden ser mis seguidores? —Por favor majestad, no quise decirlo así, perdóneme si lo ofendí, es solo que es tan repentino, tampoco queremos hacer enfadar a nuestro maestro. El señor oscuro comenzó a caminar hacia ellos con una sonrisa perversa en los labios. —¿Creyeron qué podían engañarme si decían que su maestro era el viejo curandero?—declaró el señor oscuro y Caelia no se atrevió a levantar la mirada hacia él, pues habían sido descubiertos de alguna manera—mi gente me ha dicho que el año pasado en las celebraciones de la montaña, te vieron al lado de Eroth y que lo llamaste “Maestro” así que ustedes son discípulos del viejo guerrero invencible. De un momento a otro, varios soldados aparecieron en el salón y enseguida tomaron a los dos para apresarlos. Arias intento poner resistencia, pero Adonis le hizo una sañal con la mano para que se adstuviera de hacer una estupidez porque ambos se encontraban en la región oscura, no podían cambiar de forma y nadie de las montañas del norte sabían que ellos se encontraban ahí, debían ser precavidos y tratar de sobrevivir por su cuenta. —Piénsalo bien, pequeño, sé mi seguidor o muere—expresó el señor oscuro tomando a Arias por el mentón en forma de amenaza y luego de una risa burlona sacaron a los dos para llevárselos a las mazmorras del palacio oscuro. Extrañamente, las celdas qué les asignaron a cada uno, no parecían ser exactamente una prisión sino más bien una habitación con ciertas comodidades como una cama con cojines y varias mantas,la única diferencia es que la puerta estaba compuesta por una especie de barrotes hechos de madera de los árboles oscuros. Caelia había intentado derribar uno de los barrotes, pero había descubierto qué sus intentos serian infructiferos porque la madera del bosque oscuro era igual o más duro qué el hierro mismo. Mientras eso sucedía, del otro lado de la barrera se encontraba el heredero del clan oscuro, el primer hijo varón del señor oscuro, su nombre era Qaled. Él, era uno de los pocos eternos qué podían atravesar la barrera hacia el mundo humano. A Qaled le resultaba interesante su simplicidad y su corta vida, pero mas que nada sus mujeres. En el reino de los eternos no existían los burdeles ni las casas de citas, pero en el mundo humano si. Por alguna razón qué no alcanzaba a comprender, las mujeres humanas eran sumamente despreciadas por su naturaleza frágil más no endeble, no podían trabajar ni ejercer su opinión en asuntos importantes como el gobernar, así que las mujeres humanas aprovechaban lo único que no se les podía quitar, ser ellas mismas. Qaled estaba en una casa de citas, bañándose en agua de rosas junto con dos mujeres humanas con las que se había divertido mucho, todos bebían alcohol humano, el cual era para Qaled más bien como un jugo de uva, pero no lo suficientemente fermentado para ocasionarle una borrachera. En ese momento, entro su sirviente, un pequeño lobesno huérfano qué estaba entre los esclavos de su padre. Tenía la forma de un niño humano, pero apesar de su forma, era un pequeño muy peligroso que sabia usar un antiguo arte de fuego, solo que por ser huérfano y no haber sido instruido debidamente lo único que sabia hacer era quemar todo a su paso. Su sirviente entro ignorando a las mujeres humanas qué en realidad le causaban repulsión y sin ningún atisbo de vergüenza le susurro en el oído de su señor que su padre había capturado a dos hombres de las montañas del norte. El joven Qaled solo sonrió ante la osadía de su padre porque aquel acto tan impulsivo solo iba a llevarlo a la guerra, algo que en realidad estaba planeando hacer, derrocar a la familia real y autonombrarse como el nuevo rey alfa, pero a pesar de ser su heredero era un asunto qué no le importaba ni le convenía en caso de que su padre fallara. En su celda, la joven Caelia ya había desistido de tirar la puerta de su celda y se había tirado sobre la sueva cama que, gentilmente, nadie le había quitado. —No es justo—se decía a si misma— la dama blanca quiere reconquistar al maestro y me encierran. El señor oscuro quiere a Arias y me encierran de nuevo. ¿Porqué me pasan estas cosas a mi? Mientras el señor oscuro seguía disfrutando de su celebración. uno de sus guardias le anunció qué tenía visitas en nombre de la ciudad real, es decir el rey alfa, pero al escuchar aquella noticia el buen humor del señor oscuro se desvaneció. —Echalos de aquí—ordenó con cierta frialdad. Había dejado pasar mucho tiempo, tanto como para permitir qué el rey alfa quisiera comprar su comportamiento con absurdos regalos, él no era un lobezno al qué debía entrenar y amansar para evitar que se saliera de control. —Pero...señor... —¡Haz lo que te ordenó!—grito causando qué la música y la festividad de su salón se pasará quedando todo en pleno silencio. Pocas horas más tarde, aquel mensajero qué había sido echado de la región oscura llego al palacio y se presento en el trono del rey alfa, quien en ese momento estaba reunido con alguien aun más importante que él. El hombre se situo en medio del salón del trono blanco, donde unas bailarinas y músicos ambientaban la alegría con flores y melodías. Hizo una tener encía y enseguida comunico lo que acababa de suceder. —Majestad, el señor oscuro rechazo su regalo—expresó con preocupación y aquellas palabras también apagaron la alegría del rey. El rey era un hombre alto, de cabellera negra y barba oscura y larga, vestía una túnica blanca y portaba una espada qué había pertenecido a cada rey alfa qué sé había sentado sobre el trono. —¿Qué has dicho?—insistió en que le repitieran la noticia, pero en realidad no era necesario pues había escuchado bien la primera vez—¿Cómo que rechazó? —Si majestad, ni siquiera nos dejo verlo, sus guardias simplemente nos echaron de su palacio y nos advirtieron qué debíamos abandonar su región cuanto antes. —¡Ese desgraciado!—protesto el rey. —Calmate—le dijo su acompañante, un lobo en apariencia joven, pero incluso era más viejo de el mismo guerrero invencible— enfadarse no sirve de nada y hacer ese tipo de rabietas cuando te rechazan algo, dejaselo solo a los niños. —Ignoraria esta ofensa a cualquiera, pero se trata del señor oscuro. Ese imbecil sueña con acabar con nosotros... —¿Pero si Eroth no se preocupa porque tu si? —Porqué mi abuelo le dio el poder de la barrera al señor oscuro con tal de fijar una alianza entre la casa real y la región oscura, no creyó qué sería capaz de atacarnos con ese poder. ¿Tu qué harías en mi lugar? Aquel hombre a quien se lo preguntaba, era un lobo antiguo qué había estado encerrado en una cueva durante miles de años gracias a una maldición qué lo había mantenido cautivo y dormido. Ese lobo alguna vez había gobernado el mundo de los eternos, los había unificado, pero al momento de despertar de aquella cueva había descubierto qué el mundo qué él conocía se había desvanecido y otro ocupaba su lugar en el trono. El dolor de perder todo cuanto tenia y todo cuanto amaba, lo obligó a recurrir a un elixir qué le había quitado toda emoción de su corazón, lo había vuelto de piedra para no morir de dolor, pero aun tenia sus recuerdos y también su experiencia y enseñanzas para los que ahora gobernaba en su lugar, por ello estaba en el palacio como un invitado, más todo el mundo sabia quien era él, un rey sin corona, el gran Jotern. —¿Te gustaría contraer matrimonio?—le sugirió y entonces el rey alfa, quienes pocos conocían como Urastan, se volvió hacia él con el ceño fruncido, extrañado por aquella estraña respuesta. —¿Casarme?—cuestiono el rey y entonces aquella sugerencia sin sentido, de pronto comenzó a tomarlo. En el reino de los eternos solo había otro clan de lobos lo suficientemente poderoso y atrevido como para enfrentarse al señor oscuro y ese era el clan de los lobos rojos, si se unía en matrimonio a una hija del clan de los lobos rojos había más probabilidad de que el señor oscuro lo pensara dos veces antes de iniciar una guerra porque ese clan eran igual de poderoso qué el suyo. —Entonces debemos concretar pronto un matrimonio con el clan de los lobos rojos—anunció siguiendo el sabio consejo de aquel a quien le debía la prosperidad de su reino, ya qué técnicamente ese eterno era el padre de su abuelo. Cinco días más tarde, en las montañas del norte recién comenzaban a darse cuenta de la ausencia de Arias y de Adonis, ya qué ambos solían escapar de vez en cuando para ir a la aldea más cercana, todos creían qué estaban ahí y que habían aprovechado la ausencia de su maestro para irse a divertir, pero aunque era propio de Adonis ser un lobo flojo y despreocupado, no era así para Arias, quien siempre cumplía con su deber, así que de no ser por él, seguramente nadie hubiese notado que ninguno de los dos se encontraba en la montaña, pero lo verdaderamente preocupante era el hecho de que su maestro aun no volvía de su caceria para ayudarlos a buscarlos en caso de que estuvieran en serios problemas.

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