Capítulo 6

659 Words
En cuanto el timbre se hizo oír, Sonikua llamó a Levy antes de que este pudiera escabullirse por la salida del salón. — Oye Levy, ¿sabes si necesito programar una cita o algo así para solicitar los servicios que ofrece tu madre? El niño se quedó unos segundos sin saber que decir, petrificado frente al escritorio de la profesora. — ¿Está buscando pareja? —La maestra le contestó con un gesto de cejas contraídas—. Cierto, no me incumbe, discúlpeme. Creo que no tiene clientes para esta tarde, puede ir si quiere. Apenas terminó su última clase, la intrépida profesora se dirigió al complejo de departamentos donde su estudiante vivía y lo llevó a casa cuando se lo encontró a la mitad del camino. — Juro que es la última vez que te doy un aventón —le prometió a Levy, que parecía un molusco oculto en su almeja, contrayéndose en una esquina del reducido auto. Espero a que su estudiante abriera la puerta del apartamento que se encontraba en el tercer piso y llamar a gritos a su madre. No la hizo aguardar mucho para que se animara a entrar. Miró atenta en todas direcciones del hogar topándose con la sorpresa de que no parecía en absoluto una casa. En lugar de cocina se encontró con una oficina de color crema, en el recibidor se encontraba un cómodo sillón de rombos con una amigable planta de grandes hojas en una maceta de buen tamaño. Caminando lentamente adentrándose en el misterioso lugar, notó un escritorio con una computadora encima y varios libreros repletos de decoraciones de búhos y suculentas. Por una entrada al fondo, más allá del escritorio, apareció una mujer robusta caminando enérgicamente a su encuentro, apartando las tiras de cuentas que hacían de puerta. — Esta es mi maestra de matemáticas —se apresuró a presentarla, ante la confusión de la mujer. — Soy la señora Olivia, la madre de Levy. Experta en encontrar el amor —apretó enérgicamente la mano de Shonikua al tiempo que hacia una pequeña reverencia, acentuando aún más la “r” al decir “amor” de forma cantarina—. ¿En qué puedo ayudarla? La señora y su hijo quedaron atentos a la respuesta. No pudo evitar notar cuan parecidos eran el rostro de su madre y el de él: redondos y haciendo unos pliegues curiosos en sus pómulos alrededor de la pequeña y respingada nariz. — Tengo este… amigo, que es un poco necio, pero no quiere admitir que se siente solo y quiere encontrar a su media naranja. ¿Cree que, si pudiera conseguir que viniera, pudiera hacer algo por él? Olivia quedo en silencio, sopesando la propuesta con una mano sobre la barbilla. — Acompáñeme por favor. Y tú, chiquillo, a lavar los trastes o hacer tarea, necesito trabajar. Levy desapareció de mala gana por la puerta por donde antes había entrado su madre y ella se sentó en una silla mullida del otro lado del escritorio. — Mi trabajo no es fácil, pero me encanta lo que hago señorita… — Shonikua. — Señorita Shonikua. He emparejado a más de 30 personas en toda mi historia, jamás me he rendido, pero debe entender que solo puedo ayudar a quienes quieren ser ayudados, ¿me entiende? El gesto dulce que había mostrado en un principio se había enfriado tras el pequeño mensaje. La maestra comenzó a sentir que la farsa estaba descubierta incluso antes de empezar. — Oh, no tiene por qué preocuparse. Mi amigo estará muy comprometido una vez que le platique las maravillas que puede hacer usted para encontrar a alguien con quien compartir la vida. Consideró prudente echar mano de frases románticas para ganarse la simpatía de la mujer, que parecía analizarla fijamente con ojos perspicaces del otro lado del escritorio. — Pues entonces estaré encantada de conocerle. Afirmó está, levantándose de golpe de la silla y acompañándola a la salida.
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