— Si no se compra lentes señora Olivia, me veré en la obligación de comprarle unos catalejos para que pueda espiar a sus polluelos desde aquí.
— Oh Carlos —le regañó la casamentera, que hasta entonces estaba muy concentrada esperando a que la cita de Eduardo llegará.
A pesar de que ahora se había sentado en una mesa ubicada específicamente detrás de una maceta, pero bastante más cerca que la última vez, su vista no era la mejor.
— Lo que quieres es burlarte de mí.
— Claro que no —se apresuró a decir el joven mesero—. Si supiera que le extraño. Esta semana solo ha venido al restaurante dos veces.
— Es lo que hay. Es la temporada mala.
Carlos asintió mientras se sentaba en la mesa, recordando que había conocido a Olivia Montivero en épocas navideñas. En ese entonces la mujer iba
