Narra Abel. La llevé hasta mi baño y luego giré la boquilla de la ducha. Había emoción mezclada con furia corriendo por mis venas, luego la empujé a mi ducha. ¿Cómo se atrevió a entrar en mi habitación privada y seducirme? Ella debería tenerme miedo y de las consecuencias de las acciones que había hecho hace un rato en mí oficina, acciones de las que amaba cada maldita parte. Ella ingresó al agua en el segundo en que abrió sus muslos, ofreciéndome su coño rosado e hinchado, espeté. Fui a ese lugar oscuro dentro de mi cabeza, un lugar al que solo iba cuando estaba en mí cub privado. Ella provocaba el sádico en mí. Me había enojado tanto por su descarado intento como por mi debilidad, que casi fui a buscarla para castigarla. Ella pensaba que yo no era malo, pero le probaré que sus pal