Narra Luciana. Estaba en las nubes. Me dolía todo el cuerpo, pero nunca me había sentido mejor. Abel ha sido el hombre más intenso con el que había estado. En fuerza y poder, su boca sucia hacía que me sometiera a todas sus demandas. Era despiadado, violento, indigno en la forma en que me hablaba, y nunca me había excitado más en mi vida. Convertirse en su juguete fue fascinante. Tampoco me importaba si era degradante. Vendería mi alma un minuto más con él. Me tenía completamente bajo su hechizo. Después de que terminamos en la ducha, me follo contra el tocador. Luego me inclinó sobre la bañera y me cogió allí. Luego expuso las reglas. —Si quieres seguir teniendo mí polla debes seguir y jugar mis reglas y para ello debes conocer mí otro mundo, uno que he mantenido oculto de mí hija—