–Señora Drexel…
–No me digas señora –me interrumpió –. Soy tu tía o solo dime Virginia, si los demás te escuchan decirme así pensarán que algo raro sucede.
–Sí, está bien.
Iba a sentir raro decirle tía, es demasiado.
–Como te iba diciendo me tomé la libertad de investigar un poco sobre tí –continuó –. Y sé que fuiste a tu el éxito de la empresa y que les conseguiste la mayor parte de sus clientes y los contratos, eso es estupendo.
Cuando dijo que me sabía sobre mí se refería a mi trabajo, en eso no tengo problema.
–Muchas gracias.
–Y ahora quiero que los traigas con nosotros –comentó.
–¿Cómo?
–Mira, ahí están los Koebel, vamos a hablar con ellos –me guió hasta ellos –. Buenas noches, es un gusto verlos.
–Hola señora Drexel –saludó el señor Koebel y luego lo hizo la señ
