Mi situación actual encajaba bastante con un meme muy popular en las r************* , en la que había alguien, algún personaje de un anime, acostado en la cama, cubierto con las sábanas y creo que el texto debajo era “No debí de hacer eso”
¡¡NO DEBÍ DE HACER ESO!!
¡Masturbarme con su imagen en mente!
¡Ser descubierta!
¡Confesarlo!
¡No, no, no, no! Era yo la pevertida, me creería una loca atrevida y desquiciada que se masturbaba en su cama. Mi persona había perdido cualquier credibilidad con él, yo…¡Me había convertido en una zorra calentona!
¡No, Trix! Tampoco te tires por el suelo, no llegamos a esos extremos.
Sin embargo, estaba tan jodidamente caliente, sobre todo porque no pude acabar después de todos mis esfuerzos, que si nos hubiéramos besado, mas él con aquella tremenda erección, quizás hubiera…No, quizás no, ¡ciertamente! Habría acabado en sexo. Eso era seguro. Menos mal que él decidió no cobrarse el beso.
Lo cuál no es que sea algo mejor, ya que hubiera podido desparecer sin mas, pero él tenía que pagarme mi salario de anoche y de paso cobrarse el beso.
Cuando desperté, me dolía mucho la cabeza, no tenía idea de qué hora era, pero me sentía cansada, con mala noche y ¿quizás con resaca? Todo estaba en mi mente, martilleando, la maldita fiesta, mi caída en el agua, la paliza que Ari le dio a esos estúpidos, yo tendida en su cama, en medio de una masturbación para dormir y él, irrumpiendo y atrapándome con las manos “literalmente” en la masa.
Abrí la puerta con cuidado y salí, luego de cepillar mis dientes y peinarme, no tenía ropa para ponerme, no limpia, solo la camiseta que llevaba de él y mi ropa interior seguía en su baño. Fui a la cocina y habían muchas personas limpiando todo, pero no hacían ruido, lo hacían con mucho cuidado, me asomé al patio y alguien limpiaba la piscina y todos los alrededores, supongo que él seguía dormido.
—¿Quiere desayunar, señorita?—Preguntó una de las mujeres en la cocina, sus rostros eran nuevos para mi.
—Por favor.—tenía hambre y era mejor comer algo antes de que él bajara o su amiga Eleonor, que seguro me reprocharía por no hacer mi trabajo bien en la fiesta. Espero que eso no afecte mi pago.—¿Tendrán algo para el dolor de cabeza?
—Voy a revisar en alguno de los cajones, pero no estoy muy familiarizada, deme unos minutos.
Me puso desayuno frente a mí y yo lo devoré. Después la mujer volvió a acercarse con un vaso de agua y pastillas.
—Muchas gracias.
Tomé las pastillas y subí nuevamente las escaleras, dando con un reloj de pared, eran las diez y cinco de la mañana. Tenía que despertarlo, tomar mi ropa, bueno, mi ropa interior, darme un baño, que me pagara y marcharme de aquí. Era mejor comenzar un plan desde temprano, no luego del medio día. Me conduje hacia su habitación, su camiseta me quedaba un poco por encima de las rodillas, no marcaba nada porque siendo honesta conmigo misma, no había nada que marcar.
Pensé en tocar la puerta, pero luego solo decidí abrirla por si estaba dormido solo entrar a su baño a por mi ropa interior.
Abrí despacio, entrando la cabeza y luego el cuerpo, él estaba tendido sobre la cama, boca arriba, una sábana blanca lo cubría hasta la cintura, caminé en puntillas hasta su baño, que por suerte la puerta estaba abierta, solo que mi ropa no estaba allí, ni el uniforme de anoche ni mi ropa interior.
Salí del baño, ahora enfocando los ojos que me enfocaban a mi.
Estaba despierto.
—Buenos días.—me dijo. Mis ojos se desviaron hacia lo que ahora marcaba claramente la sábana blanca que lo cubría. Tenía una enorme erección que se alzaba con todo y la sábana, sus manos estaban detrás de su cabeza y me miraban con expresión relajada, casi divertida. Al menos no tenía esa sonrisa malévola que cargaba casi todo el tiempo.—¿Entonces qué?—apuntó con sus ojos hacia su erección, yo no pude evitar volver a mirar allí.—¿Me darás el mismo espectáculo de anoche? ¿Por eso estás en mi habitación?—ahora sí, tenía aquella sonrisa malévola que usaba para reírse o burlarse de mi. Solo me quedaba un arma secreta. Hacerme la que no me acordaba de nada, podría funcionar, era posible.—No abras la boca o se te saldrá la baba. ¿Nunca has visto una erección matutina?
¿Erección matutina? Lo cierto es que había tenido mi primera vez pero nunca había visto llegar la mañana con alguien mas en mi cama.
—No seas idiota.—desvié mi mirada, guardando de forma segura esa imagen para material estrella cuando sea necesario. Podría servirme.—No sé de qué hablas. Solo vine a despertarte para que te cobres el beso que te debo y de paso me pagues por mi trabajo de anoche. Espero y seas generoso.
—¿Solo por eso? Es una pena.—sé que solo quería molestarme, anoche prácticamente me había rechazada, ahora solo estaba alardeando sabiendo que yo no aceptaría, por eso lo hacía y mas con tanta seguridad. —¿Qué hacías en mi baño?
—Ne…cesito mi ropa interior. La dejé en tu baño junto con el uniforme de anoche. Pero ya no está allí.—como se quedaba mirándome y aquella cosa se movió, me crucé de brazos por encima de mis pechos.
—Trix, sé exactamente lo que hay debajo de esa camiseta mía, me lo mostraste todo anoche.
—¡No te lo mostré! ¡Tú me interrumpiste, idiota!—¡Oh, oh! Me acababa de poner en evidencia. Ya sabía que yo sí recordaba. Cubrí mi cara y me di la vuelta, casi entrando al baño.
—No te avergüences, no estabas en tus cabales, es imposible que en tus cinco sentidos hagas algo así, ni siquiera tienes que excusarte, no eras tú misma. Eras otra persona, mas atrevida, quizás coqueta y decidida y además segura. Para que estemos a mano—lo escuché ponerse de pie.—date la vuelta.—eso fue lo que hice. Su cuerpo completamente desnudo me hizo abrir los ojos, la boca, la mente, las piernas y creo que ya no tenías mas nada que abrir. Pero mientras mis ojos salían de sus orbitas viendo a Ari desnudo supuestamente para que quedáramos a mano, vi detrás de él, junto a la venta, la ropa y mi ropa interior abiertas para que se secaran, caminé despacio hacia él, a lo que el muy machote exhibía su enorme sonrisa, me paré a su lado y poniendo la mano en su hombro le dije:
—Vístete para que me pagues, te espero abajo.—me acerqué a la ventana y solo tomé mi ropa interior. Salí de prisa de su habitación y corrí a la mía, cerrando la puerta y tirándome en la cama de un salto, uní mis piernas y miré hacia el techo, pensando en aquello que acababa de ver. Era…increíble, se veía fuerte y poderoso.
Sacudí mi cabeza y me entré a bañar, me hice una cola baja, mi misma ropa desde hace varios día y salí de la habitación, coincidiendo con Ari, sentado en las escaleras.
—Trix, ven aquí un momento. —ahora se veía mas serio, como el día en el que lo conocí, quizás algo gruñón. Tomé asiento a su lado—¿Cuantos años tienes?—preguntó con voz gélida.
—Tengo veintidós años, ya te lo había dicho. No sé porqué no me crees.
—Quizás por lo infantil que pareces y por la forma en la que te comportas.
—¿Y qué forma es esa? ¿Cómo se debe de comportar alguien de mi edad? No veo nada de malo en mi comportamiento y de paso me parece que te queda grande hablar de mi comportamiento para las pocas horas que hemos compartido. Págame, quiero irme.
—Ahí está, ese comportamiento. Estamos conversando como dos personas civilizadas y tú ya estás tajante.
—Me estás tratando como si fuera una adolescente, ¿quién dice que quiero seguir una conversación con alguien que se cree superior?
—¿Superior? ¿Yo?
—Si, Ari, tú. Eres mayor y ya por eso te crees mas cool, inteligente y genial, de paso me tratas como si fuera tonta. Por favor, solo págame; estás a solo ese paso de deshacerte de mi, no tendrás mas nada que ver.
—A eso voy, Trix. Debo dejarte en tu casa, con tus padres o donde algún familiar, no puedo darte ese dinero para que te vayas aventurar por ahí sin rumbo ni dirección y que te vaya a pasar algo. Lo siento, no puedo pagarte, no al menos hasta que te entregue a tus padres.
—¿Estás loco? ¿Sabes por todo lo que pasé anoche por ese tonto trabajo y deseando la paga? No puedes hacerme esto, no tienes el derecho.
—Lo siento, no me fío de que no te vaya a pasar algo malo allí fuera. Ya estuvo de escaparte de casa, te llevaré con tus padres o iremos a la policía, diré que eres menor de edad y que estás perdida. No te dejarán ir hasta llamar a tus padres o algún familiar. Tienes esas dos opciones. Decide.
—Eres un maldito.—dije muy enojada. Me puse de pie y bajé las escaleras, él me seguía.—¿Quieres tomar ya tu maldito beso?—dije al pie de las escaleras.—No se qué esperas.
—¿Estás lista para irnos?—me preguntó, como si tuviera algo mas que empacar.
—El beso.—corté la distancia entre los dos, no se movía, solo me observaba.—¡El maldito beso! ¡Ya dámelo!
—Cuida esos modales, vienes de una escuela costosa. Tus padres se avergüenz—corté sus palabras con un beso en sus labios, deuda saldada.
—Vámonos.—salí de su casa, de pie junto a su cochera. Él se acercó al Mustang y yo subí cuando quitó el seguro. Le indiqué la dirección de mi casa y este supo llegar sin problemas, era un vecindario muy conocido, solo vivían personas ricas, incluso unas que otras celebridades tenían una casa aquí. Pero todo era muy aburrido, como nosotros.
—Bonita casa.—me dijo. No habíamos hablado en todo el camino, abrí la puerta del coche y solo bajé.—¿No me das las gracias?
—¿Por qué? ¿Por devolverme a una pesadilla? Pues no, espero que ya te sientas mejor.
Cuando toqué el timbre de la casa, todavía él estaba allí.
Quería creer que mis padres estaban preocupados, que se alegrarían de verme, que me esperarían con los brazos abiertos y un montón de fantasías en mi cabeza.
Iris abrió la puerta.
—¡Señorita!—exclamó con alegría, abrazándome—¡Qué bueno que se encuentra bien! Estaba muy preocupada por usted. —ante el alboroto, mis padres bajaron corriendo por las escaleras, sonreí de manera tonta, preparada para ese abrazo, mamá fue la primera en acercarse, tirar de mi cabello y golpear mi cara, logrando despeinarme al tirarme repetidamente del cabello con fuerza.
—¡Maldita mocosa ingrata!—me gritaba al golpearme.
Cuando papá se acercó, ella me soltó, levanté mi rostro mojado y maltratado hacia mi padre. Su cachetada me hizo girar la cara por el golpe y dar dos pasos. La sangre llenó mis labios y mis lágrimas siguieron saltando. Mis ojos buscaron refugio en Iris, esta lloraba y cubría su boca con ambas manos. Su rostro me decía que no podía hacer nada. Corrí hacia la puerta con una mano en mi cabello y la otra otra en mi mejilla, la sangre salía de mis labios, logré salir a la entrada y allí seguía Ari, observando en mi dirección, cuando me vio, sus ojos se abrieron, limpié la sangre en mi boca y la sequé en mi ropa.
—Trix…—caminé deprisa hacia él.
—¿Te sorprende?—dije, escupiendo más sangre en el suelo, eran de una herida en mi labio inferior.—Mírame bien, Aaron, aquí estoy a salvo con mi familia, ¿no? ¡Gracias!—le dije, corrí de regreso a casa y subí las escaleras, encerrándome en mi habitación.