—Dije que vendría esta noche.
—¡Maldición! —gritó Zayed.
Se levantó de un salto y observó a la hermosa castaña detenida detrás de él, con el cabello sobre sus hombros y una sonrisa. Amelle era un puto ninja. Esa noche, como venganza, llegó por la parte trasera sin que él la escuchara. Dejó su auto en una zona más baja de la habitual y no le notificó que llegaría. De igual forma quedaron en verse, así que no era novedad.
—¡Pude matarte! —vociferó Zayed con el corazón en la boca.
Amelle sonrió más grande y se acercó.
—Dicen que al rey del infierno no le asustan los demonios —susurró.
Una vez que el corazón de Zayed regresó a la normalidad, ella rodeó su cuello con sus largos y delgados brazos. La cercanía de sus cuerpos avivó esa llama que la adrenalina apagó en la oficina. Sentir l
