Bridgett cerró la puerta a su espalda, se acercó a su madre y dejó que le besara la mejilla. No eran gestos de cariño enormes ni habituales en ellas. Juliette deseó estrecharla en sus brazos, pero su hija no aceptaba el mundo al que su madre pertenecía. Bridgett era una prestigiosa abogada de Asturias, lugar donde residió desde los dieciocho años. Para que su hija no estuviese involucrada en la mafia de las serpientes, Juliette la sacó de sus calles cuando apenas era una adolescente. Juliette no toleraría que su hija muriera en manos de los croatas, por lo que la ocultó de todos los que pudieran asociarla con ella o con el hombre que dormía en su cama. A Bridgett le resultaba difícil vivir en ese mundo oscuro al que Juliette pertenecía. Ella era una abogada, una defensora, la clase de per