La sangre descendía de la herida de bala en el brazo de Eckhart. La mano derecha de Viper viajó a Panamá por negocios cuando sufrieron un atentado por la policía local. Se deshicieron de casi todos los policías, sin embargo, algunos les vieron el rostro, cuestión que tendrían que solucionar tan pronto como un equipo los persiguió hasta hacerlos volcarse y acabar con sus vidas para que el problema no tuviera ramificaciones. Mientras más efectivo fuese la forma de liquidar a sus enemigos, mejor sería la recompensa cuando la emperatriz se enterara de sus proezas.
—No debiste intervenir —dijo Rebeca, la espía en ese lugar.
Eckhart arrojó más licor en su boca. El dolor era algo que podía tolerar, aunque no a niveles estratosféricos. Su niñez no fue brutal y su entrenamiento fue el necesario,
