Capítulo 4: El fin de una buena relación III

2089 Words
El comportamiento en las rupturas es impredecible. Quienes una vez fueron maduros disfrutan de los altibajos de la inmadurez, o quienes fueron pacíficos dejan salir su demonio interno. Pero lo que nunca me esperé es que después de una relación tan larga yo fuese víctima de ghosting. Al acontecer lo del arresto por perturbación del orden público, y daño a propiedad privada, fue lo que ocurrió. Algo irónico porque las ventanas que rompí me pertenecían. Mi plan era destruir solo la mitad del auto por la que pague, el 50%, aunque no salga mi nombre por ninguna parte del contrato. ¿Qué más ocurrió? Pase la noche en la comisaria, vomitando en el baño de la comisaria más sinceramente dicho, pague una fianza dolorosamente alta y como si fuese poco David nunca se presentó pidiendo que me soltasen, o para ver cómo estaba. 7 años. 7 años. A cambio me envió un abogado… un abogado… tuve que pagar la fianza y las reparaciones del auto. Lo cual era una injusticia tremenda. Porque ese auto estaba asegurado por más que ese abogado dijese que no lo estaba. El descaro con el que me hablaba diciendo que no conocía de los términos del seguro automovilístico de su cliente, me enervaron a un nivel peligroso que debí controlar. Por eso es que sufrí de ghosting. Porque intenté acercarme a David buscando que dejase de mentir y obligarme a pagar un dinero que podía ser perfectamente pagado por el seguro, que comprendiese por todo lo que pase, que me equivoque y estaba borracha. Que considerase mi situación económica también, me iba bien en el trabajo, pero papá sufrió un infarto hace unos meses, no había podido volver a trabajar, y debía enviarles dinero con frecuencia. Pero fue inútil. Me bloqueó de todas sus r************* ; Intagram, f*******:, Twitter, de w******p, hasta restringió mi número telefónico. Apuesto que marco mi dirección de correo electrónico como spam e incluso David tenía un blog de literatura de sus años universitarios… me bloqueo… me bloqueo. Ni hablo de intentar contactar a su departamento o a su trabajo, lo último ni lo intente y lo primero sí con terribles consecuencias. El portero me dijo que de seguir buscándolo, emprendería acciones legales y entablaría una “orden de alejamiento”. Estaba anonadada, consternada y ciertamente adolorida. Por una parte quizás fuese lo mejor, con dinero pagaría por mi conducta, y el dolor sería tan grande que no volvería a tocar el alcohol en mi vida. Y ese alejamiento me serviría para no hacer más propuestas estúpidas. Me conocía, podía empeorar la situación. Sobre mi comportamiento, ese fue la comidilla de la semana en el trabajo. Que mi novio, digo mi ex, la costumbre, me rompiese y en poco tiempo estuviese comprometido con prácticamente una heredera de una familia adinerada, no pasó por desapercibido por nadie. Y las molestas comparaciones comenzaron a mellar mis oídos en los días posteriores. Fueron días complicados. Inmensamente complicados que apenas iniciaban. El comentario número 45 del día sobre lo peligrosas que son las mujeres despechadas que dijeron sobre alguien más, no sobre mí, fue interrumpido por una llamada de mi jefe. Me encontraba tratando de trabajar en mi empresa, había muchas llamadas por hacer. Pensaba que me ofrecería algo de consuelo, un préstamo quizás, pero algo estaba dispuesto a destruir mi vida desde los cimientos al parecer. Error. Error. Me despidió. El motivo era que no logré mantener los altos estándares de la empresa con respecto a la imagen personal de sus empleados. Me echó a la calle con la misma sencillez que el hombre que me “amaba” lo hizo. …. Hace una semana No hay marcha atrás. En serio, de veritas, veritas yo era oficialmente una cornuda, una desempleada, una loca y una criminal menor. Yo que creía que no podía caer más profundo lo había hecho encerrada en mi departamento. Ese que David nunca quiso compartir conmigo. Mientras las lágrimas me inundan, me doy cuenta de la condición en la que he vivido esto dos días después de mi despido. El departamento está mugroso, con ropa sucia por todas partes y bolsas vacías de chocolates y papas fritas. Amo las papas fritas. Maldita sea, pronto además de cornuda, desempleada, loca, criminal menor seré una paciente con colesterol alto. Mi imagen personal tampoco es la mejor del mundo. No me he bañado en dos días, y la pijama que tengo está manchada de helado de fresa. Estoy en mi sofá envuelta en una manta y comiendo helado de fresa también. El televisor está apagado, por lo que lo único que puedo ver es mi reflejo, mi patético y mugroso reflejo. El timbre suena. Yo no tengo ganas de contestar, pero debo hacerlo no vaya a ser otra metida de pata el evitarlo. Es lo único que hago últimamente. Al abrir la puerta veo a mi amiga Patricia que de tener una sonrisa radiante con una bolsa de regalo en la mano pasó a tener una mueca graciosa de horror. ─   ¿Qué camión te paso por encima Aisha? ─   No sé qué camión pero debía llevar una carga de cuernos de alce, esos largos y majestuosos – digo comiendo mi helado de fresa. ─   ¿Me podrías explicar qué pasó contigo Aisha? – dice entrando al departamento y viendo con más horror la suciedad en este.   Cierro la puerta y me tiro en el sofá, sigo comiendo mi helado de fresa. Y Patricia ni se ha molestado en sentarse a mi lado. Me ve como si estuviese de manicomio. ─   ¿Por qué finges que no sabes todo lo que paso incluyendo el despido? Patsy Pat, se honesta. ─   Quería confirmar que los rumores no fuesen ciertos Aisha. Ahora lamento no haber estado para ti en estos días, los jefes se pusieron intensos en ese viaje. Querían hasta ponerme a trabajar a sobre tiempo sin pagar horas extras. Ya sabes cómo son – me explica rindiéndose y sentándose en mi sofá lleno de ropa sucia que echa a un lado. ─   Sí es algo previsible de gente que despiden a una buena empleada por un desliz. ─   Lo del despido es demandable Aisha, pero lo de llamarle desliz a destruir el auto de tu ex con un bate borracha… es más que un desliz….   Momento de defensa. Dejo mi helado de fresa a un lado y me defiendo con toda la fuerza que me ha faltado estos días. ─   ¡QUÉ IBA A HACER DESPUÉS DE ESO PATRICIA! ¡ME HUMILLO! ¡Ahora hace como si no existiese! ¡Hasta me obligó a pagar reparaciones que el seguro que YO estuve allí cuando el desgraciado ese firmó, pagaba! – comienzo a golpear sin medir el sofá – desgraciaaadoooo. ─   Basta, basta, basta – Patricia me detiene la mano – Por como veo este sitio ya has pasado las facetas de la ruptura y esta es la de la depresión. ¿Terminaste de vaciar todas las lágrimas? ─   ¡Ja! ¿Qué lágrimas vaciaré por el miserable ese? ¡Ni una sola se me ha caído! ¿Por qué lloraría por alguien que ame por 7 años? ¿Por qué lloraría porque me haya sido infiel? ¿Por qué lloraría porque ni una explicación real de todo me dio? – estoy llorando una vez más por mi ex – ¿por qué lloraría por sus bloqueos? ¿Cómo si no existiese? ¿Cómo si no tuviésemos planes a futuro? Para nada.   Patricia sabe lo que necesito y aprovecha para dármelo. Un fuerte y largo abrazo. Me desahogo llorando todo lo que me faltaba por más tiempo del que puedo recordar. ─   ¿No has hablado con tus papás? ─   No los quiero molestar con esto Patricia. Se van a preocupar por mí. Si de por sí tengo que enviarles dinero, y ahora desempleada, no deseo que sepan los motivos ni nada de eso. Estoy hecha un desastre todavía. ─   Te lo repito, hay que demandarles. ─   No sé si proceda. Me ofrecieron un traslado a la base norte. ─   ¿A ese desierto? ¿Para venderle a los camellos o a la barrilla rodante del mediodía por favor? – me reclama indignada. ─   Ingratitud, ingratitud. La hay por todas partes… Es mejor buscar en otro sitio. Tengo un buen historial como vendedora. Tampoco quisiera volver a allí, se pusieron pesados con los chismes. Muchos recuerdos allí también. Borrón y cuenta nueva ¿no? ─   Exactamente Aisha. Borrón y cuenta nueva. Y si algunas veces te dan ganas de llorar por ese malnacido. Está bien, déjalo salir ¿bien?   Asiento, con la garganta picosa, pero un poco más aliviada. Buscaré un nuevo trabajo, una nueva rutina, todo nuevo. Retorno a mi helado de fresa que ya está casi por completo hecho líquido pero el grito de Patricia casi me hace botarlo todo. ─   ¡QUÉ SON ESTAS CUENTAS AISHA! – me reclama leyendo sobre tras sobre. Las debió tomar cuando yo tomaba mi helado. ─   Cuentas acumuladas, como todos los meses Patricia. Nada del otro mundo. ─   ¡A otro perro con ese hueso Aisha! ¡Yo sé que cuando usas esa frasecita es todo lo contrario! – dice al destruir un sobre y hacer un sonido dramático al leerlo – ¿por qué estás tan atrasada con el p**o del alquiler? ─   El envió de dinero y las cuentas médicas de papá. No me he podido recuperar – digo cansada. ─   ¡Eres la mejor empleada en comisiones! ¿y los bonos? – me grita más fuerte. Reventará mis tímpanos. ─   Ahorros… gastados… en la fianza y en la reparación del auto… ─   ¡PERO SI TÚ LE PAGASTE LA MITAD DEL AUTO AL MÁLDITO RATÓN DE ALCANTARILLA DE HECES ESE AISHA! – me está tomando de los hombros y zarandeándome – ¡DÉJAME MATARLE A MÍ!   La sostengo con ella intentando ir a la puerta. Se nota porque somos amigas. ─   ¿No y que lo hecho ya está hecho? ─   Después del asesinato quizás sí – refunfuña – ¿qué harás entonces Aisha? ─   No quería hacerlo pero… supongo que... tendré que buscar una compañera de departamento – suspiro.   Al llegar a la capital vivía con mi tía, para después hacerlo con dos compañeras, fue una tragedia, vivir con alguien es estresante y peligroso. Tan traumada quedé que me dije que más nunca compartiría con roommates, solo con cierto maldito que no mencionaré. Pero ese día ha llegado. ─   ¿Tienes alguna candidata? – me pregunta. ─   No… ¿conoces a alguien de confianza que sea responsable? Como si una idea brillante le hubiese caído del cielo Patricia me sonríe. No sé si es algo bueno o malo. Los consejos de Patricia suelen ser un 50/50. ─   De hecho sí. Su nombre es Etienne. ─   ¿Etienne? ¿De dónde la conoces? ─   De pequeño, nuestros abuelos eran amigos y te aseguro que es alguien de confianza con los ojos cerrados. ─   Espera… Etienne… Etienne ¿no es un nombre masculino? – cuestionó. ─   Lo es. ─   ¿Dejaste tu cabeza fuera de la ciudad o algo así Patricia? ─   ¿Por qué tonta? ─   ¡No voy a compartir departamento con un hombre! ─   ¿Por qué? ¡Necesitas a alguien responsable para ayudarte a no ahogarte en cuentas! ¿o te quieres devolver a tu pueblo? ¡Amas la ciudad Aisha! ─   Sí. Pero en este enorme grupo de malas decisiones que tome, ahora es tiempo de ser sensata. No confió en hombres desconocidos. Ni en conocidos con 7 años de relación por cierto. Mi confianza ha sido mellada en el género masculino para toda la vida – afirmó segura. ─   ¿Qué te preocupa Aisha? Sé sincera. ─   Pues… no quiero vivir con un posible baboso. Que tendrá más fuerza corporal que yo y que podrá someterme a su voluntad. No estoy siendo paranoica. Lee las estadísticas en la prensa. Patricia pone los ojos en blanco y niega con su cabeza. ─   Sí pero ¿por qué un hombre gay te atacaría y seria parte de las estadísticas niña? Eso es diferente. Vivir con un hombre gay que es recomendado por Patricia, y aparentemente responsable, no suena tan mal en realidad. ─   ¿Cuándo puedes decirle para hablar y considerar, solo considerar, si sí o si no? – digo tratando de que me guste la idea. ─   Mañana mismo. Créeme que no te arrepentirás. Es un encanto – me promete. ¿Cómo será tu rostro Etienne?
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