Intento zafarme, pero es difícil, sus brazos me tienen amarrada a él y su boca no le da tregua a la mía ¿Por qué tiene que besar tan bien? Mi mente vuelve a tener algo de cordura y consigo morder sus labios haciendo que se queje y finalmente se aparte de mí. —¡¿Pero qué haces?!— exclama quejándose del dolor y yo solo lo miró seria. —¡¿Tu quién te crees para besarme?!—replicó de la misma manera y el me sujeta del brazo. Nuestras miradas se desafían mutuamente y si fueran balas; probablemente estaríamos heridos. —Tu esposo, y ten en claro que esto no se quedara así. —me advierte. Sus palabras causan escalofríos en mi cuerpo y no sé bien que esperar de él. — Ni se te ocurra tocarme porque ahí sí que me olvidare de todo. — digo y soy yo quien le advierte esta vez. —Me gusta que tengas c