Venecia, que ciudad más hermosa. Sus paisajes me hacen olvidar de toda esta pesadilla que estoy viviendo. Es su belleza la que provoca una sonrisa en mi rostro mientras que una limusina nos lleva hasta su casa. —¿Te puedes imaginar viviendo aquí? —me pregunta y debo voltear a verlo. Observo su rostro e intento descifrar que es lo que realmente quiere decir con esa pregunta, pero nunca puedo entenderlo. —Es hermoso, pero no. Yo amo mi ciudad, amo su calor, el mar, y el estar cerca de mi padre. — digo firme y vuelvo mi mirada al cristal. «No pienso permitirle que me aleje de lo único que me queda en la vida...Eso sí que no». —Qué lástima...— dice y no quiero ni mirarlo. Tengo miedo de que pueda convencerme de algo más. No entiendo que ha querido decir con eso, pero prefiero evitar pregu