02 de abril de 1920 Grace Grace terminó su desayuno con el rostro de Rafael pegado en el periódico. Desde la noche pasada, justo después del baño, él no había vuelto a dirigirle la palabra. Eso la molestaba y la desconcertaba a partes iguales. ¿A qué se debían estos cambios repentinos de su parte? Un momento era cariñoso y juguetón con ella y, al otro, como un frío muro de acero. Su paciencia tenía límites. Era una mujer adulta, no alguna de sus amantes con las que llevaba ese extraño juego de tira y afloja que estaba llevando con ella. -¿Dónde piensas que podríamos encontrar a tu padre? Ella lo miró. -Lo más acertado sería preguntar en el vestíbulo si podemos contactar con él -dijo mientras hacía rápidamente un cálculo mental de la hora-. Conociendo a mi padre, seguramente se e