Mia.
Hunter me toma en brazos, me arranca la camisa del pecho después de dejarme sentada en un barril, descubriendo mis senos, prendiéndose de ellos como si la vida se le fuera acabar de no hacerlo.
Mi cuerpo se convierte en su zona de guerra. Muerde, pellizca, chupa y jala lo que quiere, hace con mis senos lo que se de le da la reverenda gana, marcando mi piel como si fuera un maldito tatuador.
Por más que intento hablar, por más que quiero que vaya más despacio, su braveza es algo que puede conmigo. Siempre ha podido, pero desde que tengo más experiencia con esto del sexo, su braveza se vuelve parte de este baile pasional que no hace más que despertar mis más oscuros deseos.
Sé que nada de esto está bien, comprendo a la perfección dónde estamos y lo que está pasando, aunque en es
