Mia.
Después de dejar a mis padres en el aeropuerto, donde mi madre parecía demasiado alterada por una llamada recibida de mi hermano Magnus, decido que es momento de regresar a casa.
El chófer me está esperando afuera, sé que debo de irme, aunque son las benditas preguntas sin respuestas las que me tienen demasiado quieta, pensando en qué mierda pudo haber pasado con mi hermano para necesitar de la ayuda de mi madre.
Finalmente, luego de unos minutos de tanto pensar, me subo a la camioneta de vidrios tintados, una en la que solemos movilizarnos cuando vamos a Nueva York por cuestiones de seguridad, teniendo como destino el rancho en el que crecí.
A medida en que el vehículo avanza, intento llamar a mi hermano varias veces y a pesar de que no me da el tono para hablar con él, sí re
