Traición

1311 Words
La sala de juntas estaba llena de energía contenida. Selene Grimm estaba en su elemento, presentando el proyecto del mes con confianza y precisión. Su voz era firme, sus gestos cuidadosamente calculados, y su presentación visual impecable. Era el tipo de mujer que siempre lograba captar la atención de todos, no solo por su belleza, sino también por su inteligencia y profesionalismo. —En conclusión, este enfoque no solo optimizará los tiempos de entrega, sino que también reducirá los costos en un veinte por ciento en el primer trimestre —dijo, girándose hacia la mesa con una leve sonrisa—. ¿Alguna pregunta antes de pasar a la siguiente fase? Antes de que nadie pudiera responder, un sonido inesperado rompió el ritmo de la reunión: el tono de notificación de su celular. Selene frunció el ceño. Estaba segura de haberlo puesto en silencio antes de entrar. Con un suspiro disimulado, lo sacó rápidamente de su bolso y vio el nombre de su hermana parpadeando en la pantalla. Sin mirar el mensaje, deslizó el dedo para bloquear la pantalla nuevamente, dejando el teléfono boca abajo sobre la mesa. —Mis disculpas —murmuró, volviendo a centrar su atención en el equipo. Sin embargo, apenas había retomado la palabra cuando otros celulares comenzaron a sonar en la sala. Al principio, uno o dos, pero luego más. El murmullo de notificaciones se hizo eco en la habitación, interrumpiendo la presentación por completo. Selene notó que sus colegas empezaban a revisar sus dispositivos, y algo en sus expresiones hizo que su corazón comenzara a latir más rápido. Miradas furtivas iban de las pantallas a ella, seguidas de susurros apenas audibles. ¿Qué está pasando?, pensó, sintiendo una opresión en el pecho. La incomodidad creció cuando algunos intentaron disimular sus reacciones, pero otros simplemente no pudieron ocultar la sorpresa o el juicio en sus rostros. —¿Hay algo que quieran compartir? —preguntó Selene, intentando mantener la compostura aunque su voz se notaba más tensa de lo habitual. Nadie respondió. En lugar de eso, más miradas se dirigieron hacia ella, como si esperaran a que ella misma descubriera lo que todos ya sabían. El mal presentimiento que se había instalado en su pecho se intensificó. Tomó su celular con manos temblorosas y desbloqueó la pantalla, abriendo de inmediato el mensaje de su hermana. Lo primero que vio fue una serie de fotos. No… no puede ser. Sus ojos se abrieron de par en par, y su respiración se detuvo por un instante mientras las imágenes se desplegaban ante ella. Su novio, Pete, estaba en las fotos, pero no estaba solo. Estaba con alguien que Selene reconoció de inmediato: su mejor amiga, Amber. En las imágenes, Pete y Amber estaban abrazados, besándose apasionadamente en lo que claramente era más que un momento fugaz. Había otras fotos también: ellos entrando a un hotel, caminando juntos, y finalmente una tomada en un restaurante, como si estuvieran celebrando algo especial. La habitación pareció girar a su alrededor. Selene sintió que le faltaba el aire, como si alguien hubiera arrancado el suelo bajo sus pies. El mensaje de su hermana acompañaba las fotos: "Lo siento, Selene. No sabía cómo decírtelo, pero pensé que era mejor que lo supieras así. Mereces algo mejor que esto." Los murmullos en la sala de juntas se hicieron más evidentes. Selene sintió las miradas clavadas en ella, pero no podía reaccionar. La humillación y la rabia se mezclaron con el dolor, creando un torbellino de emociones que amenazaba con desbordarse. Selene salió de la junta apresuradamente, con los hombros tensos y el corazón martillando en su pecho. Apenas había logrado mantener una fachada profesional mientras el aire a su alrededor parecía pesado, sofocante. Con cada paso hacia el estacionamiento, sus tacones resonaban con un ritmo mecánico, casi robótico. Tenía la mirada fija al frente, pero su mente estaba atrapada en un torbellino de pensamientos. Su teléfono vibró de nuevo. Lo sacó del bolso y vio el nombre de su hermana en la pantalla. Ana. —¿Hola? —respondió con la voz más firme que pudo, aunque un leve temblor delataba su estado. —Selene, ¿estás bien? —La preocupación en la voz de Ana fue suficiente para que la fachada de Selene comenzara a desmoronarse. Ya dentro del auto, cerró la puerta, dejando que el silencio del interior la envolviera. Apoyó la cabeza en el volante por un momento, tomando aire profundamente antes de responder: —Sabía que esto iba a pasar... —murmuró, su tono cargado de resignación y dolor. —¿A qué te refieres? —preguntó Ana, confundida. —Papá hizo lo mismo con mamá. Siempre se sumergía en su trabajo, desconectándose de todo, olvidando lo importante. Por eso mamá le pidió el divorcio. Y ahora… Pete. Está haciendo lo mismo. Solo que esta vez no se conformó con el trabajo. Me está engañando con Amber. Hubo un silencio en la línea. Ana tardó unos segundos en procesar lo que acababa de escuchar. —Espera… Selene, no digas eso. No fue tu culpa. Nada de esto es tu culpa. —El tono de Ana era urgente, pero Selene apenas la escuchaba. Sus dedos tamborilearon contra el volante mientras la rabia y el dolor luchaban por tomar el control. ¿Y si no eran solo las fotos? ¿Y si lo que había imaginado era aún peor? Necesitaba respuestas, aunque dolieran. —Ana, luego hablamos. —Cortó la llamada antes de que su hermana pudiera insistir. Arrancó el auto y condujo hacia el departamento que compartía con Pete, sus pensamientos más caóticos que nunca. Al principio, vivir así había sido emocionante. Sus horarios apretados les daban un aire de independencia que ambos valoraban. ¿Cuándo cambió? ¿Cuándo dejó de ser suficiente? Al llegar al edificio, estacionó el auto y tomó el elevador, sintiendo cómo su corazón latía más rápido con cada piso que ascendía. No podía estar equivocada. Las fotos, las excusas… todo apuntaba a lo mismo. Cuando las puertas del ascensor se abrieron en su piso, Selene dio un paso para salir y se congeló. —¿Amber? Ahí estaba su mejor amiga, aferrada al brazo de Pete. La sangre de Selene se heló al verlos juntos, su proximidad demasiado íntima para ser justificada. Pete se sobresaltó al verla, soltando rápidamente el brazo de Amber como si ese simple gesto pudiera borrar lo que acababa de presenciar. —Selene, esto no es lo que parece… —intentó decir Pete, su tono desesperado y torpe. Pero Selene no lo escuchaba. Las imágenes de las fotos que había visto en internet, la forma en que ambos reían, caminaban juntos y ahora esto… No había nada que explicara lo inexplicable. —¿Vas a decirme que no es Amber la mujer con la que sales en las fotos de internet? —Su pecho se comprimía mientras su mente gritaba la verdad que tanto había querido negar. —Lo es… —Pete no pudo ocultarlo más. —No puedo creerlo… —susurró, más para sí misma que para ellos. Pete dio un paso hacia ella, levantando una mano como si con eso pudiera detener la tormenta que acababa de desatarse. —Selene, por favor, escúchame. Pero ella dio un paso atrás, como si tocarlo pudiera quemarla. —No hay nada más que escuchar, Pete. —Su voz era baja, pero cortante como una cuchilla. Miró a Amber, quien permanecía callada, evitando su mirada. Esa falta de confrontación fue lo que más le dolió. La persona en la que confiaba había estado tejiendo mentiras justo frente a sus ojos. Sin decir una palabra más, Selene dio media vuelta y se dirigió al ascensor. No había nada más que hacer ahí. Mientras descendía, con el eco de la traición aún palpitando en su pecho, decidió algo: No iba a permitir que esto la destruyera.
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