—¿Historia de la hora de dormir? —preguntó Elizabeth, con los ojos brillando de emoción.
—No esta noche —respondió Selene, sofocando un bostezo.
—Debes estar realmente agotada. Mamá dijo que te dejáramos descansar —añadió Elizabeth, mientras Ethan se levantaba para marcharse.
Selene sonrió para sus adentros. Si hubiera sabido que un simple bostezo era suficiente para ahuyentarlos, lo habría hecho horas atrás. Los dos le dieron un cálido abrazo, agradeciéndole nuevamente por los regalos, y salieron de la habitación con pasos ligeros. Admiró su aplomo; Ana realmente los estaba criando para ser grandes élites.
Finalmente, sola en la habitación, Selene se dio cuenta de que no estaba tan cansada como había pensado. Cerró la puerta con cuidado, encendió el televisor con el volumen silenciado y se tumbó en la cama. Al pasar rápidamente los canales, no encontró nada que llamara su atención. Frustrada, apagó la pantalla y tomó su teléfono.
Había un mensaje de Audrey esperándola. Respondió al texto con rapidez y estaba a punto de dejar el teléfono cuando su vista se posó en una foto de Pete en la galería. Un torrente de emociones la invadió.
Molesta, fue directamente a la galería y comenzó a borrar todas las imágenes relacionadas con él. La última era una foto de ellos tres: Pete, Mary y ella, tomada durante un picnic organizado por Zoe. Los recuerdos la inundaron al observar la imagen.
Recordó claramente cómo había atrapado a Mary sonriendo de manera especial a Pete aquel día. No era raro ver a Mary iluminarse cada vez que él entraba en una habitación. Después de todo, habían sido amigos de la infancia, inseparables desde siempre. Mary y Selene, por otro lado, se habían conocido en la universidad y se convirtieron rápidamente en buenas amigas. Fue Mary quien le presentó a Pete.
Desde el principio, Pete había sido encantador y sereno, el tipo de persona que podía desarmar con solo una sonrisa. No le tomó mucho tiempo a Selene caer por él. En menos de un mes, ya estaban saliendo. Pero, incluso entonces, podía percibir que Mary no estaba completamente feliz con la situación.
Una noche, Mary lo dejó claro mientras disfrutaban de su tradicional tratamiento de spa de fin de semana. En la sala, las tres amigas estaban siendo masajeadas por expertos.
—No puedo creer que estés saliendo con Pete —soltó Mary abruptamente, sin poder contenerse más.
Zoe levantó la cabeza de la cama para mirarla, claramente sorprendida. La masajista que trabajaba en su espalda hizo una pausa para permitirle moverse.
—¿No fuiste tú quien los presentó? —preguntó Zoe, arqueando una ceja.
—Mis palabras exactamente —respondió Selene, suspirando contenta mientras le frotaban el cuello—. Me gusta Pete. Tiene los pies sobre el piso.
Luego, girándose hacia Mary, añadió:
—¿Es tan mala idea salir con Pete?
Mary dudó un momento antes de responder, con un tono mucho más serio:
—No quiero que te lastimes. Puede que sea mi amigo, pero Pete es un playboy.
Selene se encogió de hombros, intentando disimular el impacto de sus palabras.
—Bueno, no sé nada de eso. Iremos viendo sobre la marcha, ¿no?
—Pero…
Zoe desestimó lo que Mary estaba a punto de decir:
—Ella puede cuidarse sola, Mary. Además, entiendo por qué le gusta. Seguro que es una bestia en la cama.
Selene se rió entre dientes y usó su mano para taparse la boca, pero Zoe también se rio y añadió:
—¿Ves? Si Pete es un jugador, entonces no le importará que lo jueguen también.
Entre ellas existía una regla: nunca apegarse emocionalmente a ningún hombre. El pacto se había sellado cuando Zoe fue engañada por su novio. Desde entonces, las tres habían tenido sus relaciones, algunas terminadas por decisión propia y otras con finales dolorosos. Ninguna se permitía caer en la trampa de dar demasiado poder emocional a un hombre. Venían de familias ricas, con recursos de sobra para consolarse y seguir adelante. Ningún hombre valía tanto como para romperlas.
—Solo quiero asegurarme de que no te lastimes —dijo Mary con un tono firme que no dejaba lugar a discusión.
—No lo haré —respondió Selene con tranquilidad.
La realidad, sin embargo, era distinta. No planeaba enamorarse de Pete, pero había algo en él, en su dulzura, que la cautivaba. Sin saber cuándo ni cómo, comenzó a sentir cosas por él de una manera que nunca antes había experimentado. Avergonzada, mantuvo esto en secreto, incluso para sus amigas. Solo pudo confiar en Ana, su hermana.
Las sospechas comenzaron a rondarla cuando Zoe señaló que Mary parecía demasiado cercana a Pete. Selene comenzó a observar con más atención. No tardó en notar que Zoe tenía razón: Mary siempre encontraba una excusa para estar cerca de Pete, ya fuera pidiendo consejos o pidiéndole ayuda con cualquier cosa.
—¿Te gusta Mary? —le preguntó Selene una noche, mientras Pete estaba a punto de besarla. La pregunta lo tomó por sorpresa y su reacción la dejó más intrigada.
—¿De dónde viene eso? —preguntó Pete, visiblemente confundido.
Sin ceder, ella repitió la pregunta. Pete se sentó, adoptando una postura seria.
—No, Mary es solo mi amiga de la infancia. No siento nada por ella y nunca lo haré. Estoy seguro de que es mutuo —respondió con sinceridad.
Selene quería creerle, pero las acciones de Mary sugerían algo distinto.
—Conoces a sus novios. Yo también he conocido a algunos —bromeó Pete, riéndose de la idea de estar con Mary—. Es una chica loca.
El comentario rompió la tensión, y Selene no pudo evitar reír también.
—¿Ah, entonces ahora soy divertida? —replicó Selene mientras le lanzaba una almohada.
Pete la atrapó y ella salió corriendo de la habitación entre risas.
Cualquier duda sobre los sentimientos de Pete hacia Mary parecía haberse disipado en ese momento. Sin embargo, el tiempo demostraría lo contrario. De alguna manera, Mary y Pete terminaron juntos, enredados en una habitación de hotel, desnudos.
De vuelta al presente, el zumbido del teléfono la sacó de sus pensamientos. Era Pete otra vez. Selene ignoró la llamada y leyó el mensaje en voz alta:
—"No es lo que piensas” —leyó, divertida por el intento de justificación.
—Aunque, claro, hay fotos de los dos desnudos por todas partes —dijo para si misma.
Selene miró su teléfono y activó Siri para buscar en Internet. Sabía que alguien había intentado borrar las fotos comprometedoras, pero eso no le sorprendía. Pete tenía los recursos para lograrlo. Sin embargo, lo que le intrigaba era cómo esas imágenes habían llegado a la red en primer lugar.
El equipo de relaciones públicas de Pete era excelente manejando cualquier tipo de controversia. Sabían que la mala prensa no solo dañaba su imagen personal, sino también la de la empresa. Pero esta vez, algo había logrado eludir su control. Solo podía significar una cosa: quienquiera que hubiese publicado las fotos tenía acceso a información interna y sabía exactamente cómo sortear los filtros de seguridad.
Curiosa, Selene comenzó a buscar en un blog donde las imágenes aún estaban disponibles. No sabía exactamente qué buscaba hasta que una foto llamó su atención. Se detuvo y amplió la imagen, con el ceño fruncido.
En la foto, Pete aparecía de perfil, dormido, con el rostro ligeramente alejado de la cámara. Pero Mary, por otro lado, era la verdadera protagonista de la imagen: con el cabello revuelto y una expresión de agotamiento que delataba lo que había sucedido antes de que se tomara la foto. Lo más desconcertante para Selene era que Mary parecía estar al tanto de la cámara.
Selene dejó escapar una risa amarga. —Qué gracioso —murmuró con desprecio. Luego dejó su teléfono a un lado y se estiró, cansada.
Se levantó de la cama y caminó hacia la ventana. Siempre le había encantado la vista desde esa habitación. Abrió las cortinas, dejando entrar las luces de la ciudad que iluminaban todo con un brillo espectacular. Las calles estaban llenas de vida, y las luces parpadeantes le daban un aire casi mágico al paisaje nocturno.
Un golpe suave en la puerta interrumpió sus pensamientos. Selene giró hacia la entrada y, sin dudar, dijo:
—Adelante, An.
Su hermana Ana entró en silencio, cerrando la puerta detrás de ella.