Decisión definitiva

1583 Words
—Eso es porque tiene un negocio y una vida en Los Ángeles. Y ahora mismo está pasando por mucho. Deseo que le des un poco de espacio. Te rogué por teléfono que fueras amable con ella —dijo Ana, su voz cansada. —¿Por qué caminar alrededor de los bordes con mi propio hija? —respondió la señora Grimm, alzando la voz. —Porque ella está herida —respondió Ana, levantándose para irse también. —Gracias por la cena, mamá—. Los gemelos abrazaron a su abuela y siguieron a su madre. . . . Al día siguiente, Owen decidió que su asistente personal se encargaría de las reuniones mientras él se mantenía al lado de su esposa. La reunión de Zoom había ido bien. Estaba terminando cuando su esposa, Amara, despertó. El Dr. Tom llegó para revisar sus signos vitales. —Está bien —dijo el doctor, tras revisar los monitores. —Pero… —Lo sé —respondió Owen, su voz quebrada. Sabía lo que se venía. Su esposa se estaba muriendo, y en el fondo, sentía que era su culpa. Si no hubiera aceptado tener hijos, todo esto no habría comenzado. —¿Hay algo que pueda hacer? —preguntó Owen, su voz casi rota. —Estar con ella ayuda. Necesitas estar cerca de ella tanto como puedas —respondió el Dr. Tom. —Está bien, Doc —respondió Owen sin apartar la mirada de su esposa, que dormía profundamente. Pensó en los años que habían compartido. Recordó cómo, cuando se casaron, ambos decidieron esperar a tener hijos hasta que estuvieran preparados. Amara quería centrarse en su carrera, y Owen lo aceptó. Aunque deseaba tener hijos, amaba tanto a su esposa que estaba dispuesto a esperar. Amara había querido ser azafata y, finalmente, logró su sueño. Durante esos primeros años de matrimonio, todo parecía ir bien. Pero luego, algo cambió. Amara comenzó a mirar a los niños de otros, y fue entonces cuando le confesó que quería formar una familia. Owen recordó el día en que ella le anunció que estaba embarazada. Él había estado tan feliz que compró todo lo necesario para el bebé, llenando una habitación entera con artículos para niños. Amara, aunque sorprendida, también estaba feliz. Finalmente, el momento había llegado. Estaba lista para ser madre. Pero todo cambió cuando, en el primer trimestre, perdieron el bebé. Fue devastador para ambos, pero se mantuvieron firmes. Intentaron de nuevo, y dos meses después, Amara estaba nuevamente embarazada. Pero la tragedia se repitió. Perdieron al bebé una vez más. Y otra. Después de la tercera pérdida, Owen insistió en que se hicieran pruebas exhaustivas. Fue entonces cuando descubrieron que Amara tenía Síndrome de Ovario Poliquístico (SOP), lo que había estado dificultando su capacidad para concebir. Y, lo que era aún peor, había desarrollado cáncer de útero debido a la condición no tratada. Owen, aunque aliviado de finalmente saber qué estaba pasando, entendió que ya era demasiado tarde. Desgarrada por no poder darle a su esposo lo único que él quería, Amara intentó proponer alternativas. —¿Y si adoptamos? —le sugirió, casi en un susurro. —Pero tú estás en cama, enferma. ¿Quién cuidaría de un niño? —respondió Owen, preocupado. —Tú lo harías. Serías un buen padre —le dijo Amara con una sonrisa débil. —Un niño necesita a ambos padres, la guía de un padre y el amor de una madre —explicó Owen, sin ceder a la idea. Sabía lo difícil que sería criar un niño en su situación, sin poder brindarle lo que realmente necesitaba. Amara entendió, y abandonó la idea. Al día siguiente, mientras estaba en la cama, Amara mencionó algo en un susurro: —¿Subrogación? Owen la miró, frunciendo el ceño. —No me gusta el sonido de eso —respondió, aún procesando todo lo que estaba ocurriendo. —Es realmente hermoso. Mis óvulos, tu esperma y un útero prestado —le dijo Amara, insistiendo en que lo consideraran. Después de la propuesta, Owen aceptó, aunque de mala gana. Había ido con ella al médico de cabecera, quien explicó el procedimiento de gestación subrogada, y decidieron probarlo. Sin embargo, Amara insistió en que la madre de alquiler debía ser seleccionada personalmente, no solo una cara al azar de Internet. Quería conocer a la persona, evaluar su coeficiente intelectual, pulcritud y otros factores. Pero primero, sus óvulos y espermatozoides debían ser analizados. El resultado fue devastador: Por más óvulos que obtuvieron de Amara, ninguno daba resultados. Hasta que llegó el momento de que no había nada más que quitar. Owen estaba devastado, pero en su mente sabía que, si las cosas no salían bien, Amara pronto vendría con otro concepto molesto. Sin embargo, se equivocó. Aunque devastada, Amara decidió que seguirían adelante con la gestación subrogada. —Quizás no mis óvulos, sino tu esperma —dijo con un suspiro. —Es posible conseguir donantes de óvulos —asintió el médico. Owen miró a ambos como si estuvieran hablando en otro idioma. Protestó, señalando diferentes defectos, pero el médico tenía una respuesta para cada duda que surgía. Finalmente, acorralado por la insistencia de su esposa, aceptó. —Con una condición —añadió. —Siempre hay una condición —bromeó Amara. —¿Qué condición? —La donante de óvulos y la posible madre de alquiler no deberían estar en línea. Quiero que elijas a la persona —Owen le dijo al médico. —Que puedan hacer varias pruebas. —Eso es viable —respondió el Dr. Tom. —Y elige gente inteligente, por favor. Quiero un niño inteligente —sonrió Owen, aunque sus palabras no pudieron ocultar la tristeza en su rostro. Eso fue antes de que Amara realmente se enfermara. Ahora, luchaba por su vida, y Owen se sentía impotente. La veía marchitarse, día a día, y no había nada que pudiera hacer para detenerlo. Asintió con la cabeza cuando el médico comenzó a marcharse, pero su esposa lo detuvo al tomarle la mano. —Quédate —dijo Amara con voz débil. —Quiero que estés aquí cuando le diga esto a Owen. El médico la ayudó a sentarse, mientras Amara miraba a Owen con todo el amor que aún sentía por él. —¿Qué es? —preguntó Owen, preocupado. —Prométeme, Owen —comenzó ella, su tos interrumpiéndola profundamente por casi un minuto. El Dr. Tom le pasó un vaso de agua, y Owen la ayudó a beber, antes de devolver la taza al médico. —¿Tienes que hacer esto ahora? Necesitas descansar —dijo Owen, apartándole el cabello de la cara. —Tienes que prometerme que conseguirás a nuestro hijo. Tienes que seguir adelante con esto —le insistió Amara, a pesar de la debilidad en su voz. Owen suspiró, el niño ya no era lo que más le importaba en ese momento. —Si no es contigo, no quiero —respondió obstinadamente. —Tienes que hacerlo —dijo Amara con determinación, aunque sus fuerzas comenzaban a fallarle. —Doc, por favor, búscale a alguien. Tal vez alguien como… Selene. La mujer en el avión. Owen ya había escuchado antes esa petición y tenía la esperanza de que se olvidara de que realmente fuera esa mujer, pero se estaba dando cuenta que Amara hablaba muy en serio de ella. —Ella es inteligente, hermosa, y también es... especial. La podrías ayudar, Owen. Tú podrías encontrar algo con ella que te ayude a sanar. —Amara sabía que su tiempo se estaba agotando. El doctor había predicho un mes más, como mucho y ahora que volvía a ver a Selene, la idea de que ella fuera la madre de su hijo estaba más arraigado que nunca. —¿Selene? ¡¿Estás loca?! —respondió Owen con vehemencia. —Diez minutos con ella y ya sabes todo eso, ¿verdad? —La conocía más que eso, Owen —comentó Amara, como si fuera algo trivial. —Murmura mucho mientras duerme, de verdad. Owen levantó la frente, claramente incrédulo ante lo que ella decía. —¿Entonces, estaba en el baño cuando la escuchaste? —preguntó, visiblemente escéptico. —Luego vino aquí el otro día también —continuó Amara, sin inmutarse—. Aunque fue una reunión breve en ambas ocasiones, fue suficiente para seguir convencida de mi decisión. —¿Quién es esta mujer? —preguntó el doctor Tom. —Selene Grimm. —Ah, la suiza. —¡Tú los conoces! —Owen señaló. —Sí, son ricos, pero la señora Pierce tiene razón. Ella podría ser la candidata adecuada después de todo. —Doctor, por favor, no vuelva a animar a mi esposa con esto. —Quiero decir, dado su historial familiar, es posible que quiera intentarlo. Su hermana no tuvo hijos durante cinco años. Creo que su madre también tuvo problemas similares —explicó el doctor Tom. Les informó que tenía una relación cercana con los Grimm y que podría hablar con Selene si ambos decidían que ella fuera la madre de alquiler. Luego se disculpó y los dejó hablar en privado. —¿Ves? —Su esposa estaba emocionada y él no quería decepcionarla, así que permaneció en silencio. En el momento en que el médico se fue, ella le preguntó: —La hiciste investigar, ¿no? —Sí —confesó—. Me pone de los nervios con su cara llorosa. Sea lo que fuera lo que le hizo hacerlo, Amara sonrió, esperando que algo bueno saliera de todo esto.
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