24 de agosto de 2010 Querido diario, Desde que nos mudamos con mamá a la casa de Rafe, he empezado a tener estas pesadillas que no me dejan dormir tranquila. Y ahora, después de esos extraños encuentros con Anya, las pesadillas se han vuelto más intensas, más frecuentes. Siento un miedo que me envuelve, casi como una segunda piel. Cada noche, es como si me transportaran a ese mismo bosque oscuro y solitario. No hay estrellas ni luna que iluminen mi camino, solo la oscuridad que se extiende hasta donde alcanza la vista. Y entonces comienza, esa risa macabra, aguda y penetrante, de una mujer que no logro ver pero que siento cerca, demasiado cerca. Lo peor es escuchar mi nombre, gritado con desesperación por una voz masculina que me es desconocida. Sus gritos llevan promesas de castigo, r