Capítulo 10

1851 Words
18 de octubre de 2016 Querido diario, Ayer sucedió algo que aún me cuesta asimilar. Owen me besó, y la intensidad de lo que sentí fue tan abrumadora que mi única reacción fue huir. No podía entender lo que estaba pasando, ni lo que sentía. Todo mi cuerpo y mi mente estaban en un torbellino de emociones. Owen me alcanzó rápidamente, preocupado por mi reacción repentina. Quería hablar sobre lo que había pasado, lo vi en sus ojos, pero yo no estaba lista. No podía enfrentar ese momento, no todavía. Simplemente asentí, incapaz de articular palabra, y él, entendiendo mi necesidad de espacio, me llevó a casa en silencio. La tensión entre nosotros era palpable, pero también había una comprensión de que necesitábamos tiempo para procesar. Cuando llegamos a la puerta de mi casa, Owen rompió el silencio. "Vendré más tarde a buscarte para salir," dijo, su voz suave pero firme. Antes de que pudiera responder, se acercó y me dio un beso en la mejilla, un gesto tierno pero cargado de significado. Luego se fue, dejándome sola con mis pensamientos. Ahora, sentada aquí escribiéndote, querido diario, me siento confundida y llena de preguntas. ¿Qué está pasando entre Owen y yo? Él tiene a su compañera por ahí, y a pesar del aroma embriagador que sentí, no puedo ser su compañera. Soy solo humana. Esto es un lío, un lío emocional que nunca esperé enfrentar. Estoy dividida entre la emoción de lo que siento por Owen y la realidad de nuestra situación. Es un terreno desconocido para mí, lleno de incertidumbre y miedo. No sé qué pasará, pero sé que tengo que enfrentar estos sentimientos, por complicados que sean. Con cariño, Grace. Owen Grace. Siempre ha sido ella, aunque me tomó tiempo darme cuenta. Recuerdo la primera vez que la vi claramente. Estaba en la cafetería de la escuela, sentada con un grupo de chicos que eran sus compañeros de clase. Dan y yo acabábamos de entrar cuando lo vi saludándola, y al girarme para mirar, allí estaba ella. Su cabello rojo resplandecía como un faro entre la multitud, y sus ojos claros brillaban con una luz propia. Su rostro, salpicado de pecas, tenía una belleza única, inocente pero cautivadora. En ese momento, algo dentro de mí se removió. Allí estaba yo, un joven lobo, viendo a mi compañera, una chica tres años menor que yo. Desde ese día, comencé a planear algunos cambios en mi rutina diaria para pasar más tiempo cerca de ella. Empecé a frecuentar los lugares donde sabía que estaría, intentando disimular mi interés, pero siempre buscando una oportunidad para estar cerca. Cada vez que nuestros caminos se cruzaban, una corriente eléctrica recorría mi cuerpo, y aunque ella no lo sabía, cada sonrisa suya me afectaba más de lo que podía expresar. Al principio, me dije a mí mismo que solo era curiosidad, un interés pasajero por alguien que parecía diferente a los demás. Pero con el tiempo, empecé a aceptar la verdad. Grace no era solo una chica interesante; ella era mi compañera. La conexión que sentía hacia ella iba más allá de la amistad o el simple afecto. Era algo profundo, ancestral, un vínculo que no podía negar ni explicar completamente. Sin embargo, sabía que tenía que ser paciente. Grace era humana y más joven, y no quería asustarla o presionarla. Tenía que esperar el momento adecuado para revelarle la verdad sobre nosotros, sobre lo que sentía y lo que ella significaba para mí. Mientras tanto, me contentaba con estar a su lado, disfrutando de su compañía y esperando el día en que ella pudiera comprender y aceptar la profundidad de nuestro vínculo. El día del último cumpleaños de Grace, sentía una mezcla de emoción y nerviosismo. Había pasado horas en la joyería, buscando algo que expresara mis sentimientos sin ser demasiado obvio. Quería darle una indirecta, algo que hablara del vínculo especial que sentía hacia ella. Cuando vi la cadena con el dije de media luna y una piedra incrustada, supe inmediatamente que era el regalo perfecto. La media luna simbolizaba algo oculto pero significativo, y la piedra, con su brillo sutil, me recordaba a los destellos en los ojos de Grace cuando sonreía. Con el regalo en mano, me dirigí casi corriendo a su casa. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, anticipando el momento en que ella abriría la puerta. Y cuando lo hizo, el aroma característico de Grace me envolvió. Era una mezcla de lluvia y canela, un olor que siempre me había atraído de manera inexplicable y que ahora entendía era parte de nuestro vínculo. Mi plan original era simplemente dejarle el regalo y volver a casa, pero al verla allí, parada en la puerta, sola en el día de su cumpleaños, algo dentro de mí se retorció de dolor. No podía dejarla así, sola en un día que debería ser de celebración. Mientras Grace me invitaba a pasar, no pude evitar notar el desorden en la cocina, evidencia del esfuerzo que había puesto en hacer un pastel de chocolate. A pesar de mi inicial aprensión sobre cómo sabría, me sorprendí gratamente al descubrir que estaba delicioso. Grace tenía un talento oculto para la repostería, y su orgullo al ver mi disfrute era evidente. Después de comer, me excusé para ir al baño, pero de alguna manera terminé en su dormitorio. La curiosidad me invadió. Necesitaba, quería saber más sobre ella, entender sus pensamientos y sentimientos más profundos. Fue entonces cuando vi su diario personal sobre la mesa. Me debatí internamente antes de decidir abrirlo. Me convencí de que lo hacía para protegerla, para entender mejor cómo podía estar a su lado. Pero lo que encontré dentro me golpeó con una fuerza inesperada. Las páginas estaban llenas de relatos sobre los abusos de Anya, las dificultades que Grace enfrentaba. Mi corazón se apretó al leer sobre su dolor y su lucha interna. Había momentos de alegría, sobre todo cuando escribía sobre mí, lo que me llenó de una calidez reconfortante. Pero esa felicidad se veía empañada por el dolor que Anya le había causado. El rechazo de Grace hacia Anya era claro y comprensible, pero me dolía saber que había estado pasando por tanto y yo no había estado allí para protegerla. Cerré el diario, lleno de un nuevo propósito. Necesitaba estar allí para Grace, no solo como su amigo, sino como alguien que la cuidaría y protegería de cualquier daño. Era más que una promesa; era una necesidad que sentía en lo más profundo de mi ser. Durante el receso, al siguiente día, encontré a Anya sentada en las gradas del estadio de la escuela. Sabía que no podía confrontarla directamente sobre Grace, así que decidí abordar el tema de una manera que pudiera hacerle entender la importancia de ser buena con los demás. —Anya, —comencé, sentándome a su lado. —He estado pensando sobre el vínculo de compañeros y lo que significa para la manada. Anya giró hacia mí, una sonrisa coqueta en su rostro. —Oh, hablando de compañeros, ¿eh? ¿Has sentido algo ya? —preguntó con un tono juguetón. —No, aún no, —mentí, manteniendo mi expresión seria. —Pero sabes, he estado reflexionando sobre cómo debería ser la compañera ideal para un Alfa. Ella se inclinó hacia mí, claramente interesada. —Cuéntame más, Owen. ¿Cómo crees que debería ser ella? —Creo que la futura compañera del Alfa debe ser alguien que realmente se preocupe por los demás, que sea bondadosa y compasiva. Alguien que no haga daño a otros miembros de la manada, —expliqué, observando su reacción. Anya se quedó pensativa por un momento y luego dijo: —Pero, ¿no se supone que la Luna tiene que ser fuerte y decisiva? No siempre puedes ser amable y complaciente. —Ser fuerte no significa ser cruel o dañina, —le respondí. —La verdadera fuerza viene de la capacidad de proteger y cuidar a los demás, no de herirlos. La compañera del Alfa debería ser un ejemplo para la manada. Anya pareció sorprendida por mis palabras, pero trató de disimularlo. —Entiendo lo que dices, Owen. Trataré de recordarlo, —dijo, aunque no estaba completamente convencida. Esperaba que esta conversación le hiciera reflexionar sobre sus acciones. El tiempo previo a mi cumpleaños número 18 marcó el comienzo de una etapa crucial en mi vida: el entrenamiento para ascender a Alfa. Era un proceso riguroso y solitario, que me exigía pasar los siguientes tres años en medio del bosque, equipado solamente con herramientas y accesorios básicos. La única conexión con mi vida anterior sería la oportunidad de salir una vez al año para visitar a mi familia. Los primeros meses en el bosque fueron especialmente difíciles. La ausencia de Grace pesaba en mi corazón. Estaba acostumbrado a verla todos los días, a compartir risas y conversaciones. Su presencia era como un faro de luz en mi vida, y sin ella, los días se sentían largos y vacíos. Sin embargo, había un destello de alegría en esa soledad: las cartas de Grace. Cada palabra escrita por ella era un tesoro, esas cartas me hacían sentir que Grace estaba conmigo, apoyándome en mi camino para convertirme en Alfa. Cada letra, cada anécdota, cada muestra de cariño en esas cartas alimentaba mi espíritu y me mantenía enfocado en mi objetivo. Sabía que cuando volviera, no sería solo como Alfa, sino también como alguien digno de estar a su lado, no solo como amigo, sino tal vez como algo más. Estaba solo en el bosque, la brisa suave agitaba los árboles, cuando una sensación abrumadora de poder y presencia me envolvió. Fue entonces cuando escuché una voz profunda en mi mente, una voz que nunca había oído antes, pero que de alguna manera sabía que era parte de mí. "Owen," dijo la voz, resonando en mi cabeza con autoridad y calma. "Soy Tyr, tu lobo. Hoy es el día en que nos convertimos en uno." Me quedé inmóvil, sorprendido y asombrado. "¿Tyr?" repetí, sintiendo cómo mi corazón latía fuertemente en mi pecho. "Sí," continuó la voz de Tyr. "He estado aquí dentro, esperando este momento. Juntos, somos más fuertes, más completos.” La transformación había sido una experiencia agitada y desafiante. La primera vez que me transformé, fue una experiencia dolorosa y prolongada, una prueba de fuego que me llevó al límite de mi resistencia y fuerza. Con cada transformación, sin embargo, el proceso se hizo más rápido y menos incómodo. Aprendí a acoger el cambio, a fluir con él en lugar de resistirme. Mi lobo interior, una vez despierto, se convirtió en una parte esencial de mi ser, aportando una nueva percepción y una fuerza que nunca antes había conocido. A los pocos días de cumplir 18 años, mi regreso a casa estaba impregnado de una ansiedad y una anticipación que no había sentido antes. La presencia de Tyr en mi interior había cambiado muchas cosas, pero mi deseo de ver a Grace seguía siendo una constante abrumadora. Sin embargo, nunca pude prever lo que realmente sucedería.
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