Capítulo 12

1487 Words
22 de noviembre de 2016 Querido diario, Hoy recibí una carta de Owen que me dejó completamente desolada. Nunca pensé que unas pocas líneas de texto podrían impactarme de manera tan profunda. La carta estaba escrita con su habitual caligrafía, esa que había llegado a conocer y esperar con ansias, pero el mensaje que contenía era algo que nunca esperé leer. La releí varias veces, mis ojos recorriendo una y otra vez las palabras, esperando que en alguna de esas lecturas el significado cambiara. Pero no lo hizo. Cada palabra parecía tallar una marca de dolor en mi corazón. Sentada en mi habitación, con la carta en la mano, sentí un nudo en la garganta y las lágrimas empezaron a correr por mis mejillas. Me costaba respirar, como si cada inhalación fuera una lucha. Con un dolor que me consumía el alma, tomé una hoja de papel y empecé a escribirle una respuesta. Mis palabras eran un reflejo de mi corazón roto, un adiós lleno de amor y tristeza. Una vez que terminé la carta, supe que necesitaba un cambio, un escape de todo lo que estaba sintiendo. Hablé con mi mamá y le expliqué que necesitaba irme por un tiempo, alejarme para sanar, para intentar entender cómo seguir adelante después de esta despedida. Así que aquí estoy, querido diario, preparándome para irme, para buscar un lugar donde pueda encontrar paz y quizás, con el tiempo, aceptación. No sé cuánto tiempo estaré fuera ni qué me deparará este viaje, pero siento que es lo que necesito hacer ahora. Con cariño, Grace. Grace No sé qué pasó. El último día que estuvimos juntos, todo había sido perfecto. Habíamos pasado un tiempo maravilloso, riendo y compartiendo historias como solíamos hacer. Aunque no habíamos hablado del beso en el cine, había sentido cómo Owen hacía todo lo posible por protegerme y hacerme sentir cómoda. Su presencia me envolvía en un manto de seguridad y calidez, haciéndome olvidar todas mis preocupaciones. Así que, al leer la carta que Owen me había enviado, me encontré sumida en una confusión total. Las palabras en el papel parecían contradecir todo lo que habíamos compartido ese día. Cada línea de la carta era un golpe a mi corazón, un rompecabezas que no podía resolver. Desesperada por respuestas, intenté llamarlo una y otra vez. El teléfono sonaba, pero nadie respondía. Luego traté de llamar a Dan, esperando que él pudiera darme alguna explicación, pero tampoco tuve suerte. Cada intento fallido aumentaba mi angustia y mi desesperación. Me senté en mi habitación, rodeada de silencio, con el teléfono aún en la mano. Las lágrimas brotaban de mis ojos, deslizándose por mis mejillas mientras miraba fijamente la pantalla del teléfono, esperando una llamada, un mensaje, algo que me dijera que todo esto era un error, que Owen no había escrito esto realmente. Pero esa llamada nunca llegó. Y con cada minuto que pasaba, la realidad de la situación se hacía más pesada, más difícil de aceptar. La carta de Owen estaba allí, frente a mí, con palabras que parecían cortar a través de mi corazón cada vez que las leía. Su mensaje era claro, pero tan difícil de aceptar. Tomé la carta y la leí una vez más, esperando que, de alguna manera, las palabras cambiaran: Grace, Lamento haberte hecho pensar que sentía algo por ti o que tú podías ser mi compañera. Por suerte encontré a mi compañera en un pueblo cercano a donde estoy entrenando ahora. Lamento haberte lastimado. Owen. Cada palabra me golpeaba como una ola fría, dejándome con un sentimiento de abandono y tristeza. ¿Cómo pudo cambiar todo tan rápido? pensé, mientras las lágrimas empañaban mi visión. Respiré hondo, intentando calmar el torbellino de emociones que me embargaban. Sabía que tenía que responder, tenía que expresar lo que sentía, aunque fuera solo para cerrar este capítulo de mi vida. Tomé la lapicera y empecé a escribir, cada palabra un reflejo de mi dolor y mi fortaleza: Querido Owen, Entiendo que hayas encontrado a tu compañera y que por eso no me vayas a escribir más, pero hubiera preferido que me lo dijeras a la cara, no por un papel. No te molestes por mí, soy fuerte. Con cariño, Grace. Al terminar la carta, sentí una mezcla de alivio y vacío. Había algo liberador en expresar mis sentimientos, pero al mismo tiempo, la finalidad de esa carta marcaba el fin de algo que había sido muy importante para mí. Con un suspiro, sellé la carta, sabiendo que este era un adiós, no solo a Owen, sino también a una parte de mi vida que ahora tenía que dejar atrás. Hacía un tiempo, mamá había sacado varios folletos de escuelas privadas, sugiriendo que quizás sería mejor para mí estar en un lugar donde no tuviera que entrenar con los lobos. En aquel momento, le resté importancia a su preocupación, convencida de que podía manejarlo, que estaba aprendiendo a cuidarme y fortaleciéndome cada día. Pero ahora, todo parecía diferente. Me sentía perdida, como si el suelo se hubiera desmoronado bajo mis pies. Con un suspiro ahogado, entré al cuarto de mi mamá, mis pasos tan ligeros que apenas hacían ruido sobre la alfombra. —Mamá, —susurré, mi voz apenas audible, reflejando la confusión y el dolor que sentía. Ella estaba sentada en su escritorio, pero se giró hacia mí de inmediato, su expresión cambiando a una de preocupación al ver mi rostro. —¿Qué pasa, cariño? —preguntó, su tono lleno de alarma. Las palabras se atoraron en mi garganta, pero sabía que tenía que decirlas. —Owen encontró a su compañera, —susurré, las palabras saliendo entrecortadas, cargadas de un pesar que parecía pesar toneladas. La expresión de mi mamá se suavizó, y sus ojos se llenaron de una comprensión dolorosa. Ella sabía lo que Owen significaba para mí, y aunque nunca habíamos hablado abiertamente sobre mis sentimientos hacia él, siempre había una comprensión sobrentendida entre nosotras. Sin decir nada, se levantó y me envolvió en un abrazo. En ese momento, su abrazo fue mi ancla, lo único que me impedía desmoronarme completamente. —Lo siento mucho, cariño, —dijo ella suavemente. Su voz era calmada, pero podía sentir la empatía y el dolor en sus palabras. —Creo que quiero ir a una de esas escuelas privadas que me mostraste, —dije, mis palabras saliendo casi en un susurro. La idea de cambiar de ambiente, de empezar de nuevo en algún lugar donde los recuerdos de Owen no estuvieran en cada esquina, se sentía como el paso correcto a tomar. Mi madre me miró, sorprendida al principio, pero luego asintió con comprensión. —Si eso es lo que quieres, lo organizaremos, —dijo ella. —¿Estás segura? Asentí, sintiéndome más segura de esa decisión que de cualquier otra cosa en ese momento. Necesitaba un cambio, un lugar donde pudiera sanar y reconstruirme. Un lugar donde pudiera descubrir quién era Grace sin Owen. —Mamá, necesito esto. Necesito encontrar mi propio camino ahora, —le dije, sintiendo una determinación creciente dentro de mí. Ella me abrazó más fuerte. —Entonces así será, cariño. Haré los arreglos necesarios. Estaré aquí para ti, siempre. En solo unos días, mi vida dio un giro completo. Mi mamá y yo empacamos mis cosas, y ella me llevó a una escuela privada ubicada a varios kilómetros de distancia de la ciudad, lejos de todo lo que conocía, lejos de Owen. En mi corazón, sabía que esta separación era necesaria, pero eso no hacía que el proceso fuera menos doloroso. Durante el viaje, el silencio reinaba en el auto, interrumpido solo por conversaciones ocasionales sobre detalles prácticos. Miré por la ventana, observando cómo el paisaje cambiaba, simbolizando mi propia transición a una nueva etapa de mi vida. —Por favor, mamá, no le digas a nadie dónde estoy, —le rogué. No quería que Owen o cualquier otra persona de mi antigua vida intentaran encontrarme. Necesitaba este tiempo y espacio para sanar y reconstruirme. Al llegar a la escuela, mi madre me ayudó a instalarme en mi nueva habitación. Era un espacio pequeño pero acogedor, un nuevo comienzo, una página en blanco en mi vida. Antes de despedirse, le prometí a mi mamá que le llamaría una vez a la semana. —Cuídate, cariño, —me dijo mi madre, con lágrimas en sus ojos. —Y recuerda que siempre puedes volver a casa si lo necesitas. Asentí, luchando por mantener la compostura. —Lo sé, mamá. Gracias por entender y apoyarme en esto, —le dije, abrazándola fuertemente. Después de que se fue, me quedé sola en mi nueva habitación, rodeada de cajas y maletas por desempacar. A pesar de la sensación de soledad y la incertidumbre sobre lo que el futuro me depararía, sentí un atisbo de esperanza. Este era el comienzo de mi propio viaje, un camino para encontrar mi propia fuerza y mi propio camino.
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