Caterina Di Pietro. Más de una semana después de lo que sucedió con Matteo Genovese, Bruno y yo estamos moviendo las cosas rápido para poder salir de la casa cuánto antes. Pero su mayor preocupación es otra cosa. Una que me ha sorprendido demasiado esta mañana en medio del desayuno a solas pues nadie de su familia quiere acercarse a mí, lo que me parece más una recompensa que un castigo. —Caterina, permíteme presentarte a Gina—dice Bruno, enseñando a una mujer diez años más grande que yo, con un porte tan elegante que grita a metros de distancia que es totalmente italiana—. Gina, ella es mi mujer. Le sonrío a mi prometido. —¿Quién es? —Nuestra organizadora de bodas—responde, dejándome estupefacta. Parpadeo sorprendida segundos luego, intentando descifrar cómo es que llegó a e