Bruno Salvatore. Los soldatos ni siquiera voltean a mirarme en lo que camino por los pasillos de la mansión. Están encargados de resguardar la seguridad de todos dentro de esta casa y también de la ciudad, pero primordialmente, deben mantener a mi padre seguro. Puede que me tomara la palabra de esa chica muy en serio, pero lo prefiero a tener que enterrar a mi padre pronto. Con la caída de la noche me adentro en mi pasillo, a punto de entrar a mi cuarto. Una sonrisa traviesa toma mi rostro cuando sé que dentro me espera Ginevra y ella jamás decepciona, a decir verdad. Cuando abro la puerta, está de pie, con una mano en su cadera y sin nada de ropa. Su cabello rubio cae sobre sus senos perfectos y redondos, con una cintura pequeña que resalta a más no poder sus anchas caderas. Sé