Bruno Salvatore. Caterina apenas puede caminar, pero se las arregla para que nadie la ayude, ni siquiera yo. En completo silencio subimos hasta mi piso donde dejo en claro a los guardias que ella se va a quedar aquí hasta nuevo aviso para que pueda subir y bajar cuando se le dé la gana. Cuando llego a mi cuarto abro la puerta permitiendo que pase primero, dejando sus pocas cosas sobre la cama. —Puedes quedarte aquí—digo—. Por allá tienes el baño, puedes darte una ducha. La cama es cómoda y si quieres algo de comer solo llama a la cocina que lo van a traer o pídele a un antonegra. Apenas llega a la cama toma asiento, buscando mi mirada. Me jode verla herida porque a fin de cuentas la ligó de arriba, pero me sorprende la fuerza de voluntad de seguir de pie aún cuando su rostro me