Todo los comentarios que leí acerca de este espectáculo de tango y lo que he escuchado por los pasillos del hotel era completamente cierto. Nunca vi algo como esto y es ahora cuando me doy cuenta de los encantos que tiene el país donde nací. Hay muchas veces donde no se aprecian estás cosas y tan solo nos centramos en lo que dicen los noticieros o como otros aspectos sociales y políticos afectan la imagen de un país, pero la verdad es que en cada rincón de mundo hay encantos que son mágicos, y este rincón del planeta está lleno de ellos.
Termino de beber lo que queda en mi copa de vino y me quedo mirando a mi alrededor como mucho de los turistas se están animando a bailar tango entre ellos. Sonrió al ver sus pasos y de repente me doy cuenta de que el hombre que está sentado frente a mi me mira fijamente —¿Sabes bailar tango? — Me pregunta de repente y niego.
—Sabes, debería saber bailarlo— Comento.
—¿Por qué lo decís? — Cuestiona y sonrió.
—Mi abuelo era un excelente bailarín de tango. Cuando era chica, él y mi abuela iban todos los fines de semana a un club de jubilados, ya sabes, ellos tenían sus fiestas y cosas… la cosa es que mi abuelo era uno de los mejores bailarines de tango y todas las señoras se morían por bailar con él—
—¿Y tú abuela? ¿Ella no le decía nada? — Me pregunta divertido.
—Ella no podía bailar, tenía mal la cadera… además, estaba acostumbrada a que mi abuelo fuera el centro de las miradas, era muy pinton*, tenía el pelo gris de una manera pareja y unos ojos color mar que eran impresionante, eso sin contar que media un metro noventa y se vestía como un galán— Relato.
—Entonces, ¿vos no aprendiste? — Averigua y niego.
—No, lamentablemente… ¿Y vos? ¿Sabes bailar tango? — Le pregunto y se sonríe.
—Algo, ¿queres bailar conmigo? —Me propone.
—No veo porque no— Respondo y él es el primero que se levanta de su asiento dejándome ver lo alto que es.
—Señorita— Murmura y me ofrece su mano para que me levante de la mesa.
—¿Cuánto medís? — Le pregunto sorprendida y se sonríe mientras que tomo su mano y me levanto.
—1,92… lo sé, soy una jirafa— Bromea.
—De seguro eras el más alto de la clase— Comento cuando vamos caminando a la pista de baile.
—Así es, y los chistes nunca faltaron— Dice divertido y me mira fijamente —Bueno te daré una clase básica de tango, se empieza con lo pies juntos— Indica y me muestra lo que debo hacer —Después das un paso a la derecha y un paso a la izquierda— Prosigue y nos hace mover —Ahora hacemos un retroceso con el pie izquierdo y un avance con el pie derecho— Enseña —Reunimos ambos pies, el izquierdo cruzado sobre el otro y reúno lo dos pies… vos cruzas los pies— Indica —Retrocede con el pie izquierdo y yo avanzo hacia el centro tuyo con el pie izquierdo y por ultimo juntamos los pies—
—Eres un buen profesor— Comento mientras que me sigue guiando.
—Tuve que tomar clases, los turistas de por si piensan que si sos argentino tenes que bailar tango— Explica haciéndome reír.
—Te creo, me lo preguntaron muchísimo en Estados Unidos y cuando les decía que no me miraban raro— Confieso mientras que reímos.
—¿En que parte de USA vivis? — Me pregunta mientras seguimos bailando.
—Orlando— Respondo y se sonríe.
—La ciudad de Mickey Mouse— Bromea y reímos.
—Hay mucho más que eso, pero si…— Respondo y se sonríe.
—Lo sé, conozco Orlando y es precioso— Explica y asiento.
—Lo es…— Murmuro y de repente él nos hace mover un poco más rápido acompañando a la canción que aumenta de ritmo hasta que de repente soy yo quien hace un mal paso y nos enredamos haciendo que casi caigamos al suelo, pero él me sujeta en el aire.
—Te tengo— Dice entre risa y me agarro de él.
—Gracias— Respondo entre risas y me ayuda a poner de pie.
—Un placer… ¿vamos por una copa? — Me ofrece y asiento.
—Dale— Accedo y en medio de risas por lo que acaba de ocurrir, vamos caminando por el lugar hasta llegar a la barra.
Tal vez esto es lo que necesitaba para olvidarme de todo lo que paso en Orlando… una noche de risas con un desconocido que no me mirara como a la pobre chica que plantaron en el altar.
—¿Qué tomas? — Me pregunta una vez frente a la barra.
—¿Algo bien argento? — Respondo con dudas y se sonríe.
—¿Fernet? — Propone.
—Fernet será— Accedo y rápidamente él le pide al camarero que nos sirva dos fernet con coca y me vuelve a mirar.
—¿Y que te trajo a Argentina? — Averigua mirándome a los ojos.
—Un desastre amoroso— Admito y se sonríe.
—Lo típico— Bromea.
—Ya sé… lo bueno es que él está financiando el viaje— Explico divertida.
—Eso está perfecto, me gusta que en vez de llorar hayas venido acá— Señala.
—No soy una mujer que le guste llorar— Explico mientras que el camarero nos da los tragos.
—Brindemos por eso— Propone dándome mi vaso y lo levantamos para chocarlos y después tomar un sorbo.
—Ufff…— Digo al probarlo.
—¿No te gusto? —
—No estoy acostumbrada, eso es todo—
—Suele pasar… ¿tenes planes después de acá? — Me pregunta y niego.
—No, ¿por? — Indago.
—¿Ves ese grupo que está allá? — Me pregunta señalando a unos seis jovenes que tendrán como 20 a 23 años.
—Si…—
—Están a mi cargo, son turistas de Neuquén que vinieron a conocer Buenos Aires, los voy a llevar a un boliche*, ¿queres venir con nosotros? — Me propone.
—Dale, no veo porque no— Respondo sonriente.
—Perfecto, como en media hora nos vamos…— Indica y sé que estoy loca por irme con un desconocido, pero a quien yo creía que conocía, termino siendo peor, asique esto definitivamente no es nada…