La realidad es que nunca en mi vida fui a un boliche* en Buenos Aires, los únicos bailes a los que asistí acá fueron en la escuela y obviamente con niños, asiqué ni siquiera cuentan. Apenas entramos al lugar, los sonidos del cuarteto* invaden mis sentidos y sonrió al escuchar está música que tanto me gusta —Vení— Me pide Neizan y me toma de la mano para así llevarme hasta el centro de la pista de baile donde no cabe un alma.
—No creía que esto sonaría en una discoteca de Puerto Madero, tenia entendido que eran más internacionales— Le comento mientras toma mis manos y comenzamos a movernos al ritmo de “que ironía” de Rodrigo.
—Es de las más argentinas en está zona de cajetillas*— Explica haciéndome reír.
—¿Crees que soy una cheta* a la que no podés llevar a un boliche* de barrio? O ¿Qué? — Le pregunto divertida mientras nos seguimos moviendo.
—No, pero tu vestido sería peligroso en un barrio normal, además, tengo a seis chicos bajo mi responsabilidad y en este lugar hay seguridad— Me cuenta y hago un gesto como aceptando su respuesta.
—Está bien, te acepto la excusa— Murmuro y volvemos a separarnos siguiendo el ritmo de la canción.
Él me acerca a su cuerpo una vez más e inventa vueltas que me hacen reír hasta que la canción termina —¿Tomamos algo? — Me propone y asiento.
—Por favor, hace calor— Me quejo y él sin separar su mano de mi espalda baja, me guía hasta la barra.
—¿Qué queres tomar? — Cuestiona.
— Gin-tonic está bien— Respondo y de inmediato el pide dos gin-tonics — Sabes, donde yo vivo, las discotecas están abiertas solo hasta las dos de la madrugada— Comento y me mira sorprendido.
— ¿De verdad? — Cuestiona y asiento.
—Si, es que es hasta la hora que pueden vender alcohol, a las dos de la madrugada te prenden las luces y básicamente te echan del lugar— Le confieso haciéndolo reír.
—Acá a esa hora recién empieza la fiesta, asique hasta las seis de la mañana no te podes ir de acá— Aclara y asiento.
—Lo sabía, y me gusta… en Nueva York es hasta la cuatro, al menos son dos horas más— Explico divertida.
— ¿Y en Las Vegas? ¿Estuviste ahí? — Me cuestiona y asiento.
— Si, y ahí la fiesta si es todo el día y toda la noche— Respondo recordando los buenos momentos ahí.
—¿Y porque iras a Neuquén? Si bien hay algunos lugares con fiestas muy buenas, es más bien tranquilo— Me cuestiona haciéndome sonreír.
—Soy paisajista, me encanta la naturaleza y para serte sincera, también tenia una cuenta pendiente para visitar el sur del país. — Le cuento.
—Interesante, entonces, salud por las cuentas pendientes— Propone.
—Salud— Respondo y chocamos nuestras copas cuando de repente suena una cumbia villera* de esas viejas que nunca pueden faltar y soy yo quien ahora lo toma de la mano y lo lleva a la pista de baile.
—No te imagine bailando esto— Me dice al oído y rio.
—Estoy en Argentina después de haber pasado uno de los peores momentos de mi vida, créeme que la quiero pasar bien— Me defiendo y siento sus manos girándome para que pegue mi espalda a su pecho y así movernos al ritmo de la canción.
—¿Qué tan bien la queres pasar? — Me pregunta al oído y siento sus manos paseándose por mi abdomen mientras que nos seguimos moviendo y sonrió triunfal.
《Tal vez esto no sea una mala idea… Quizás lo que necesito ahora es justamente esto, un poco de diversión》
Me giro para volver a quedar de frente con él y le sonrió de manera cómplice —La quiero pasar muy bien— Le respondo y ahora es él quien sonríe triunfal.
Sin apartar sus ojos oscuros como la noche de los míos, él acerca su boca a la mía y estudiando mi reacción, remueve toda la distancia entre nuestros labios para besarme como si no hubiese un mañana, y es que en realidad no lo hay. Entre él y yo solo existe el ahora y no quiero que exista nada más. Su lengua invade mi boca mientras que la mía hace lo mismo con la suya y de manera insensata llevo mis manos a su pelo mientras que él lleva las suyas por todo el largo de mi espalda enloqueciéndome —Besas como las diosas— Me susurra entre besos y me sonríe para después volver al ataque haciendo que me esmere un poco más y quiera que todo esto vaya un poco más allá. Necesito sentirme viva después de que ese hijo de puta me matara hace un par de días…
—Sácame de acá— Le pido entre besos.
—Le digo a mi amigo que se encargue de los chicos y vos y yo nos vamos de acá, ¿te parece? — Me propone mirándome a los ojos y asiento.
—Dale, te espero…— Respondo de inmediato y me da un beso más de esos que me dejan con ganas de más para después alejarse por un instante y darle instrucciones a su amigo.