Desperté más relajada de lo que recordaba haber despertado en mucho, mucho tiempo. El sol se colaba por la ventana y no pude evitar evocar en mi mente los sucesos de la noche anterior. Había sido muy bueno, pero me regañé internamente por estar desvinculándome de mi principal objetivo, acabar con Mauricio. Tenía que acabar de dejar de lado de una una maldita vez esta fuerte conexión que estaba sintiendo con él, constantemente me tenía que estar recordando que él era la mano derecha de Aracelio Iglesias, el hombre que había asesinado a mi padre, que había destruido mi vida y la de muchas más personas. Giré en la cama y me sorprendí de encontrarme sola, y también sentí una pequeña punzada de decepción, Mauricio había dicho que estaría cuando despertara, pero no estaba. Pero eso no era lo que realmente importaba, sino el ¿Por qué yo le había creído?, y más aún ¿Por qué si quiera me importaba y afectaba que no hubiera cumplido su promesa?.
Me levanté de la cama y busqué mi ropa con la idea de vestirme y salir de allí. El que Mauricio no estuviera no significaba que el plan no siguiera adelante, ayer había sido un día muy productivo, ya casi podía asegurar que tenía a Mauricio en mis manos, ahora venía la parte más importante de todas, hacerle ver que yo necesitaba su protección, que estaba en peligro en mi matrimonio y que solo él podría salvarme, para que así confiara ciegamente en mí.
Salí de la habitación con el cabello hecho un desastre y los zapatos en mis manos, parecía una adolescente escapando después de haber hecho algo malo, pero era la impresión que necesitaba dar, la de una mujer que estaba completamente pérdida y asustada de lo que pudiera pasar. Sabía que a Mauricio le informarían de mi estado alguno de los hombres que tenía apostados en la puerta. Solo que me sorprendí al encontrarlo a él empujando un carrito de servicio del hotel miestras le daba indicaciones a sus hombres.
Me detuve en seco en el momento en que su mirada se cruzó con la mía, e incluso se me seco la boca al verle, estaba guapísimo con los pantalones de cintura baja que llevaba y su torso al descubierto. Pero lo que más me impresionó fue que estuviera guiando el carrito de servicio cargado de comida. ¿Acaso pensaba llevarme el desayuno a la cama? ¿Había sido por eso por lo que no estaba a mi lado cuando desperté? Y por muy mal que sabía que estuviera, no fui capaz de poder contener la ola de emociones que me inundó, y me hizo una gran ilusión que ese hombre que estaba frente a mí, que sabía era un mounstro, un asesino, se tomara la delicadeza de tener un gesto tan bonito como el de encargarse de llevarme el desayuno a la cama personalmente. No entendía porque me estaba sintiendo así, tampoco es que fuera la primera atención que un hombre tenía conmigo, ni la primera vez que me llevaban el desayuno a la cama, pero lo que estaba sintiendo esta vez no lo había sentido ninguna otra.
—¿A dónde vas Patricia?—preguntó con esa voz ronca que era capaz de seducir a cualquier mujer. Pero su voz fue lo que precisamente me hizo volver a la realidad, me puso nuevamente los pies en la tierra, yo no estaba aquí para ligar con él y dejarme llenar de atenciones. Estaba aquí para engañarlo, ganarme su confianza y finalmente acabar con él. Tenía un papel que interpretar y un objetivo que cumplir, y no podía ni iba a permitir que nada arruinara mis planes.
—A enfrentar mi realidad—dije con la voz sin ningún tipo de emoción. Aunque en mi cara traté de reflejar el temor que se suponía debía de sentir por enfrentar a mi supuesto esposo— no debes preocuparte por Mario, te mantendré al margen en todo momento, nunca sabrá que pasé la noche contigo. No voy a permitir que te veas envuelto en un problema que no es tuyo—y después de decir eso pretendí marcharme de ahí. Pero Mauricio, haciendo justamente lo que había esperado que hiciera, me tomó del brazo con fuerza suficiente para detenerme pero sin llegar a lastimarme.
—No voy a dejar que vuelvas a estar un solo minuto más con ese animal, menos después de lo que sucedió anoche. Patricia por favor, entra en la habitación y hablemos—dijo sonando amable pero su voz era dura en una clara advertencia de que no quería que lo contrariara. Yo fingí que dudaba sobre si realmente entrar o no, estaba segura de que entraría pero debía hacerle creer a él que no sabía que hacer. Debía parecer que tenía miedo de la reacción que pudiera tener mi esposo.—Por favor—repitió una vez más ,esta vez dulcificando un poco su voz, pero igualmente no espero mi respuesta y de una forma muy sutil me guío nuevamente hacia el interior de la habitación mientras con la otra mano seguía empujando el carrito de servicio.
—Mauricio, no creo que está sea una buena idea. Mario debe estar realmente furioso, anoche desaparecí, después de que le humillé delante de todos en el hotel—comencé a decir con la voz preocupada como si realmente sintiera aprensión de las consecuencias de los actos de la noche anterior. Me senté en la esquina de la cama y tapé mi cara con mis manos como si no supiera lo que iba a hacer, como si estuviera pérdida y angustiada—Si se entera de que pasé la noche contigo, es capaz de matarnos a los dos, no debí de haberme dejado llevar por mis impulsos, tampoco por el alcohol. ¡Por Dios! ¡Toda la tarde de ayer fue un completo desastre!
Él se acercó a mí y poniéndose de rodillas para quedar a mi misma altura, tomó mi barbilla con una de sus manos para que alzara la cabeza y con la otra retiró mis manos de mi rostro con una delicadeza increíble. Yo le miré con la desesperación plasmada en mis ojos y él me devolvió una mirada que solo transmitía seguridad.
—Si ese hombre te pone una sola mano encima, el que terminará muerto será él. Patricia te lo preguntaré una vez más, ¿Qué hace una mujer como tú con un cobarde como él?—dijo con la voz rota como si la situación que supuestamente yo tenía le afectara, como si le importara. Pegó su frente a la mía y nuestras respiraciones se mezclaron hasta volverse un mismo aliento. Tenía sus labios tan cerca que casi rozaban los míos y tuve que contener el impulso de morderlos o terminaría arruinando todo.
Cerré los ojos e inhalé profundamente deleitándome con el olor de su loción. Aunque para él debió de parecer un gesto de desazón, finalmente abrí mis ojos y me aparté unos centímetros de él. Si realmente quería que se tragara toda esta historia y lograr tenerlo en mis manos tenía que responder esta pregunta, o quizás no, tal vez podía tan solo matarlo en este mismo instante, al fin y al cabo ese siempre había sido el plan, acercarme lo suficientemente para aniquilarlo. Solo que había algo en mi interior que no me dejaba hacerlo, que me impulsaba a estar cerca de él, aunque fuera a base de mentiras. Y sinceramente la duda que mostraba mi rostro en este instante no era una simple fachada, realmente dudaba, dudaba en que si debía matarlo o no, o mejor dicho, en que si sería capaz de hacerlo.
—Yo solía ser una mujer que vivía para su familia, éramos solo mi papá y yo, él siempre había estado para mí, era el mejor hombre y padre que en este mundo pudiera existir—comencé a decir y mis ojos se terminaron anegando de lágrimas al recordar a mi padre, aún dolía demasiado pensar en él, en la estupenda persona que había sido. Pero Mauricio necesitaba una respuesta y nada era más creíble que la propia verdad tergiversada—Un día mi padre enfermó, no sabía que hacer y entonces apareció Mario. En ese momento él no era el hombre que es ahora, era un hombre muy bueno, que me apoyó en todo momento y me ayudó a luchar contra la enfermedad de mi padre. Nos casamos rápido ,así mi padre tendría derecho al seguro médico de Mario, solo que ahí fue cuando empezó a cambiar. Yo no me di cuenta, estaba tan absorta en la enfermedad de mi padre que cuando me vine a percatar ya estaba atrapada en lo que sería un infierno. Luego mi padre falleció, mi mundo se destruyó y terminé así, atada a algo de lo que no puedo escapar—terminé de decir la última frase en un susurro casi inaudible, como si lo hubiera dicho más para mí que para él, solo que sabía que él lo había escuchado. Cuando volví a mirarlo su mirada y expresión fueron indescifrables, sus ojos solo reflejaban la tormenta que era capaz de desatar y su cara no tenía la más mínima expresión. Juro que pensé que todo se había ido al diablo, hasta que habló y me dejó completamente anonadada con sus palabras.
—Si me dejas, yo puedo hacerte escapar de ese infierno—dijo lo suficientemente bajo para hacer que se escuchara como la invitación más tentadora del universo, para luego reclamar mis labios en un tórrido beso al que no pude evitar reaccionar, el cual él rompió para decir aún con sus labios pegados a los mios—Solo di que sí y quemaré el mundo por ti.