Llevaba más de una hora sentada en el bar del hotel. Después de que había salido de la piscina tras esa supuesta pelea con Saúl, había venido hasta aquí a supuestamente beber para ahogar las penas como haría una esposa con un matrimonio en crisis. Contaba con que tarde o temprano Mauricio acabaría apareciendo como hacia cada noche y me hallaría aquí.
Honestamente no paraba de mirar disimuladamente hacia la puerta a la espera de que ésta se abriera y él entrara por ella. Pero lo que más me abrumaba era que lo hacía involuntariamente, cuando me venía a dar cuenta ya estaba vigilando la puerta de nuevo o si sentía el sonido de la campanilla me sobresaltaba al pensar que era él quien llegaba. Algo en mí se estaba revolucionando, sentía una gran ansiedad por volver a estar cerca de él y lo que más me abrumaba era que realmente no solo era por el plan, no solo era por la venganza contra su jefe. Me gustara o no tenía que admitir que algo más estaba pasando entre Mauricio y yo, y ese algo nos afectaba tanto a él como a mí.
—Me gustó mucho tu actitud hoy en la piscina, me faltó muy poco para ser yo quien le lanzara al agua—dijo la voz del hombre que tanto había estado esperando por que apareciera justo sobre mi oído derecho. No pude evitar el escalofrío que recorrió todo mi cuerpo al sentirle tan cerca—¿Bebes para ahogar las penas? ¿No crees que una mujer como tú debería estar disfrutando de una noche tan bella como la que hace hoy?—dijo apartándose de mí y sentándose en la butaca que estaba junto a la que estaba ocupando. Pidió un trago al camarero y centró su mirada en mí mientras daba el primer trago a su bebida, y no pude obviar lo sexy que era la imagen que me proporcionaba en ese instante.
—No bebo para ahogar ninguna pena, lo hago para tratar de emborrachar a la fiera que llevo dentro y amenaza con salir y si eso pasa te puedo asegurar que no será nada nada bueno—dije tratando de parecer algo colocada, a pesar de llevar todo este tiempo en el bar solo había consumido una cerveza y la que tenía sobre la barra en ese momento estaba prácticamente entera—A ti te gustó mi actitud, a mí marido te aseguro que no le gustó ni un pelo. Pero respóndeme algo, ¿Por qué razón un hombre como tú se involucraría en la pelea marital de dos completos desconocidos?
—Tal vez porque hay algo en ti que me hace sentir que no eres una completa desconocida. Siento como si hubiera un lazo que nos uniera, una fuerza que nos atrajera. Pero también porque no soporto ver como un hombre no es capaz de valorar a la mujer que tiene a su lado—dijo y sus primeras palabras hicieron estragos en mí, pero decido culpar a la cerveza y el cansancio—¿A qué te refieres con lo de un hombre como yo? ¿Y por qué no simplemente dejar salir a esa fiera y que pase lo que tenga que pasar?
Reí ante su última pregunta. Verdaderamente no tenía idea de lo que pasaría cuando liberara a la fiera que hay en mí, solo que cuando descubrirá que al único que perjudicaría sería a él y a su jefe sería demasiado tarde.
—Un hombre correcto, de negocios. Un caballero que sabe como hacer sentir bien y tratar a una mujer. Un buen hombre—le dije y di un nuevo trago a mi cerveza. No me pasó desapercibida la casi imperceptible sonrisa burlona que tan rápido como apareció en su rostro se borró. Sabía que todo lo que había dicho era mentira pero él kit de toda esta historia estaba en que él no supiera que yo lo sabía.
—Créeme cuando te digo que soy todo menos una buena persona. No soy un buen hombre y mucho menos un caballero, Patricia. Lo único cierto en tus palabras es que soy un hombre de negocios, negocios que no muchos aprueban y menos se atreven a hacer y que sí sé muy bien como tratar a una mujer y hacerla sentir muy, muy bien. Y solo haría falta una palabra tuya para que te hiciera sentir así a ti también—No tuve a penas tiempo de recepcionar sus palabras cuando sus labios se apoderaron de los mios de una forma pasional y posesiva. Antes de que mi cabeza fuera consciente de lo que sucedía ya mi cuerpo me había traicionado y le devolvía el beso con el mismo fervor.
—Muestrame como—dije separándome solo el espacio necesario para susurrar solo esas dos palabras y volver a adueñarme de sus labios.
Él me tomó entre sus brazos y yo enrosqué mis piernas sobre su dorso, todos los presentes en el bar nos debían de estar observando pero por primera vez en mi vida no me importaba exibir lo que estaba sintiendo. Caminó conmigo en sus brazos hasta el ascensor y no paramos de besarnos en ningún momento. Cuando nos llegó el elevador y sonreimos al ver como abría mostrando a una joven pareja haciendo lo mismo que nosotros.
Entramos a su habitación y era realmente espaciosa, a mi parecer debía ser la más grande del hotel. Pero no tuve tiempo de admirarla demasiado. Mauricio volvió a devorar mis labios y lo hizo con verdadero devoción. Yo solo me deje llevar por la emoción del momento y todo lo que estaba sintiendo. Nunca un hombre me había besado de la forma en que él lo estaba haciendo, tan vehemente, desenfrenado y febril, ni había provocado en mí este deseo tan lascivo, libididoso y carnal.
Desnudé su torso y me maravillé al ver lo bien formado que estaba su abdomen, era una verdadera delicia. Él recorrió mi cuerpo con una delicadeza que nada tenía que ver con la lujuria de segundos antes, pero sus ojos sí seguían ardiendo con la misma intensidad. Me colocó totalmente desnuda en la cama imperial de la habitación y me miró con auténtica adoración. Los hombres en momentos como este solían observarla a una con deseo, ansias y pasión, pero Mauricio me estaba venerando con su mirada y eso me fascinó.
Recorrió todo mi cuerpo con su boca y en cada uno de los lugares en los que su lengua hizo contacto con mi piel envío pequeñas descargas de fuego por todo mi cuerpo. Estaba más ardiente y deseosa de lo que nunca había estado en mi vida, ningún hombre me había llevado al límite tan fácilmente, ni siquiera Fabián.
Al pensar en él me sentí repentinamente culpable. Lo que estaba haciendo no estaba bien, yo le amaba y no debía de estar desnuda en la cama de otro cuando nos íbamos a casar y menos aún ansiosa de sentirle dentro de mí. Pero era algo que no podía evitar sentir, había pasado días luchando contra ello, negándomelo, pero ya había estallado y no había vuelta atrás, además de que yo tampoco quería retroceder. Fabián no tendría porque enterarse de esto, cuando todo acabara volvería a su lado, donde era mi lugar y sería como si esto nunca hubiera pasado. Mauricio se deshizo de sus pantalones y la vista que me proporcionó me encantó.
Observé cada uno de sus movimientos mientras se colocaba el preservativo, pero prácticamente perdí el sentido al sentirle posicionarse en mi entrada y la ola de placer que me invadió al penetrarme fue descomunal.
***
—¿Cómo te sientes?—me preguntó Mauricio con una sonrisa en su rostro en cuanto nuestras respiraciones se normalizaron. Este sin dudas había sido el mejor polvo de mi vida y si no fuera por lo agotada que estaba en ese momento no me lo hubiera pensado para repetirlo. Este hombre era increíble en la cama, pero sobretodo priorizaba el placer de una antes del propio, algo que muy pocos hombres eran capaces de hacer.
—Fabulosa, aunque estoy muerta. Nunca me había cansado tanto tras hacer el amor—dije aún con la respiración algo agotada y mis párpados casi que se cerraban por si solos. No me quería dormir aún, quería observar a Mauricio un poco más. Tenía su pelo n***o revuelto y pegado a la frente a causa del sudor, sus labios estaban hinchados y sus mejillas aún tenían un color febril. Lucía tan cautivador que era capaz de robarme el poco aliento que me quedaba. Él acarició mi cabello de manera tierna y cerré mis ojos conteniendo las lágrimas porque lo hizo de la misma manera en que mi papá solía hacerlo cuando era pequeña.
—Es normal que estés exhausta, ha sido un día bastante largo y cargado de demasiadas emociones. Y en cuanto a lo de agotarte tras hacer el amor lo tomaré como un cumplido. Sí quisieras podría hacerte el amor de la misma forma cada noche, solo es tu decisión y te alejaré de ese tipo que tienes por marido, nunca más podrá tocarte
—¿Cómo?—dije luchando contra el cansancio, pero a la vez satisfecha no solo por la maravillosa noche que me había brindado, sino porque todo había salido justo como lo habíamos planeado.
—Descansa , mañana con más calma pensarás sobre ello. Ahora duerme, te prometo que cuando despiertes estaré a tu lado—besó mi frente y continuo acariciando mi cabello y yo me dejé vencer por el sueño.