La redención

1609 Words
Se dice que «De todo lo malo siempre hemos de sacar algo bueno», y sí que era difícil verle lo bueno a esta situación, no era nada alentadora, y aun no comenzaba a vivir lo que me marcaria para siempre. Lo más importante que se debe saber es que Redalogium es una prisión, aunque no lo parezca ya que es hermosa, como todo en este maldito lugar, me refiero a Velum. Sin embargo, si algo sé de Velum es que todo lo que parece hermoso esconde un lado oscuro. Lo que el velo esconde. –¿Qué significa? –preguntó Oliver mientras señalaba al enorme cartel de piedra tallada, palabras claramente visibles sobre aquella roca perfectamente ubicada mostraban el mensaje, uno que en su momento no entendí, pero no tardaría en convertirse en mi frase del día. Antes de dormir, comer, respirar, los fines de semana, las venatio, todo; todos y cada uno de los días se empieza redimiéndose, profesando la frase como a un mantra, como esperando a que entre en la cabeza el mensaje, así sea por repetición. –«Redemptionem ad lapsos non effugium». –leí por primera vez. –Dice: «La redención no es un escape para los caídos» –tradujo Sonya mientras caminaba cabizbaja. El calor de aquel lugar era potente, una especie de vapor húmedo nos recorría a todos los presentes, y estaba dejando las consecuencias en la pobre rusa quien sudorosa apenas podía continuar en pie después del ajetreo de hacía solo unos instantes atrás, sus mejillas se habían hinchado tanto que creí que le nublarían la visión, lo que en este momento no parecía demasiado conveniente. No es que ella ame tener las mejillas hinchadas ¿No crees? Nos pusieron en fila en cuanto se percataron de nuestra distracción, siendo esposados uno tras otro, como si fuésemos reos completamente. Así no se trata a servicio comunitario. Comenzaron a gritar y Sonya no tuvo que traducir para darnos cuenta de que claramente era una especie de «¡Muevanse!». Como pudimos íbamos avanzando, a rastras y muy lentamente, siendo jaloneados y empujados por los no tan amables guardias que recibían el nombre de «Custodes» que significa básicamente «Guardianes». El primero en la fila era Zen, quien dirigía nuestro paso, y en definitiva estuve agradecida por ello, pues de todos nosotros él era el más alto y el que parecía menos débil, por lo que, si alguien tropezaba, porque podía suceder ya que íbamos por un camino demasiado empinado, podría disimular tras él. Luego de Zen estaban Nino y Oliver, la primera de las chicas, contrario a lo que creí, era Sonya, aunque el Custodes se había empeñado en ella, otro guardia nos esposó, creando la formación, y por lo visto era su superior porque ni siquiera se atrevió a cuestionarlo. Luego de ella iba Lina, y por último estaba yo. Claramente A duras penas continuábamos avanzando, el camino parecía cada vez más empinado e incruzable, para colmo íbamos descalzos y lo que antes fue un verde campo con pastizales frescos se había convertido en un camino de piedra que debido al sol estaba hirviendo, seguro mañana tendría ampollas en mis callos, y no sería la única. En un momento me atreví a cuestionarme el paradero de mis zapatos, pero no hice demasiado hincapié en ello, en lugar de ello, trate de no pensar en aquel insoportable dolor que irradiaba de entre mis pies, así fue hasta que resbale y mi cara dio contra el suelo caliente, ni siquiera pude frenar mi caída debido a mis manos atadas. ¡Mierda! –¡Del! –chilló Oliver adelante, en lo que notó que había caído– ¿Estas bien? –¡No! –exclamé– ¿Cómo demonios podría estarlo? –Adela… –Me duelen los pies, y ahora les freno a ustedes porque no puedo ponerme de pie. Estaba exasperada, furiosa y un poco frustrada. ¿Podrían culparme por ello? –Adela –era Sonya, su voz era del todo diferente de cómo le había hablado al guardia, ahora era tan dulce y aterciopelada, hermosa como ella, a pesar de sus moretones y rostro hinchado. Apenas pude alzar la vista, los guardias venían en camino, seguro me golpearían, o a los otros. ¡Demonios! ¿Cómo es que habíamos terminado así? –Al menos las rocas calientes parecen devolver la sensación entre los pies –dijo Nino de pronto. Eso me dejo pensativa, era cierto hasta cierto punto, me dolía el cuerpo entero y particularmente los pies, era una dolorosa sensación, pero real, mía, tan diferente de hacía un rato cuando mis sentidos estaban adormecidos. No obstante, ese comentario había sido tan particular, esa capacidad para hacer que una cosa negativa no sonara tan mal, no a modo de chiste como Zen u Oliver hacían, era más bien como… la forma en que lo dijo me recordó tanto a… –Alex –dije–, eso sonó como Alex. Todos callaron, parece que nadie había pensado en el Velumniano sino hasta este punto, incluso yo misma debía admitir, que no había pensado mucho en él. Un gritó ensordecedor fue propinado por uno de los guardias, no era el mismo que los anteriores, entonces sentí una mano sobre mi espalda y fui levantada como si pesase menos que un papel, con total facilidad. El guardia me puso sobre mis pies y grito cerca de mi rostro algo que no comprendí, pero obviamente era un reclamo, y no sabía que era lo más tortuoso, sus gritos, su aliento o las gotas de saliva que salpicaron sobre mi rostro y por mis manos esposadas no pude limpiar. Retomemos el camino con el mismo paso de antes, cada paso un nuevo dolor, pero las palabras de Nino habían dado un vuelco en mí, y ahora no sentía el dolor como una carga, al menos no del todo. Que buen truco de manipulación. Me preguntaba si a los otros les pasaba igual cuando otro grito se hizo presente. Nos detuvimos porque Sonya así nos lo indicó, lo mismo que mantuvimos la cabeza gacha porque así nos lo ordeno ella, solo para entonces escuchar al hombre hablar. No logramos entender ni media palabra, lo único que teníamos presente es que estábamos en la cumbre de la colina. Aquel sujeto gritaba y yo solo me percataba de mis brazos adoloridos por la posición, mis mejillas inflamadas, mis pies casi sangrando, mi cuerpo agotado y sudoroso, mi deshidratación y, sobre todo, mi miedo a que era lo que vendría. En este punto, me centre en la fortaleza, ahora se notaban los detalles a la perfección, «Redalogium» era sin lugar a dudas un palacio, cornisas perfectas, vitrales luminosos, gárgolas. ¿Quién demonios usa gárgolas en una estructura en el siglo XXI? Pues Velum. Porque todo en Velum es extraño y anticuado. Lo que no era raro era ver a sus bloques brillar, todo en este maldito lugar brillaba como si tuviesen incrustados diamantes. Me recordó a Luminus y su edificio enorme que de solo verlo creías estar en el sol o en una llamarada. –¡Bienvenidos a Redalogium prisioneros! –tradujo Sonya cuando el tipo por fin se había callado– Están aquí porque han cometido crímenes atroces en contra de la gran República de Velum, faltando a nuestro Imperator y a su noble labor, por lo que han de pagar una condena indeterminada, y por sus crímenes han de servir a la nación hasta que el justo Imperator conceda su perdón. Justo mi trasero. –Menos mal que es justo –susurro Lina. –¿En serio está diciendo toda esa porquería? –espetó Oliver. –¡Shh! –sisee. –Serán tratados como al resto de los reos –continuo Sony–, dependiendo de sus destrezas indicaremos el trabajo que han de realizar, basado en su rendimiento y comportamiento decidiremos su premio o su castigo, recibirán tratamiento para heridas y ropa adentro y cada uno será asignado a una celda ¿Quedó claro? No sabíamos si lo correcto era responder o no, la deshidratación me estaba nublando la vista. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que había tomado agua? ¿Qué me habían inyectado que me tenía tan atontada cual intoxicación? –Chicos –nos llamó Sonya, claramente igual de cansada que el resto de nosotros– pregunto si quedo claro. –¿Y que se supone que contestemos? –preguntó Nino. –Ta vez esperan un «¡Si señor!» –asumió Zen. –O un Hail Hitler –repuso Lina, lo cual me habría hecho gracia de no ser por la circunstancia. El frío y la humedad, junto con la presión llegaron a mi cuerpo de forma abrupta antes de siquiera percatarme de lo que era o de dónde provenía. Quise abrir la boca, porque estaba sedienta, pero la presión me lastimaba casi tanto como las cadenas que me sujetaban mientras el agua continuaba empapándonos por completo, saliendo de diferentes puntos, haciéndome temblar y magullándome. Cuando hubo finalizado, solo pude beber de aquello que se escurría por mi rostro o mi cabello empapado, que no era mucho, pero era algo, y al menos ya no dolía. El custodes volvía a hablar, y Sonya tradujo mientras temblaba. –De ahora en más no hablarán en ese idioma tan grotesco que comparten –dijo–, aprenderán el idioma de los santos e inmaculados y con un poco de suerte imitarán su conducta. Esperemos que eso los ilumine y así renueven sus culpas… –¡Vibat Imperator! –exclamó el custodes, y los demás a su mandó repitieron lo mismo, solo entonces nos dejaron pasar.
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