Primer día en el infierno.

2555 Words
Antes de saber adónde iba, desperté, primero que todos, sintiéndome algo aturdida, eso que me habían inyectado no era diazepam, era algo sin duda más potente, algo que me había dejado totalmente embotada y con la cabeza pesada, rogando por algo de agua, como si tuviese resaca. Cuando mis sentidos comenzaron a activarse, me encontré con un escenario bastante particular. Estábamos en una especie de cabina, la luz era casi inexistente, lo único que me permitía divisar a quienes estaban a mi alrededor eran pequeños rayos de luz que se filtraban por las rendijas de la misma cabina. Aún con una luz pobre, podía ver a mi amigo chino austrialiano frente a mí, aún inconsciente, sus mejillas aun hinchadas por los golpes que antes le había propinado el Imperator hacía… No tenía idea de cuánto tiempo atrás. A su lado podía ver a los mechones rubios salir hacia el frente de aquella mandíbula angulada, Sonya estaba al lado de Nino, seguida de Oliver al final de la fila, con el cabello hecho nada y la ropa arrugada. Viendo como sus cuerpos se iban de lado a lado me percate, antes de sentir, que la cabina estaba en movimiento por lo que debíamos estar en un vehículo O encima de uno. Mi cabeza aun daba vueltas cuando intenté moverme, solo entonces descubrí que estaba esposada, mis piernas atadas por completo y mis brazos extendidos, uno a cada lado, atrapados por unas correas que me pinchaban, al moverlas hacia un ruido metálico, por lo que en definitiva tenía cadenas también, y dada la posición me dio la impresión de que debía parecer una crucificada. Y yo que creía que su religión era su maldito Imperator. Volví mi mirada a un lado, encontrándome con Zen, aún dormía. Lina por otra parte debía estar demasiado lejos, ya que no la encontraba, tal vez fue un error buscarla, debí anhelar que no estuviese allí. Antes de ir allí y ser encarcelada nunca había estado en una prisión, no en una real, en varias ocasiones había ido a la comisaría cuando mi madre había desaparecido. No, no desapareció, fue secuestrada y ahora esta muerta. El impulso de tocar mi cuello se apodero de mí, pero por obvias razones no pude ni siquiera acercarme, de igual forma no habría encontrado nada, porque se lo había entregado a Miriam, pensando en que, si yo no lo tenía, el Imperator tampoco. El vehículo freno de golpe, moviéndonos a todos de forma tan brusca que al momento todos mis amigos del Club de los Atrevidos, todos menos Alex por supuesto, despertaron de golpe. –¡Chicos! –exclamé con euforia– ¿Están todos bien? –Define «Bien» –me respondió Lina–, porque yo no siento ni mis piernas ni mis brazos. –Al menos despiertas sin verte tan amargada –dijo Zen. –¿Cómo lo sabes? ¡No se ve nada! –Por eso es que lo sé –garantizo, y casi puedo sentir como le dirige una sonrisa a la Ucraniana y como esta le remiraba los ojos. –¿Dónde estamos? –era Oliver– ¿Por qué todo esta tan oscuro? ¿Quiénes estamos aquí? –Todos –respondí al portugués que sonaba muy angustiado. –¡Maldita sea! ¡Ese sí que fue un buen pace! –añadió Zen, parece que él siempre se despierta con humor aún en una situación así– ¿Creen que me den el nombre de lo que usaron? –No seas idiota Zen. –¿Eres tú Sonyi? –preguntó, pero la rusa no respondía. –Fui yo –admitió Lina. –¿Sonya? ¿Nino? –llamé a ambos. Como Nino estaba frente a mí, pude ver como agitaba su cabeza, aún continuaba saliendo del trance, pero estaba respondiendo. Sonya por su lado, parecía continuar inconsciente. –Nino, háblame –pedí– ¿Sonya? El vehículo se detuvo, moviéndonos una vez más, entonces Nino pareció espabilarse, pero Sonya aún parecía inconsciente. Iba a volver a hablar cuando la puerta de la cabina se abrió de par en par, dejando que la luz encandiladora llenase mis pupilas, haciéndome cerrar los ojos abruptamente. –¡Despierten sabandijas! –gritó un hombre con apariencia de soldado. Llevaba un uniforme con estrellas y solapas, tal vez honores al mérito o rangos, desconocía como se veían en Velum, pero que supiera los guardias que me habían capturado tenían un uniforme diferente a ese, creo. ¿Crees? ¿No lo sabes? ¿En qué mundo andas? El guardia recibió la compañía de otro que parecía tener aún más medallas en su uniforme gris, tal vez era su superior. Aún con la luz encandilándome pude notar algo que conocía, un timbrado especial en el traje del guardia, una cascada de nubes grises, rodeada por el círculo azul y los patrones dorados, con las letras escritas al final que indicaban que era el escudo de Velum. Maldito país. El guardia que había determinado era el superior, comenzó a hablar en latín, por supuesto, no entendimos nada; la única que sabía latín de nosotros aún no despertaba. Y el otro no está por estos lados. –¿Qué dice? –pregunté, pero no recibí respuesta de nadie a mi alrededor. »No le entiendo –insistí, a él no pareció gustarle eso, pues en seguida vocifero algo y procedió a darme una cachetada que hizo a mi mejilla ya de por sí entumecida volver a sentir la inflamación y el dolor. –¡Maldito desgraciado! –era Oliver– Desátame y veamos quien es más fuerte. –¡Oliver! –exclamé para que se calmara, pero entonces Nino intervino. –No nos desatara, no tiene los cojones para ello. Lo mire extrañada. ¿Este era el mismo Nino que hacía un rato había pedido a Lina que se callara para que no le propinasen un golpe? El guardia volteo en su dirección, por lo visto su ingles no era muy bueno, porque al momento le miro con desconcierto, deteniéndose frente a él, incitándole a que repitiera lo que acababa de decir, pero Nino sonreía con absoluto descaro, no sé qué le había pasado a mi amigo, él de todos nosotros era el más tranquilo. ¿Qué demonios le metieron en el cuerpo? –Rogo: Ubi sumus? –tradujo Sonya, despertando en el momento ideal. A continuación, otra bofetada, no a Nino, sino a Sonya, una que fue tan sonora que me hizo moverme y lastimarme en el proceso. Él le grito algo, pero ella mantuvo la cabeza gacha. –¡Sonya! –gritó Zen de asombro, en acción tardía. –¡Cállate! –ordenó a Zen–, o te golpearan también. El guardia murmuro algunas palabras, pero no entendíamos nada, sin embargo, Sonya no dejaba de mirarle como si fuese una escoria, y no podía culparla por ello. –¿Que dice Sonya? ¿Dónde estamos? –esta vez fue Oliver que empezaba a recobrar el movimiento de sus brazos, solo para descubrir que, como todos los demás, estaba esposado. Sonya hizo un gesto que fue lo más parecido a encogerse de hombros, aunque dada la posición era difícil visualizarlo con claridad. –No me lo ha dicho. El guardia continuaba hablándole a Sonya desde la cercanía mientras ella cerraba los ojos con notable desagrado con cada palabra que el guardia emitía, claramente o lo que decía era muy molesto y le desquiciaba, o su dolor de cabeza de verdad debía de tenerla mareada y ese guardia solo lo empeoraba hablándole de tan cerca. –¿Que te está diciendo? –insistía Nino en saber. –¿Que importa? –dijo Lina restándole importancia– Seguro es que no quiere que hablemos. –Escuche Imperator –añadió Zen–, tal vez extraña mucho a su supremo líder. Zen comenzó a sisear, captando la atención del guardia. –¿Te sientes solo amigo? ¿Has probado el desodorante o no existe eso en Velum? –dijo mientras olfateaba alrededor– ¡Puaj! Creo que deseo volver a estar inconsciente. Una risa se me escapo, esta no era en absoluto la situación idónea para reír, pero Zen había conseguido sacarme una sonrisa de la forma más estúpida e inesperada que se le había ocurrido, y no solo a mí, Nino y Sonya, a quien supongo iba más aquella broma para distraerle de su insoportable compañero. –Creo que los que apestamos somos nosotros amigo –alegó Oliver. Zen volvió a olfatear alrededor. –¡Vaya! –exclamó– Tienes razón ¡Apestan amigos! –su mirada se dirigió a Nino a quien en seguida miro mientras esbozaba una sonrisa coqueta– excepto tú guapo. Nino volvió a reír inevitablemente. –¿Y tú qué? –chilló Lina a modo de reclamo. –Soy asiático –defendió–, no transpiro mal sudor. –Nino también es asiático Nino esbozo una sonrisa juguetona, claramente contagiado por las bromas de Zen. –Ventajas, supongo –respondió. ¡Maldito! –Silentium! –exclamó el guardia, al instante las risas desaparecieron, siendo reemplazados por un silencio sepulcral. No hizo falta que Sonya tradujera, entendimos muy claramente que nos mandaba a cerrar la boca, a lo que todos atendimos, todos menos Sonya. –Sentisne potentes vociferando s*x iuvenes alligatos? –su mirada se alzó hacia él, con descaro y altanería– Masculinum tu sentis? –continuaba Sonya hablando en latín, obviamente las palaras no eran para nosotros. –Vide quomodo mecum loqueris, puella. No entendía una palabra, pero su rostro era amenazador, yo sentía miedo y eso que la mirada no era hacía mí. Mierda. –Hoc non faceres si in eisdem conditionibus esemus –– DIMITE ME! Dimite me ut mores doceam te. El miedo se apodero de mí, o más bien de todos, cuando vimos a Sonya propinarle una escupida al sujeto en el rostro. ¿En que está pensando? ¿Se ha vuelto loca? –Sonya detente –le llamé, pero sus ojos no voltearon a verme, seguían postrados en aquel guardia que se apartaba los fluidos de Sonya de su rostro con notable asco. El tipo aún con su mirada de desagrado se carcajeaba, no tardó mucho en mostrar las consecuencias de los actos de la rusa. Con fuerza le tomó por las mejillas, y de pronto Sonya estaba por encima del suelo, él apretujaba el rostro de Sonya, deformándolo de una manera que lucía sumamente dolorosa. –¡Sonya! –gritó Zen esta vez– Detén lo que sea que estés haciendo. –¡Maldito, ya suéltala! –saltó Lina quien se movía con fuerza, haciendo a sus cadenas resonar. Sonya estaba a varios centímetros del suelo, mientras yo veía como sus cadenas ya no colgaban, sino que estaban rectas. –¡Por favor! ¡Pare! ¡Ya deténgase! –suplique al guardia en vano. –¡La estas lastimando hijo de perra! –espetó Oliver quien también se movía frenéticamente. –¡Paren todos de gritar! –ordenó Nino– Lo están empeorando. Apenas Nino termino de hablar cuando el guardia sin ningún remordimiento soltó a Sonya, arrojándola sobre su silla. Sus cadenas chirriaron y el sonoro golpe nos estremeció a todos, entonces de pronto le propino una patada en la zona del estómago, haciéndola retorcerse. ¡Maldito! –¡Sonya! –grité un poco dejando ver mi pánico– ¿Sonya estas bien? ¡Mírame por amor a Dios! –pedía, pero esta parecía atontada. Claramente lo va a estar, le acaban de sacar el aire. –Silentium! –me grito el guardia, directamente a mí, sentí su aliento en mi rostro y su saliva salpicarme en el rostro, me sentía asqueada y tenía ganas de arañarle el rostro, pero no podía, porque estaba esposada y sentía miedo. –Plures… –decía Sonya con dificultad– plures pilas habeo quam tu, fasciculum! –sonreía con socarronería. ¿Qué estás haciendo maldita loca? Otro golpe, esta vez en el cráneo, el sonido retumbo en los alrededores y creí que caería inconsciente. –¡Sonya para! –le supliqué mientras me movía con desesperación– Para por fa… ¡Ah! –solté sintiendo una punzada de dolor. Deje de moverme, sintiendo el ardor recorrerme entera, se sentía tan latente, como si mis sentidos estuviesen a flor de piel, le sentía quemarme y arderme. Alce mi vista un poco, confirmando lo que era, una especie de corte hecho por las esposas. Cuando la sangre comenzó a emanar de mi muñeca, cayendo por mi brazo, supe que la herida debía ser algo profunda. Alrededor mis amigos y compañeros de club se habían alarmado, los ojos de Sonya se posaron sobre mí, su mirada solo estaba apoyada en mi muñeca de donde brotaba el líquido plasmático al rojo vivo. Al menos algo positivo salió de esto. El guardia sonrío, luego escuchamos un grito que parecía un mandato, él se movió y con un manojo de llaves fue liberándonos uno por uno, , aunque solo era para sacarnos de la cabina, otras esposas llegaron a mis brazos, aunque estas me lastimaban menos que las anteriores. ¿Así se trata a los de servicio comunitario en Velum? Guardo para el final a Sonya, a quien pareció murmurarle algo, ella le miro con mala cara, pero no le dijo nada. A Dios, gracias. Con señas nos indicó que saliéramos del camión, pero mis piernas continuaban entumecidas igual que la de los otros, por lo que cada paso era como sentir micro agujas clavadas en la piel. Los brazos no estaban mejor, estaban tan adoloridos por la posición de crucificado, que apenas si podía sentirlos. –¿Estas bien? –me susurro Sonya, preguntando por mi brazo que había parado de sangrar recientemente. –Sí –asentí para tranquilizarle, lo que pareció dar resultado– ¿Qué te dijo el guardia? –Dijo: Vamos a ver qué tan ruda te sientes en Redalogium, allí estarás en mis manos muñeca. –¿Qué es Redalogium? –saltó Nino de pronto, aún entre susurros. –No lo sé. –Si Sonyapedia no lo sabe, estamos perdidos –indicó Zen. –Zen no es momento para… –Chicos miren –señaló Oliver a los alrededores, para dejarnos a todos atónitos. El sol dejaba en claro la vista de aquel campo verde enorme en el que nos encontrábamos, un espacio tan grande donde no parecía haber rastro de civilización, y justo a la derecha, la enorme estructura en piedra que parecía una fortaleza. –¡Vaya! –escuche a mi voz y a otras cinco más pronunciar, todos con el mismo deje de asombro. –Grata receperint ad novam domum, convictus! –exclamó el guardia. Aún seguía contemplando las murallas de aquel estrambótico lugar, cuando me percaté de que no había entendido nada de aquellas palabras, pero el rostro de Sonya me decía que, no era nada bueno. –¿Qué dijo? –preguntó Oliver, siempre curioso y quitándome la pregunta de los labios. –Sean bienvenidos a su nuevo hogar, prisioneros. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, desde entonces debí saberlo, que aquel primer día quedaría en nuestras memorias para siempre. ¿Quién podría haber dicho que una estructura tan majestuosa podía ser el mismo infierno? Y que ese día, entramos a nuestro primer día en el infierno.
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