El atrevido perdido

1735 Words
Oliver protestó, sin embargo, no tenía muchas opciones, cada que se ponía en pie perdía el poco color que obtenía, de por sí ya estaba pálido, además de que por cada intento de paso que daba parecía que iba a chocar contra el suelo, a eso hay que agregarle tres gritos de tres mujeres diferentes que demandaban que permaneciera allí, eso seguro tenía que hacer efecto en alguien. Zen quiso quedarse a su lado, lo que no me parecía una mala idea, no obstante, Sonya no estuvo de acuerdo, demandó a todos el buscar a Nino, yo estaba tan preocupada como ella, pero tampoco me encantaba la idea de dejar a Oliver solo, y mucho menos en ese estado, pero Sonya estaba histriónica, demasiado ansiosa con la idea de encontrar a Nino, y aunque entendía sus motivos, algo en su conducta me desconcertaba. –¡Hay que encontrarlo! –había chillado exasperadamente, y casi al instante echó a andar sin consultar ni comentar más nada. Apenas si nos dio chance de determinar quién se quedaría con Oliver, y esa sería Lina. ¿Por qué? Pues Lina tampoco lo entendía en su momento, pero Zen aseguro que podría recorrer más rápido el lugar que Lina, lo cual era cierto, Zen nos llevaba al menos dos cabezas a nosotras, por lo que un paso de él serían al menos tres míos o de Lina, de repente me sentí diminuta. Se suponía que también debía buscar a Nino, y claro que iba a hacerlo, yo también estaba bastante preocupada por él y aunque Lina se hacía la difícil, podía sentir su angustia, lo mismo que Zen que solo echaba chistes, como siempre, pero estaba demasiado eufórico, así que sabía que, a su forma, expresaba que lo estaba, Oliver ni siquiera se esforzó en disimularlo, pero Sonya estaba diferente. Tal vez lo correcto era ir en una dirección diferente a la de la rusa, pero algo me impulsaba a seguirla de cerca, algo en ella no estaba bien, de por sí el hecho de que estuviese tan nerviosa y fuera de sí era atípico de ella que siempre había tenido un comportamiento muy recio, incluso altanero. –Sonya –le llamé tras lograr tomarle el paso, alcanzándola en un momento mucho más largo de lo que esperé. Mis pulmones iban a colapsar por seguir a la rusa a paso tan acelerado. Sonya no me respondió, solo continúo caminando a paso veloz, ignorándome por completo e ignorando su alrededor, porque si de por sí debía ser extraño para esas personas el ver a extranjeros por allí, más extraño debía ser ver a alguien como Sonya. Aun con un uniforme de mala muerte, angustia en su mirada y algo de hinchazón por los golpes antes recibidos, las miradas que atraía eran notorias. Deberían tomarle fotos, seguro durarían más. –¿Qué dices? –soltó de pronto la rusa, sacándome de mi hilo de pensamientos. –Eh… Nada –respondí, entonces ella continúo caminando, tal vez más rápido que antes. ¿Quiere que termine como Oliver? ¿Por qué corre? Sonya seguía caminando casi al trote, mirando por los alrededores, solo deteniéndose en momentos para tener mejor visión, durante esa caminata noté que el comedor era extenso, pero tampoco demasiado, por lo que solo dábamos vueltas alrededor, una, dos y tres veces. Íbamos por una cuarta y por otro tercio muerto de mi pulmón colapsando por retazos cuando la tome de la mano, deteniendo su paso y descolocándola un poco. Lo entendía bien, todos éramos, más bien, somos amigos, y terminamos en esta jodida situación juntos, o al menos eso esperaba, aun cabía la posibilidad de que no estuviese allí, y eso era más que preocupante, pero el comportamiento de Sonya, era totalmente ilógico y desenfrenado, palabras con las que no describiría a la rusa. –Sonya, para –dije entre jadeos–, me estas matando. Su rostro paso por varios matices de preocupación cuando puso mi cabeza entre sus manos, adoptando una actitud sobre protectora de pronto. –¿Te ocurre algo? ¿Estás bien? ¿Qué si estoy bien? Mi cabeza podría recriminarme lo que sea, pero no podría refutarme el hecho de que no se me da mal leer a la gente, y eso incluía a Sonya que particularmente hoy estaba extraña. Claro, por supuesto que tenía motivos de sobre, es decir, esta situación era todo menos normal, no obstante, era algo más, sus ojos parecían llorosos, sus manos temblaban sobre mi piel, y no especialmente por el frío, podría ser una reacción como la de Oliver, una hipersensibilidad, pero no parecía; además, hacia un rato parecía algo dispersa y ahora de pronto estaba neurótica. –¿Sonya –tome sus manos entre las mías, apartándolas de mi rostro–, que te sucede? –¿De qué hablas? –Estas alterada –explique–, solo mírate, estas a punto de perder la calma. Se mantuvo un poco absorta, pero de pronto bajo la cabeza, y comenzó a peinar su cabello, en una actitud mucho más nerviosa que la de antes. –No sé de qué me hablas –inquirió– Solo estamos buscando a Nino. Si, buscar a Nino era la prioridad, pero ahora mismo, no podía parar hasta saber el porqué de su angustia desenfrenada. –Ya, lo tengo presente –explique–, pero estas exaltada y nerviosa. –No estoy exaltada –aseguro–, mucho menos nerviosa. No era su confianza habitual, además que decía eso mientras continuaba sin verme al rostro, agachando la mirada y recogiendo su cabello largo, en ese momento noté que tenía una banda en la mano, una que no recordaba que tuviese antes. ¿Realmente eso es tan relevante ahora mismo? Cierto, no lo era. –Sé que solo quieres encontrarlo, yo también, pero estas muy inquieta. –¿Podrías sentirte tranquila sabiendo que algo malo le paso? No, por supuesto que no, hacía unos segundos atras la idea de estar sola me hacía dar vueltas en la cabeza, pero había algo en su forma de decirlo, algo en su manera de cruzar los brazos tal vez, o en su voz ligeramente alterada y sus ojos aún más cristalinos que me llevo a deducir que no era solo eso, que había algo más. –¿Cómo sabes que algo malo le paso? –pregunté, y su lenguaje corporal hablo solo. Tras tomarla desprevenida, descruzo sus brazos en un instante, mirando a los alrededores con pánico. ¿Qué la tenía tan asustada? –Míranos Adela –susurro– ¿Dónde crees que estamos? ¿En un spa? Ahora evasivas ¿Eh? –¿Qué sabes tú que no se yo Sonya? –insistí. –Pues… Sé latín. Y continuamos con las evasivas. –Sonya, las dos sabemos que tú eres más lista –y era cierto–, pero yo más perceptiva –también cierto–. Habla conmigo. ¿Qué te tiene así? Negó constantemente, casi parecía un tic nervioso, algo no iba nada bien. –Nada, es solo… Tomo y exhalo aire, como si buscase fuerzas de otro lado, como si le costara respirar. –El guardia de antes fue a verme –respondió al fin. Una mezcla de emociones me llenó en ese momento, y lamento decirlo, pero en ese instante olvide por completo a Nino y solo me preocupe en la persona que tenía en frente de mí. –Sonya, ¿Te hizo algo? Ella negó. –Estaba adormecida, por lo que no recuerdo mucho, pero lo dudo –garantizo, y no sabía por qué eso no me daba confianza, pero lo que si era un hecho es que la visita del guardia, o mejor dicho del custode, no era lo que le tenía mal. »Solo recuerdo eso –continuo–, y después… No creo que su intención en esa pausa era la de crear suspenso, pero de cualquier forma lo había conseguido, y yo ya sentía a mis nervios de punta. –¿Qué paso después? –reaccione ya exasperada. Ella me observó, sus ojos ya habían derramado una lágrima. –Dijo que no sobreviviríamos, y que ya habíamos empezado a morir. No pude decir nada, mi mente iba lentamente atando cabos, tratando de entender que significaba todo aquello. –Entonces hablo con un hombre de bata blanca al lado –siguió ella–, no sé qué demonios me puso después, pero estaba aún más lela, solo llegue a escuchar que dijo: «No sobrevivió». Mierda. Todo estaba empezando a cobrar sentido, absolutamente todo, pero, eso no podía ser. – Nino no es tan débil –dije, pero fue casi un susurro imperceptible, más una palabra esperanzadora para mí misma. –¿Consideras a Oliver débil? No, para nada, pero entendía el punto. Oliver no era débil, y sin embargo algo le había puesto que no lograba ponerse de pie, tal vez todos lo teníamos, pero no todos reaccionábamos igual. Dios mío, Nino. Mi cara debió hablar por sí sola, porque al instante Sonya me habló. –Ahora lo entiendes –fue lo que dijo. Sí que lo entendía, y lo que comprendía no era de mi agrado, no podía si quiera concebirlo del todo. Nino sobre una camilla, con una sábana blanca encima de él, cubriéndole el rostro, su piel falta de color por la falta de vida, no, eso era inconcebible, Nino era astuto y fuerte, no era tan hablador como Zen, carecía de la simpatía de Oliver, era más reservado, pero también más perspicaz y observador, y Nino no se dejaría vencer así, ya había demostrado su fuerza antes, no podía estar muerto. ¿Qué clase de lugar es este dónde pueden morir las personas solo por entrar? –La puerta al infierno –había dicho aquel sujeto, refiriéndose a la puerta que adjunta el comedor hacía alguna otra sala que se supondría es «El infierno» ¿Entonces que era esto? ¿La antesala al infierno? –No sé cómo, pero debemos… –iba a decir «encontrarlo», pero no pude culminar la frase, porque a lo lejos vi a un cuerpo, de contextura entre delgada y fornida, alto como solo él podía ser, supuestamente asiático pero sus rasgos carecían de esos ojos rasgados usuales de los chinos. Allí estaba, casi frente a nosotras, y en el peor lugar, a solo un empujón de abrir la «entrada al infierno».
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