Seguramente corrí, era claro que lo había hecho, de lo contrario no había una explicación lógica como para que hubiese llegado justo a tiempo para frenarle.
Sufrí una especie de Deja Vu en el momento en que sostuve su mano, fue como ver a la mía propia posada sobre aquella manilla, a punto de abrir una puerta de la cual ya estaba totalmente informada no debía abrir bajo ningún concepto, siendo apartada y temblando como una hoja por culpa del pánico que sentí cuando la persona de tez morena, cuyo nombre continuaba siendo un total misterio, me arrastro lo más lejos posible de aquella puerta.
Al menos Nino no contaría con esa suerte.
–Nino –le llamé mientras le detenía.
Algo no andaba bien con él, tras sujetar su mano apenas me miro, solo pude ver algo en su rostro, una gran confusión.
Sus ojos marrones carecían de enfoque, parecía aislado y totalmente confundido, me veía con extrañeza, como si de un extraño se tratase, no obstante, no me aparto. ¿Sera posible que algo le había pasado también, justo como a Sonya y a Oliver? ¿Por qué solo tres de nosotros parecían estar bien? Bueno, dentro de lo que cabe.
–Te hemos estado buscando como locos –dije.
ÉL continuaba mirándome, pero su mirada pasaba sobre mí, como si no existiese, como si fuese un fantasma.
Tétrico
–Todos hemos estado preocupados, al menos estas bien.
¿Segura?
Nada, ni una respuesta.
–Sonya no ha dejado de estar paranoica, y he de admitir que eso debe pegarse porque me lo ha… ¿Nino?
Su rostro ahora pintaba una serie de matices que terminaron por confundirme a mí misma. ¿Estaba asustado? ¿Confundido? ¿enojado? ¿Qué estaba pasando por su cabeza?
–¿Nino, que te pasa?
–¿Hemos? –repitió, parecía totalmente ido.
Su agarre comenzó a sentirse más fuerte, pero sus ojos aun parecían no estar enfocados, como si estuviese ¿Ciego?
¿Qué?
–Nino… ¿Tu…?
–¿Qué demonios? –soltó Sonya, apareciendo de pronto– ¿Por qué no se han apartado de aquí? La gente nos mira.
Era cierto, todos alrededor nos observaban como si de unos bichos raros se tratase, muy probablemente lo éramos ante sus ojos, pero eso no podía darme más igual en este momento, solo habían dos cosas en mi mente, más bien, dos pares de ojos que me angustiaban, los de mi amigo que me miraban como si fuese un extraterrestre, si a eso se le podía llamar «mirarme»; y los de un traje gris que vi de refilón cuando Sonya habló, parecía escondido, pero logre verlo por un instante, y tal vez no tenía mucho tiempo allí, pero ya había deducido que ser el foco de esos trajes grises no podía ser algo bueno.
–Escucha Nino –dije despacio, como si de un niño se tratase–, no debes abrir esa puerta, no sé por qué, pero aquí dicen que es la puerta al infierno, y te juro que no querrás ir allí, y al diablo, yo tampoco quiero que pases un infierno.
–¿Infierno? ¿De que estas hablando? –preguntó la rusa, pero mi mirada estaba sobre Nino, quien poco a poco asentía aun sin mirarme del todo.
No sé si me estaba entendiendo del todo, pero en el momento en que su mano se alejó del pomo, respire.
Sonya no entendía mucho, pero en definitiva el ver a Nino allí le había proporcionado la calma necesaria como para bajarle unos cuantos niveles a su histeria. Nino permitió que Sonya y yo lo lleváramos poco a poco cuando le dijimos que iríamos a reunirnos con todos, haciendo especial énfasis en «Todos».
Caminamos despacio, Nino parecía un reo y Sonya y yo sus escoltas, no reaccionaba a ninguna de las preguntas o palabras de Sonya, solo asentía y negaba de vez en cuando, su mirada sobre el piso, totalmente desfasado.
–¿Y a este que le pasa? –susurro a espaldas de Nino, obviamente el mensaje era para mí.
Solo pude encogerme de hombros.
–No lo sé –dije entre labios, Nino no pareció percatarse, esto hacía que lo de hablar a tus espaldas cobrara en definitiva otro significado.
Al instante me arrepentí de no mentirle, Sonya, quien antes había recobrado la paz, ahora parecía más perturbada que antes.
Genial.
En cuanto llegamos a la mesa donde habíamos dejado a Oliver, este ya estaba sentado, aparentemente mejor, lo que me puso más tranquila. Zen apareció casi al instante, venía corriendo con una sonrisa plantada en su rostro, mientras Lina iba más atrás, aparentemente harta de caminar, fue hasta que vio a Nino que su amargura desapareció y fue reemplazada por un semblante de impresión, y calma.
–Creí que ya estaba en el infierno –llegó diciendo–, pero al menos no estoy sola –agregó.
Puse mis ojos en blanco, mientras Zen daba palmaditas en la espalda a Lina, como consolándola.
–Bueno, eso suena creíble –sonrío.
–Nunca estas sola Lina –agregó Oliver–, siempre te acompañaran tus atrevidos.
–¿Incluso si me ducho?
Yo en lugar de Oliver me habría sonrojado, pero él no, con todo y su aún pálido rostro, parecía muy tranquilo respecto a este tipo de argumentos.
–¿Podría? –preguntó de forma coqueta, y de alguna forma sentí que quería atestarle un golpe y reír.
–¿Quieres acortar tu vida un poco más Oliver? –insistía la Ucraniana.
–Podría valer la pena –respondió, aun con lascivia.
Lina miro al techo, como harta de ese sujeto, solo entonces se percató de lo muy callado, lo cual no era anormal, y distraído que parecía Nino.
–Adela ¿Qué le pasa a Nino?
El chino australiano tenías sus ojos sobre sus manos, no me había dado cuenta de que sus venas estaban muy inflamadas.
Mi primer instinto fue revisar, pero Nino continuaba ido y con la cabeza hacia abajo.
–No tengo idea –tuve que reconocer.
–¿Sonya? –interrogó a la rusa, la cual negó al instante.
–¿Sin Sonyapedia que vamos a hacer?
Lina le atesto un golpe a Zen, el cual fue muy sonoro.
–¡Auh!
–¿Te crees que es momento para chistes? –reclamó Lina.
–Siempre es buen momento para uno.
Ahora yo quería atestarle uno.
Nino continuaba cabizbajo, y sus venas salientes cada vez me gustaban menos.
–Pareces salido de un psiquiátrico amigo –escuché a la Ucraniana hablar.
Cinco pares de ojos se postraron sobre ella con mirada asesina.
–¡Lina! –regañó Sonya.
–¿Qué?
–Un poco de empatía no te haría mal Lina –agregó el portugués cruzándose de brazos.
–¿Empatía? ¿Qué es eso?
–No eres chistosa –agregué enojada.
–No pretendo serlo –defendió.
–¿Y te atreves a golpearme? –refutó el tailandés.
Lina estaba a punto de refutar cuando se escuchó el susurro muy ligero de la voz de Nino, hablaba entre dientes, apenas era perceptible, pero para nada era comprensible. Susurraba en una lengua que no podía ser menos que chino, la pregunta era ¿Por qué?
Ahora sí parece de psiquiátrico.
–¿Hablas con demonios Nino? –dijo, y no parecía para nada un chiste.
–¡Lina! –chillamos casi al unísono
–¡Shhh! Ya les he dicho que no…
Entonces Nino levanto la vista hacia la Ucraniana, doblaba su rostro, pero la veía, fijamente, con sus oscuros ojos, su mirada se posaba en ella.
Sentí algo de miedo, esa mirada provocaría pánico en cualquiera, los ojos de Nino eran oscuros, pero no a tal nivel, casi parecían totalmente negros, podía sentir a nosotros cuatro crisparnos, pero no Lina, Lina parecía totalmente en calma con esa mirada.
Rara
–Pareces un pervertido Nino –añadió–, debes trabajar en eso.
Su mirada dura como la piedra y su semblante arrugado lo hacían lucir viejo y demacrado.
–¡Siéntate! –ordenó Lina al chino, y aunque pareciera inquietante, este obedeció sin inmutarse para nada.
–¿Qué demonios está pasando? –susurre a los que estaban a mi lado.
–Ni puta idea –respondió Oliver, mientras Sonya y Zen veían con la misma extrañez aquella escena perturbadora.
Nino volvió a bajar la vista, mientras continuaba susurrando cosas extrañas, o bueno, extrañas para nosotros. Miraba alrededor y habíamos capturado miradas, pero por los momentos no había ningún traje gris.
Bien
No vi el momento en que Lina inclino su cabeza para mirar a Nino a los ojos, pero por la rabia en aquel gris de su mirada, nada bueno habría de venir.
–Nino, escúchame, ¿Quién demonios te hizo esto?
¿Ahora eres estúpido o no me oyes?
¡Contéstame!
–Lina, ya no le grites, no lo estas ayudando.
–¿Y cómo demonios podría ayudarlo? ¿Qué demonios le paso?
Entonces un sonido ensordecedor llego hasta el lugar más recóndito de aquel espacio, y todos nosotros, los seis, estuvimos sobre el.piso en cuestion de segundos.
No hay palabras para describirlo, solo se sentía como si mis oídos fueran a sangrar en cualquier instante.
Miraba a mi alrededor aún atormentada por el sonido en mis oídos, pero con todo y eso pude observar como alrededor todos los demás estaban como si nada, fuera de nosotros seis el resto nos veían con lastima, casi podia leer en sus rostros «Pobres almas nuevas» mientras se limitaban a observar.
¿Acaso a ellos no les afecta?
Ninguno parecía inmutarse, solo nosotros estábamos rostro en tierra, y el sonido no desaparecía, si acaso empeoraba, pero los otros no expresaban ni siquiera desagrado. ¿Será que a ellos no se los aplicaban? O tal vez, solo tal vez...
De repente todos, salvó nosotros, estaban en pie, caminando fuera de aquel espacio, yéndose por aquel pasillo de donde yo había venido hacia un tiempo atrás corrieron, los únicos que quedábamos allí éramos nosotros.
El sonido incremento aún más, y entonces ya no podía ver, u oír, o sentir otra cosa que la nada misma.