Cuando Oliver apareció, sentí un alivio enorme, cuando me arropo entre sus brazos estaba muy feliz de que me encontrase, de estar con alguien que conocía, que hablaba el mismo idioma impuro que yo, alguien que no veía a Redalogium como un acto de piedad sino como lo que era, una prisión.
Previo a que Oliver apareciera estuve a punto de gritar en un lenguaje mucho más impuro del acostumbrado, pero tras escuchar su grito frenético de un «Del», no pude aguantar el frenesí, y cuando lo ví, me deje llevar, para cuando me percate, aquel sujeto se había marchado, pero poco me importaba convivir con un fanático del Imperator.
Los brazos de Oliver eran como él, cálidos, su mandíbula se clavó entre mi hombro izquierdo y mi cuello, mientras yo lo tenía entre mis brazos apretujandole con fuerza excesiva, aunque nunca se quejó.
–¿Estas bien? –pregunté mientras aun me encontraba entre su pecho, los brazos de Oliver en este momento eran mi mejor refugio.
Solo te emociona verlo, no exageres.
–Sí –exclamó mientras con suavidad me apartaba de su pecho para verme el rostro.
Me veía como si fuera irreal, como si fuese su persona favorita, en este momento probablemente lo fuera, y el la mía, pues en esta pila de extraños al menos estábamos los dos, lo que nos hacía creer que de cierta forma estábamos a salvo, que grave error.
Las manos del portugués me envolvían el rostro con cuidado y extrema delicadez, tal vez aún seguía hinchada, pero curiosamente no lo sentía, solo podía sentir ese ligero roce de las manos de Oliver.
–¿Tu como estas? –pregunto, por su tono de voz supe que estaba algo ansioso, además, me observaba de forma diferente, más meticulosamente, como si estuviese examinándome.
–Estoy bien –respondí mientras alejaba sus manos de mi rostro, no había nada que temer, excepto que si lo había.
En el momento en que toqué sus manos, pude notar claramente que estaban heladas, y no solo eso. Mis emociones de antes tal vez habían nublado un poco mi habilidad de detección, porque ahora mismo no solo sentía el frio de las manos de Oliver, sino que podía contemplar el agotamiento en su rostro, el semblante decaído en sus parpados, el brillo en sus ojos como era cada vez más ligero.
–¿Estas seguro que tú lo estás?
Él me miro curioso.
–Parece que fueras a desmayarte –explique, a lo que sonrío.
–¿Soy tan obvio? –dijo como si se tratase de un juego– La verdad estoy algo mareado.
–Tal vez deberías sentarte.
Él chasqueo la lengua, restándole total importancia.
–Creo que debemos encontrar a los otros –agregó mientras toaba mi mano con fuerza –¡Vamos!
No había dado tres pasos cuando sentí como su agarre perdió fuerza, y juro por Dios que le vi tambalearse y reincorporarse con velocidad, tal vez trataba de que no le viese, pero para su desgracia sí que lo hice.
–Oliver, no estás bien –le dije, él hizo caso omiso, así que miré alrededor, observando que a solo tres pasos de nosotros se encontraba una mesa totalmente vacía, fue entonces que cambié nuestro curso.
–¿Qué estás haciendo? –preguntó mientras yo nos ubicaba frente a aquellas barras de metal con una superficie blanca encima.
–Siéntate –ordene.
–Del, no hay tiempo para descansar, hay que buscar a los otros.
Negué.
–¿Te has visto el rostro?
–No necesitas decirme eso –dijo–, ya sé que estoy guapo.
¿Si tiene fuerzas para bromear?
–He dicho que te sientes –repetí la orden.
–Y yo he dicho que…
–Oliver, vas a desmayarte en cualquier momento, estas pálido cual papel.
No sé porque razón en ese momento toco su rostro, pero yo continúe.
–No vamos a buscar a nadie, no contigo así, si te caes ¿Cómo voy a levantarte?
–¿Quiere decir que vas a dejarme colgado del piso?
–No, no me refiero a…
–Si eres nena Oliver –espetó Lina–, solo hazle caso, luces enfermo.
En ese momento quise abrazar a Lina, no solo porque había aparecido, lo que me tenía muy feliz, ya que, aunque insistía en que no buscáramos a nadie con Oliver en ese estado, nada me hacía más ilusión que encontrarlos; sino que también se había puesto de mi lado.
Tuve el impulso de abrazarla, pero me contuve un poco por Oliver a quien temía que desfalleciera frente a mí, digo nosotras, sino porque también lucía bastante… descolocada.
¿Y quién no?
De momento no parecía buena idea abrazarla.
–¡Lina! –chilló Oliver, y pude ver como alrededor nos observaban, a Oliver poco le importo, por supuesto.
–Oliver –contestó, luego puso sus ojos sobre mí– Adela.
Un fantasma de sonrisa se asomó sobre los labios de la ucraniana, ella también estaba feliz de vernos, ante eso sonreí.
–Me alegro de que estés bien Lina –dije con honestidad, ella asintió.
–¡Eso! –continúo chillando el portugués– ¡Me da mucho gusto… –no pudo culminar, comenzó a tambalearse hasta casi desplomarse, por suerte Lina estaba cerca, así que lo sostuvo como pudo, aunque Oliver era más alto que ella y Lina era menuda, por lo que también debía ser más pesado!
–¡Mierda Oliver! –espetó mientras luchaba por no dejarlo caer.
Corrí hasta donde estaban ellos, ayudando a Lina con el peso casi muerto de Oliver, llevándolo a rastras hasta el asiento de la mesa.
–No… –decía– Debemos buscar…
–¡Cierra el pico! –chillé y Lina pareció estar de acuerdo con mi comentario, por lo que no agrego nada más.
Fue mi idea colocarlo sobre el piso y levantar sus piernas usando el asiento de la mesa. Dejarlo caer no fue complicado, aunque Lina insistía en que un pequeño golpe a su cabeza no podía hacerle tanto daño, por supuesto era un chiste, pero en ese momento no parecía estar bien bromear con ello.
Con cuidado colocamos su cuerpo en posición de Trendelenburg sobre el duro y frío piso de concreto. En un principio estuvo tranquilo, no tenía fuerzas para combatirnos, por lo que fue cosa fácil, hasta que cuando estuvo un poco mejor intentó ponerse en pie, alegando que estaba bien, solo para perder el equilibrio en el proceso y casi caerse de bruces.
–Con un demonio –se quejó Lina mientras lo sujetaba y mantenía sobre el piso–, mantén tu culo en el suelo, a menos que quieras que yo te lo pegue a él.
Oliver volvió a sonreír, esta vez con un deje de arrogancia y entendía por qué, ese comentario por más rudo que fuera, dejaba salir un poco la preocupación de Lina hacia él.
–Yo también te quiero Lina –añadió mientras le guiñaba un ojo.
Egocéntrico de mierda.
Quise reír, más cuando vi a Lina enojarse y poner los ojos en blanco, pero entonces otra voz resonó en la estancia, una mucho más escandalosa.
–¡Chicos! –exclamó Zen eufórico, venía arrastrando a Sonya del brazo, quien parecía intentar resistirse, pero más por no seguir a Zen que por nosotros.
Típico de esos dos.
Zen llegó rápidamente, y no me contuve de abrazarlo tampoco, lo mismo que a Sonya, Lina se resistió un poco, pero Zen pudo más que ella, y no fue hasta que la tuvo por los aires que ella comenzó a gritarle que era un idiota.
Zen lucía bastante normal, pero Sonya, mas allá de su disgusto sobre exagerado y nada realista hacia Zen, parecía fuera de lugar, cuando la abrace ella apena si me toco, me veía como si fuese una especie de ilusión, totalmente desorientada, mirando alrededor, incluso tras vernos parecía continuar con la mente en la luna.
Oliver comenzó a espabilar un poco, fue entonces cuando Zen se le monto encima, como si fuese una especie de oso, entonces de nuevo atrajimos la vista de todos alrededor, casi podía oírles decir en su absurdo idioma que éramos claramente unos «Impuros», no pude evitar llenarme de recelo ante esa idea.
–Amigo, si querías que estuviese encima de ti, solo debías decírmelo –añadió sonriente.
De hecho, sí que estaba encima de él, aplastándolo, pero Oliver no se quejó, estaba feliz de oírle decir payasadas, de hecho, yo también lo estaba.
–Lo mío son más las insinuaciones amigo –sonrió.
–¿Esta no fue una indirecta muy directa?
Oliver hizo un gesto de encogerse de hombros, aunque, como estaba en el piso era difícil de ver.
–«Hazlo en grande o vete a casa» –dijo, y Zen estallo en risas.
–Te ayudo.
–¡No! –espetó Lina luego de ver a lo que Zen se refería con «Ayudar»–, casi se desmaya en mis brazos y los de Adela, que deje su culo en el piso.
Zen nos miró confundido, aún con la mano apoyada sobre Oliver, tratando de reincorporarlo. ¿Acaso no veía lo mal que lucía?
–Pero esta frío –refuto–, y el pobre.
–¿Ves cómo me maltratan? –añadió Oliver de forma lastimera, quise golpearlo.
Puedes hacerlo, seguro Lina te apoyara.
–Lina tiene razón –dije en su lugar–, es mejor que se recupere perfectamente.
Zen paso su mirada de ojos achinados de Lina a mí, y de mí a Oliver, luego bajo la cabeza a modo de derrota.
–Lo siento príncipe, aun no podré darte el beso que te despierte.
Oliver puso una mueca de disgusto, pero entonces sonrió.
–Tu tranquilo, solo no me hagas esperar cien años.
–Ustedes se toman muy en serio su amor– fue Sonya, era la primera cosa que decía desde que había llegado, por lo menos, que yo le oía decir.
–¿Estas bien? –me atreví a preguntarle, sin quitarle los ojos de encima.
Ella permanecía cabizbaja, y aún lucía despistada, as tarde entendería el por qué, pero de momento solo había algo dentro de mí, preocupación.
–No lo sé. ¿Cómo luzco? –preguntó.
De todas las preguntas que puede hacer, pregunto por su aspecto, típico.
A decir verdad, era algo lógico, había sido golpeada, sus mejillas previamente se habían hinchado hasta el punto de deformarle su hermoso rostro, y ahora mismo lucía un uniforme que no favorecería a nadie, pero Sonya no era nadie.
–Hermosa –contesté con honestidad–, aun en uniforme de rea.
Ella sonrió.
–Tu si estas bien –dijo, me iba a jugar con respecto a su ego, hacer una especie de bromita rompe hielo, pero entonces me enrollo con sus brazos, de una forma muy diferente de cuando yo lo hice.
–Eso me calma –dijo, y por alguna razón sus palabras me hacían sentir preocupada.
–¡Genial! –chilló Zen, con Oliver a su lado de pie ¿en qué momento lo levanto? – Ahora estamos todos juntos –continuo–, todos menos… ¿Dónde está nuestro Chino-Australiano?
Una parte de mí lo sabía, pero no era del todo consciente al respecto, Nino, él no estaba, de hecho, no se veía por ningún lado.
–¿Nadie ha visto a Nino? –todavía insistí en preguntar, aún a sabiendas de la respuesta, al menos la de Oliver y la mía.
–Yo solo me he topado con ustedes –indico Lina.
–Yo en lo que les vi, vine corriendo con Sonyi –Señaló el tailandés.
Ya no estaba tan angustiada como al principio, cuando no tenía a nadie a mi alrededor, pero sin querer ya estaba comenzando a sentir de nuevo el miedo, y si algo le había pasado, y si no estaba allí, y si le había pasado como a Oliver que se había desmayado, y si había encontrado la puerta que yo vi antes y había entrado.
«Esa es la puerta al infierno» –había dicho aquel sujeto.
–Oh no, Nino –dijo Sonya, y en su rostro había una notable preocupación.
–¿Sonya? ¿Qué pasa? –pregunté, no me respondió.
Zen se acercó a ella, le susurraba su apodo mientras ella parecía crecer más y más en angustia, sus manos sobre sus cabellos, recogiendo mechones rubios por entre sus dedos, y halándolos como si fuesen hilos, pensé francamente que le daría una especie de ataque, pero entonces se detuvo, y sus ojos azules mostraron la decisión que siempre había demostrado, y sus palabras no fueron una propuesta, sino una orden pero que todos estuvimos dispuestos a seguir, porque también queríamos encontrar al atrevido faltante.