Prólogo 2: Unos pasos más

1381 Words
La humareda se hizo visible ante nuestros ojos perplejos, se suponía que sería mucho menor, pero por lo visto Alex creía en lo de «hazlo en grande o vete a casa» muy seriamente, ya que el humo se estaba extendiendo hasta llegar a lo más alto que podía. No mentiré, me llena de orgullo Aun miraba absorta a la columna de humo cuando les vi, o más bien, les vimos alejarse a paso de marcha, un poco más veloz que de costumbre, pero de la misma forma altanera, orgullosa y arrogante, que es lo que los destruye, lo hizo antes y lo hará ahora. No había tiempo para celebrar aquello que era una victoria, no había tiempo para respirar paz, porque aun cuando se habían ido seguíamos en territorio enemigo, por lo que continuamos nuestro paso está vez siendo menos cuidadosos. Disparos se oyeron a lo lejos, disparos sonoros y escandalosos que estaban lo suficientemente lejos como para no asustarnos, pero no lo suficiente como para que bajaremos la guardia. Conforme avanzamos nuestro paso se aceleraba, ahora corríamos entre la hierba alta, con cuidado, en silencio, como siempre, pero veloces y eficaces como nunca. Intento no preocuparme por Alex, después de todo, lo encontrarán, volverá con su padre y nosotros estaremos fuera, entonces todo habrá terminado, y ya, ese sería el fin de aquella pesadilla, volvería con mi padre, los chicos volverían con sus familias, estaríamos bien, solo teníamos que cruzar unos pasos más, unos pocos pasos más. El sol se sintió más potente y la brisa me pegó en la cara con búsquedas, las corrientes se sentían diferentes, y allí fue que me percate de lo que tenía en frente, nada bueno. ¡Mierda! –¡Alto! –dije, teniendo cuidado de que solo pudiesen escucharme los míos. Pasos más ligeros y refrenados se hicieron presentes, entonces los sentí, a cada uno a mi lado, incluso Oliver que me había soltado cuando no pudo seguirme el paso estaba allí, justo a un lado mío. No tuve que verles el rostro para saber lo que sentían y para adivinar lo que pensaban, todos debíamos estar en la misma sintonía. Tan solo ayer habíamos hecho un recorrido del área, verificando que no hubiese cambios, no obstante, lo que teníamos en frente era uno, uno importante. La hierba alta había desaparecido, dejando a un pastizal, de hierba recortada en su lugar, completamente en línea, dónde éramos perfectamente visibles. Esto limitaba nuestro escape, no podríamos escondernos, de nada o de nadie, en ese lugar éramos una presa fácil, como si vistieramos de neón a plena luz del día. Bastante escandaloso, de noche no es mejor. –¡No puede ser! –chilló Zen perturbado. –Si hemos venido ayer –añadio Lina anonadada–¿En qué momento? Esa era una buena pregunta ¿En qué momento habían hecho todo eso? ¿Cómo sabían que iba a ser justo hoy nuestra huida? ¿Habían estado haciendo guardia todos estos días? Siendo así ¿Por qué nunca los vimos? –No podemos perder tiempo –alegó Oliver–, tenemos que cruzar. –La humareda está bajando _señaló Sonya a donde antes había un humo espeso y ahora solo habían pequeñas llamas que se iban apaciguando–, se habrán dado cuenta ya. Los mire a todos, no muy segura de su plan, esto era un cambio importante, espero si era cierto que la duda solo nos quitaba tiempo, debíamos accionar, reaccionar o pagar las consecuencias de postergar el paso. Oliver volvió a tomarme del brazo, mis ojos de nuevo en los suyos, está vez sin complicidad ni sonrisas, nuestros semblantes eran totalmente serios. –Vamos –dijo mientras me jalaba. Lina y Zen tomaron la delantera, mientras Sonya iba detrás de nosotros dos, íbamos a retomar el paso, la formación sería vertical ahora, no horizontal. Miré hacia atrás, a la humareda que ya desaparecía y empecé a sentir de nuevo miedo de que volvieran al punto dónde estábamos, ahora más expuestos que antes, como en aquella inspección en las que los llevaron al campo de tierra. Mis sentidos se agudizaron y hale a Oliver con fuerza contra mí. –¡Aguarden! –exclame y Lina y Zen se frenaron de golpe. Los ojos dulces de Lina que no iban en las con su humor habitual me miraron desconcertados. –¿Qué? –Miran las líneas –señalé al pastizal–, no son uniformes. Los cinco pares de ojos se posaron en aquellas hierbas, comparándolas entre sí, notando que tenía razón. –¿Las han podado mal? –cuestiono Oliver. –Ellos nunca hacen nada mal Oliver –declaró Sonya poniéndose en cuclillas, examinando más el terreno. –Sí que hicieron algo mal, o no habríamos huido de Redalogium –añadió Zen, como siempre viendo el vaso medio lleno. Quería estar tan alegre como él, pero hasta no tener un pie fuera, no me sentiría conforme, además, había algo en todo esto que no me daba buena espina, después de todo, Sonya tenía razón, cometían pequeños errores, pero no eran idiotas, de lo contrario habríamos huido el mismo día que fuimos encerrados. Algo no huele bien aquí, y no es el humo querida. –Zen tiene un punto –agregó Oliver siguiéndole el rollo–, estamos fuera, nadie debería meterse con el Club de los Atrevidos. –¿Vas a pecar por arrogante Oliver? –le espetó Lina– Tu sabes bien que debemos ser cuidadosos. –Bueno Lina –respondió el tailandés, sonriente como de costumbre–, para tu tranquilidad sugiero que veamos mejor la situación, evaluaremos el… –No tenemos tiempo –refutó Oliver, su tono de voz había cambiado, de nuevo estaba modo mandón. Mira que se pone insoportable. –Entonces llegaremos hechos picadillo –espetó Lina– ¿Ese es tu plan Oliver? La mirada de Lina rara vez se veía endurecida, eran sus facciones las que lo hacían, pero esta era una de las veces en las que su paciencia se estaba colmando, y no había como culparla por ello. –Mi plan es que sobrevivamos –espetó el portugués. Lina iba a refutar cuando Sonya saltó. –Estoy de acuerdo con Oliver, no tenemos tiempo. –Gracias... –Los colores son diferentes –soltó de pronto Nino, el único aparte de mí que miraba aquel espacio con atención. –¿Qué quieres decir con eso? Nino señalaba, y en efecto, luego de oírle, preste más tensión a los detalles,¿ y en efecto, pero no era solo el color, había algo en el brillo, era diferente, uno destellaba como si fuese plástico mientras que el otro se veía más natural, menos sintético, pero aun así se veía demasiado verde para la temporada. –Tienes razón –agregué–, es muy sutil, pero si se nota. Nino sonrió orgulloso, pero aún veía en sus ojos el miedo, y lo entendía, porque yo lo sentía de igual manera. –¿Alguien sería tan amable de traducirnos? –soltó Zen, sin ironía, incluso sonaba algo curioso. –De preferencia este año –soltó Oliver ya malhumorado. Oliver detestaba eso, la forma en la que Nino y yo podíamos comunicarnos sin decir palabra alguna, no era algo especialmente de confianza o de mayor complicidad, solo se trataba de un instinto, o tal vez que éramos muy similares en algunos aspectos, pero si había algo que detestaba más, era no entender lo que pasaba delante de él. Sonya volvió a ponerse en cuclillas a mi lado, observando con atención también, y sus audaces ojos notaron algo que luego de que está lo señalase Nino y yo notamos, líneas, líneas perfectamente hechas que separaban el campo por cuadrantes. Oh no... Los tres nos miramos, tragando saliva en seco, nuestra salida estaba a tan solo unos metros de nosotros, solo a unos pasos más, pero ahora, cada paso representaba un nuevo riesgo, estábamos acorralados, me sentí como en los Juegos del Hambre, casi podía escuchar a Effie Trinket decir «Felices Juegos del Hambre y que la suerte este siempre de su lado», por lo visto no lo estaba, y se sintió aun peor cuando con el alma en la boca confesé nuestra t riste realidad al resto, aquel pastizal era una trampa.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD