Episodio 3. Camino hacia el sur

1727 Words
El rey Zander y sus otros acompañantes, los cuales Esther asumía eran sus guardias, iban a toda marcha en sus caballos, galopando tan fuerte que ella sentía que en cualquier momento se iba a caer de ese caballo, porque aquel licántropo no tenía la mayor delicadeza de ir algo despacio solo porque llevaba a una mujer. Es por ese motivo que la pelirroja no le quedó otra opción que gritar diciendo: —¡¡Deténgase, por favor su majestad!!—grita Esther con desesperación pensando que, si se caía, y así acababa con su vida, no era una mala idea después de todo. Zander escuchó claramente el grito de su futura esposa, es por eso que con un suspiro que solo denotaba fastidio, frenó abruptamente su caballo, y Esther tuvo que aferrarse a él porque de lo contrario se hubiese caído. —¿Qué ocurre, vampira? ¿Por qué tanto escandalo? —pregunta el rey Zander con un tono de voz fastidiado. Esther temblando y aun sujetándose de él, dice: —Van muy rápido… me voy a caer su majestad. ¿Podría ir mas lento, por favor? —suplica la chica sin alzar su rostro, porque no deseaba ver a ese monstruo. El rey la queda mirando por un segundo, y sin mas se baja del caballo sorprendiendo un poco a Esther, que no sabía en que pensar porque no comprendía lo que ese hombre lobo de cabello gris estaba haciendo. Luego uno de sus guardias se quitó su cinturón de cuero entregándoselo, y cuando lo tenía en sus manos regresó a su caballo montándose de un solo salto. Sin decir una palabra, Zander ató el cinturón fuertemente a la cintura de Esther rodeándolo con la suya, quedando de esa forma los dos muy juntos. —Ahora ya no te vas a caer, cierra la boca y no me vuelvas a interrumpir —es lo único que dice el rey Zander dando una señal a sus caballeros para seguir el viaje. *** Luego de un horrible viaje a caballo durante mas de dos horas, a Esther le dolían sus caderas, sus piernas y sentía que estaba a punto de morir porque estaba demasiado hambrienta. Nunca en su vida había estado tan lejos de la aldea donde nació, es por eso que, a pesar de su somnolencia y cansancio ella comenzó a ver el paisaje, ese bosque rodeado de árboles con troncos muy altos llenos de musgo le dejaba en claro que todavía seguían en el norte, sumando esa tenue lluvia que aún cernía sobre ellos era otro indicativo más que continuaban en el reino de Alistair. Faltaba poco para el anochecer, es por eso que el rey decidió descansar ahí con sus hombres porque el viaje sería largo, sumando el hecho que estaban cerca de un rio que podían usar para darle de beber a los caballos y a ellos. Esther se dio cuenta de eso, y como pudo, corrió a esa área con su pesado vestido y sin importarle nada, metió su cabeza en el agua bebiendo como nunca antes en su vida, mientras se limpiaba su rostro. Se sentía tan bien que se olvidó por un instante a donde estaba y a donde iba. En eso, mientras ella continuaba bebiendo agua como si no existiera un mañana, observa que el rey Zander se acerca a donde ella está, y comienza a bajarse su pantalón, dejando su enorme espada en el suelo y luego ella con sus ojos muy abiertos puede ver las partes íntimas del licántropo; la joven al instante se imagina lo peor pensando que ese hombre lobo iba a abusar de ella en ese mismo lugar, es por eso que se arrastró diciendo: —¡Su majestad… por favor, no me haga daño se lo suplico! —exclama la pelirroja sintiendo tanto miedo que comenzó a llorar, porque desde que su vida dio un giro de 180 grados, sus nervios estaban a flor de piel. Zander lo que hizo fue mirarla de reojos e ignorándola por completo, lo que hizo fue colocarse de espaldas a ella orinando cerca de un árbol. La joven suspiró, pero luego su corazón se detuvo por un milisegundo cuando escuchó al rey hablar con su voz profunda: —No te haré daño… por ahora —dice él con una sonrisa que Esther no puede ver mientras el rey volvía a ponerse todo en su lugar. La muchacha traga profundo levantándose con lentitud, viendo como a lo lejos los otros caballeros del rey estaban preparando una fogata, y otro en quien sabe que momento ya había cazado a un jabalí que le estaba quitando la piel para comenzar a cocinarlo. «Es cierto lo que dicen, los licántropos son excelentes cazadores…» piensa Esther recordando que el pasatiempo predilecto de esa especie era cazar humanos solo por diversión. Al acordarse de eso, Esther siente como un sudor frío aparece en su nuca, mientras camina lentamente hacia ellos. De inmediato, la pelirroja lleva una de sus manos hacia el dije de ese collar que traía consigo, el cual supuestamente la cubría de esa horda de hombres lobos, logrando engañarlos para que no se dieran cuenta que ella era humana. Es por ese motivo que cuando llega, se sienta cerca del fuego porque sentía sus manos congeladas. La joven extiende sus manos al fuego mientras el rey Zander y sus caballeros no dejan de mirarla. Los ojos de todos estaban tan fijos en ella, que la pelirroja deja de extender sus manos en el fuego encogiéndose de hombros. —¿Ocurre algo, su majestad? —pregunta la chica con temor mirando de reojos al rey. —Supongo que debes tener hambre. Cuando ella escucha eso, alza su mirada hacia él y con una pequeña sonrisa asiente con la cabeza pensando que al menos él no era tan malvado, porque hasta ahora, había sido el único que le había preguntado. —Me lo imaginé, aquí tienes, le dije a mis hombres que le quitaran toda la sangre al animal para entregártela a ti, chupasangre —dice Zander con una sonrisa, sabiendo que los vampiros preferían sangre humana, y la de los animales la consideraban terrible. Completamente conmocionada, Esther observa como uno de los caballeros del rey le entrega un vaso de madera en donde le sirven esa sangre tibia y desagradable. Ella la observa seguidamente de todos los que estaban ahí presentes que no le quitaban la mirada como si no hubiera otro punto de atención que no fuese ella. —Su majestad… de momento, no tengo tanto apetito, pero gracias por su bondad y preocupación —deja en claro Esther observando como repentinamente el rey se tornó mas serio de lo normal. —¿Estás rechazando mi acto de bondad? —cuestiona Zander con un tono de voz que le heló la sangre a la pelirroja del miedo que sintió. —¡No, su majestad!... pido disculpas si lo ofendí. La joven con su mano temblorosa, extiende el vaso y cuando lo lleva directo a su boca tiene que aguantar su respiración porque el olor a sangre le daba náuseas, pero a pesar de eso, ella fingió que bebía la sangre, incluso mojó sus labios y luego dejó el vaso sobre sus piernas diciendo: —Está deliciosa, su majestad… gracias —murmura ella con la vista baja. El rey estaba sentado al frente de ella del otro lado de la fogata, pero cuando escuchó las palabras de su futura esposa, se levantó sentándose a su lado. De inmediato Esther sintió que su corazón comenzó a latir tan rápido como el galopar de los caballos donde viajaban, porque ese enorme hombre se acercó a ella para verificar el contenido del vaso, y cuando vio que la sangre estaba intacta, le sujetó por su largo cabello haciendo que la chica gritara un poco mientras le decía: —¡No repudies mi esfuerzo con tu actitud, vampira estúpida! Puse a mis hombres a trabajar por ti, para que extrajeran toda la sangre de ese animal y así pudieras alimentarte ¿Pero tu pretendes despreciarlo? —¡Lo lamento su majestad! ¡Es solo que deseo beber mi alimento y comer algo de jabalí, por favor! Me gusta comer alimentos humanos mezclados con un buen vaso de sangre, mi señor —exclama Esther diciendo esa excusa rápidamente, sintiendo como el rey Zander la soltó con tanta violencia, que ella cayó, pero luego se levantó viendo a uno de los guardias extenderle una pata de ese norme jabalí. La chica tragando saliva extendió su mano y sin mas comenzó a comer con desesperación, mientras Zander la veía. —Eres una vampira extraña…— murmura Zander para acercarse y olfatearla sin descaro, mientras Esther se mantiene estática cual estatua —Tu olor es extraño, he conocido a cientos de vampiros, y no huelen como tú. Con cada palabra que salía de su boca, Esther sentía que subía a un grado mas elevado de nerviosismo, es por eso que ella traga el pedazo de carne que aún tenía en su boca respondiéndole: —Soy una vampiro débil, su majestad. Esa debe ser la razón de mi inusual aroma. Por eso mi tamaño es más pequeño, y mi cuerpo más endeble —dice ella regresando la enorme presa de carne a sus piernas porque sus manos temblaban mucho. —Así que esos asquerosos demonios me dieron una vampira defectuosa como esposa, mal nacidos, no importa de todas formas, para este momento ya todos deben estar muertos —comenta él sin mucho afán comiendo de su presa de jabalí. —¿Qué ha dicho, mi señor? —¿Pensabas que los iba a dejar irse en paz por tan insulso trato? El norte junto con el reino de Alistair es mío, me quedaré con sus tierras y su princesa —explica Zander con una sonrisa con atisbos de maldad —lamento informarte, princesa, que solamente las cabezas de tus padres asistirán a nuestra boda, servidos sobre una bandeja de oro —confiesa el rey licántropo que ya había planeado matar a los reyes desde un principio. «Ellos no son mis padres… gracias por haberlos matado, se lo merecen por hacer de mi vida un infierno» piensa Esther regresando su atención hacia la presa de carne que comía, sin decir un solo comentario con respecto a la muerte de los reyes de Alistair.
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