Cuando llevaron a Esther al castillo principal, las doncellas de Hella que también eran vampiras de baja categoría se encargaron de bañar a la pelirroja, y mientras lo hacían, ellas no podían evitar relamerse sus labios, porque la joven desbordaba belleza y juventud, algo que, para cualquier vampiro, era lo mismo que ver un delicioso postre en frente de ellos. Esther se podía dar cuenta de esas miradas sedientas de las sirvientas, incluso la forma como la tocaban era extraña, es por ese motivo que ella les dijo:
—Disculpen… yo puedo asear mi cuerpo sola. No es necesario que reciba tanta ayuda —dice Esther a las doncellas de la princesa.
Una de ellas se acerca respondiéndole, no sin antes verla de pies a cabeza mientras tragaba saliva porque con tan solo verla, su garganta se tornó reseca.
—Por órdenes de su majestad Hella debemos asearla y vestirla —deja en claro la mujer, relamiéndose sus labios.
Al escuchar eso, Esther frunce sus labios atreviéndose a decir algo más.
—Entiendo, si son órdenes de su majestad, no puedo hacer nada. ¿Además, sería mucho pedir algo de beber y comer?, estoy hambrienta. No he probado alimento en más de un día —pide la joven con temor, alternando su mirada entre esas tres doncellas que la estaban atendiendo.
—Nosotras también estamos hambrientas… —responde una de las tres doncellas vampiras, relamiéndose sus labios resecos viendo fijamente a la pelirroja —, así que, si nosotras sufrimos, tú también sufrirás. Te alimentaremos solo si su majestad no los ordena.
—Está bien, pido disculpas por mi atrevimiento, doncellas. —es lo único que dice Esther de forma decaída esperando no morir de inanición.
Por el contrario de las creencias de muchos, los vampiros si comían y bebían, pero no lo hacían como los humanos que necesitaban alimentarse e hidratarse para vivir, en el caso de los vampiros, ellos solo comían por gula y para pasar el rato, puesto que su fuente de alimentos y vida era la sangre de cualquier ser viviente, ya fuera animal o humano. Sin embargo, la sangre humana les proporcionaba mayor fortaleza, vitalidad y belleza. En el caso de las vampiras, ellas debían tomar la sangre de mujeres hermosas y vírgenes para mantenerse agraciadas físicamente, mientras que los vampiros, debían alimentarse con sangre de hombres atractivos y puros para conservar la belleza que se los caracterizaba. No obstante, si un vampiro vivía solamente de sangre animal, su belleza se apagaba junto con su vitalidad y fuerza, es por ese motivo que los vampiros cuidaban mucho a su pueblo humano, porque ellos eran, literalmente, su fuente de vida.
***
—Su majestad, ya la humana está lista, solo falta que los vestidos terminen de ajustarlos a su medida —dice una de las doncellas de Hella mientras le hacía una señal de reverencia.
Esther en ese instante solo usaba una bata de seda que le quedaba algo grande, pero con eso bastaba para que se viera decente. Hella mira a la humana, acercándose a ella lentamente, viendo que ahora que no estaba llena de lodo, y no traía puesto harapos podía dar la ilusión de ser una vampira de baja estatura, es por eso que ella comienza a rodearla para ver cada rincón de la joven, mientras Esther se mantiene con la vista baja pensando:
«Como desearía estar en casa, con mis padres, y no en este lugar rodeado de vampiros. Pero eso nunca sucederá, mi hogar ya no existe, y mis padres están muertos» piensa Esther al instante que sus ojos poco a poco comienzan a cristalizarse, pero hace un esfuerzo para que sus lágrimas no se derramen.
—Bien, te enseñaré lo básico mientras tus ropas están listas. ¿Sabes leer y escribir? —pregunta la princesa, viendo a Esther asentir con su cabeza.
—Si, su majestad. Además, también se pintar, dibujar, coser y bordar.
—Nada de eso te servirá. El reino de Gavril es un lugar horrible, al igual que tu futuro esposo, ¿lo has visto en persona? —pregunta la princesa Hella viendo que esa humana permanecía con la vista baja, es por eso que ella le sujetó el mentón con rudeza para levantarle el rostro —no es necesario que bajes tu mirada.
De inmediato, Esther unió su mirada con la de Hella, y ella pudo ver que los ojos de la muchacha estaban cristalizados por las lágrimas. Por supuesto, a la princesa le importó muy poco, viendo como la pelirroja negó con su cabeza, ante su anterior pregunta sobre el rey del sur.
—Por supuesto que no lo conoces. Si un humano llega a toparse con un licántropo, es una muerte segura —confiesa la princesa con seriedad —, yo tampoco lo he visto, pero he escuchado historias sobre él. Lo llaman: “el descuartizador”, porque le gusta picar a sus víctimas en trozos, y esparcir sus restos en el campo de batalla, hasta el propio rey licántropo del reino de Kaan le teme —explica Hella, viendo como Esther abría sus ojos con temor.
» dicen que es temible a la vista, un gigante con más de dos metros de estatura, tosco, apestoso y salvaje como su especie, además ninguna amante ha sobrevivido a él, y cuando no le gusta una mujer, la descuartiza dándole sus restos a los perros, ese será tu futuro esposo. Lo más probable, es que tu tengas un final parecido.
Luego de escuchar eso, Esther comenzó a temblar del miedo y las lágrimas que tenía agolpadas en sus ojos se desbordaron sin control, porque en pocas palabras, esos vampiros la estaban enviando como sacrificio a un monstruo peor que ellos.
—No quiero hacer esto… —murmura Esther con un tono de voz tembloroso y lloroso, sin dejar de sentirse aterrada, viendo hacia otro punto que no fuera la princesa quien, al oírla, lo que hizo fue reírse a carcajadas.
—¿Acaso importa lo que tu desees, humana? —cuestiona acercándose a ella sujetándole el cuello de su pijama, para atraerla mas a su cercanía —, tú estás aquí para tomar mi lugar, salvando en el proceso la vida de mis padres y la mía, ahora, siéntate. Te enseñaré lo básico para que al menos te veas algo creíble ante esa bestia.
Al decir eso, empuja a la chica hacia un sillón que había en su lujosa habitación, y cuando Esther cae ahí, tiene su mente en blanco, porque al ponerse a pensar con detenimiento, el único sentido que tenía su vida era para ser comida de vampiros, o terminar bajo las garras de un licántropo, ¿Por qué todo tenía que ser de esa forma?
«Odio este mundo… y estos demonios que nos gobiernan» piensa Esther mientras su mentón temblaba porque todavía continuaba controlándose su llanto que, si no lo detenía, podía salir sin control.
Al día siguiente día del encuentro con el rey Zander:
Los reyes del reino de Alistair iban en un carruaje a la zona de encuentro, acompañados por Esther que estaba vestida con un pomposo vestido n***o como los que usaba Hella, y encima traía un velo para cubrir su rostro. Ellos habían decidido no colocarle joyas a la joven porque desde la perspectiva de los reyes era un desperdicio, es por eso que el único accesorio que ella traía era el collar con el hechizo para hacerla lucir como una vampira, a los ojos de su futuro esposo. Entonces bien, cuando el carruaje llegó a la zona acordada, como siempre ocurría en el reino del norte, estaba lloviendo a cántaros, es por ese motivo que los sirvientes de los reyes los cubrían con paraguas para impedir que se mojaran, dejando a la chica desamparada de la lluvia, porque ellos sabían quién era.
—Cúbranla a ella también, ¿Qué están esperando? —ordena el rey, al instante que uno de los sirvientes también cubre a Esther, la cual extendió sus dos manos para coger agua de lluvia, y con eso mojar su garganta, porque ayer no le habían dado alimento ni bebida.
A lo lejos, se podía ver que estaba el rey Zander montado en un caballo con varios licántropos más. Esther mientras caminaba sentía que cada paso que daba la llevaba directo al infierno, porque conforme se acercaban observaba como esos hombres lobos, que eran un total de seis, los estaban esperando de forma relajada. Ella asumía que el lobo del medio, que tenía un atuendo más llamativo era el rey Zander, puesto que se podía diferenciar fácilmente del resto, sin embargo, eso le importó poco porque desde esa distancia, la pelirroja pudo ver las enormes espadas que se asomaban a un lado de ellos en las cinturas, y justamente, la del rey, era la más grande. Con tan solo ver esa arma, Esther sintió como sus manos comenzaron a temblar porque quizás con esa misma arma era que él descuartizaba a sus víctimas.
«Con esa espada me matará» piensa Esther sintiendo que ya caminaba de milagro, porque el miedo, y la debilidad por falta de alimento, ya estaban comenzando a afectarle.
Así pues, cuando finalmente llegaron, el rey Zander se bajó de su caballo, y el rey Dorian se acercó a él con Esther diciendo:
—Aquí tienes a mi hija, recíbela como ofrenda de paz, rey Zander —dice el rey Dorian, mientras Esther con la vista baja, dio dos pasos delante de aquel hombre lobo.
Zander vio a la hija del rey la cual estaba cubierta con ese velo n***o, y lo primero que pasó por su mente, es que era demasiado baja de estatura, no le agradaba, pero él ya había hecho un trato con ellos pensando:
«Si no me gusta, la asesinaré aquí mismo, no voy a perder el tiempo con una mujer que no me despierte ni el más mínimo interés» piensa el rey Zander dispuesto en hacer trizas ese trato con aquellos vampiros, si le traían a una esposa fea.
Es por esa razón que, sin esperar o preguntar, le arrancó con violencia ese velo que cubría a la princesa del reino de Alistair para verla bien, sujetándola por su cabello mojado para alzarle la cabeza violentamente y así verle el rostro con atención.
Esther temblando del miedo, alzó su vista para ver al rey Zander, y fue ahí cuando observó que ese enorme hombre lobo de cabello gris y mirada ruda la veía fijamente, mientras la sostenía por su cabello lastimándola un poco, pero a él eso le tenía sin cuidado. Sin embargo, lo peor vino después para la pelirroja cuando el enorme rey licántropo bajó un poco para quedar a la altura de la chica, y sin más le lamió una mejilla mientras la olfateaba diciendo:
—Me quedo con ella —dice el rey Zander cargando a Esther para montarla en su caballo.
El hombre lobo que al parecer no le gustaba perder tiempo, se montó en su caballo de igual forma y así sin despedirse de los vampiros, se fue a toda prisa con la chica llevándosela prácticamente como una prisionera. Al verlo partir, los reyes de Alistair sonrieron gustosos, porque su plan había funcionado.
«Estúpido animal, disfruta a tu humana mientras puedas» piensa el rey Dorian, sujetando la mano de su esposa diciéndole: —Vámonos hoy mismo, tenemos que huir de este reino lo mas pronto posible —agrega el rey como todo un cobarde.