Enzo miró de pies a cabeza a esa mujer que aquella hechicera había traído al calabozo. Con tan solo verla, con su poca ropa, su piel mojada por el sudor, y su poca fuerza para ponerse de pie, él se pudo dar cuenta que ella apenas había acabado de dar a luz; era tan cruel esa situación que de tan solo imaginarse que algo así o peor le sucedería a Hella, lo llenaba de frustración porque él no podía ayudarla. Había estado encerrado en ese calabozo desde hace unos dos meses cuando descubrieron que el hijo que estaba esperando no era del príncipe Anders, puesto que luego del casamiento, donde Hella se convirtió en la princesa oficial del reino del Oeste, su nuevo esposo debía intimar con la soberana del norte, pero, aunque lo intentaron nunca pudieron hacerlo porque el hermoso príncipe vampiro