Loky
El cuerpo me duele, como si me hubieran golpeado, pero no fue así, me dieron muchos sentones y algunos azotes. Es glorioso despertar con Katherine a mi lado, lo que daría por esto todos los días. Pero somos demasiado inestables para estar juntos.
Acaricio su mejilla cuando va despertando, tiene varias marcas en su cuello, sus hombros, sus pechos, en todo el cuerpo tiene marcas y yo estoy igual o incluso peor por sus uñas. Me sonríe y se acurruca a mi lado. Besó su frente y la abrazo.
— Tengo hambre – murmuró.
— Y yo sueño – los dos reímos. – Media hora y vamos a desayunar juntos a algún lugar, está casa huele a sexo.
— Tienes razón – me miró con una sonrisa. – Y es tú turno de acompañarme.
— ¿A dónde? – arrugó el entrecejo y quitó su cabello de su rostro.
— Tengo cosas que hacer en el hospital y en otros lados, así que te quedas conmigo hoy no quiero quejas.
— No las tendrás, voy a estar contigo – aseguró mirándola.
Me sonríe y se acerca a besarme, un lento y tierno beso. Sin prisa, sin lujuria, solo un beso lleno de sentimiento.
Después de un rato de estar mirándonos como imbéciles. Nos cambiamos de ropa, tomó mi arma y mi droga como siempre y dejó mi auto y mi chofer en casa para convertirme en el chofer de Katherine. Pasamos a su casa donde se cambia de ropa, se maquilla y nos vamos al hospital. Al llegar al hospital varios la miran, para empezar estuvo como cuatro días en el hospital golpeada, después desaparece porque se mantuvo en mi casa como una loca y ahora entra con un rubio que parece criminal que sostiene su bolso y sus papeles mientras ella bebe un starbucks que me obligó a comprarle, mientras me toma del brazo.
Si, somos el centro de atención y ni Lara se cree lo que ve. Pero poco me importa, que digan lo que quieran, si con estás idioteces voy a tener a Katherine como quiera, donde quiera y a la hora que quiera, a la mierda el mundo.
Entramos a su oficina, tiene su nombre escrito en la puerta ya que es la subdirectora, privilegio de ser una perra desgraciada. Dejó las cosas en el escritorio mientras ella se acerca y me besa, correspondo a su besó con una sonrisa. Joder, me siento dopado de ella.
— Bien, tengo que hacer papeleo y algunos chequeos ¿okay? – me mira y yo me dejó caer en el sofá que tiene.
— Haz lo que tengas que hacer, dormiré porque alguien no me dejó dormir – pongo mi antebrazo sobre mi cara y solo escucho como Katherine camina hasta su escritorio.
Aunque realmente no duermo ni media hora, a los diez minutos me despierto solo para verla trabajar, tiene lentes puestos, el ceño arrugado, su vista fija en la pantalla y parece estresada.
— ¿Quieres que te traiga algo, nena?
— Esperame, ya casi acabo esto.
No digo nada más. Sin embargo, comienzo a ver los reconocimientos en su oficina, su título y las especialidades que ha hecho. Tiene conocimiento en medicina militar, joder. ¿Hay algo que está chica no haga bien? Es sexy, inteligente, buena en su trabajo y asesina. La definición de mujer del Diablo y ese soy yo.
— ¿Hola? ¿Quién habla? – me giró a ver a Katherine que está al teléfono. Me acercó a ella, poniéndome frente suyo. – Sí lo recuerdo… Estaré en media hora – me mira. – Llevó compañía… Es un asesino y será mi asistente también – arrugó el entrecejo, no sé nada de esto. – Perfecto, nos vemos.
— ¿Qué pasa? – digo mirándola.
— Te voy a cumplir un deseo hoy – se levanta y toma mi rostro en sus manos. – Voy a extraer órganos – sonríe al ver mi emoción de niño pequeño.
— ¿Me dejarás verte en acción?
— Estarás conmigo en acción, necesito manos extras – acaricia mis mejillas. – Y tú, guapo, eres mi mejor opción.
— Pero no sé nada de esto – digo mirándola.
— Sé que no has hablado nada de lo que vi en esa caja, pero ni no vi mal, un Marín aprende rápido – me da un fugaz beso en los labios. – Así que andando.
Tomó su bolso y está vez tomó su mano cuando salimos de su oficina, ella entrelaza nuestros dedos y se siente bien, joder se siente muy bien. Me siento el chico que tiene de novia a la chica más sexy de la escuela.
Katherine vio algo que nadie o pocos saben, mi pasado, vio todo lo que trato de ocultar en cajas y sé que desde ese día tiene dudas y preguntas atascadas en la garganta. Es algo que quisiera olvidar. Pero tiene razón en algo, aprendo muy rápido las cosas.
Estamos por salir cuando Collins, el doctor con el que la encontré el otro día en su habitación se nos puso frente. Cuando creo que va a soltar mi mano, se aferra a ella y actúa como si nada.
— Volviste Katy, no lo sabía – me mira y mira nuestras manos, y la mira a ella. – ¿Cómo estás?
— Muy bien Collins – le sonríe.
— Quise ir a verte a tu casa pero no estabas.
— Me confine con él – me mira con una sonrisa. – No estuve en mi casa, de hecho ahora él se confinara conmigo, lo tengo atado a mí ¿verdad?
— No tengo otra opción – digo con una sonrisa y siento como me aprieta la mano. – Es broma – los dos medio reímos.
— Bueno, espero verte otro día.
— Sí – le sonríe y tira de mi mano para irnos. – Cancele nuestra cita cuando estaba contigo.
— ¿Por qué? – digo cuando subimos a la camioneta.
— Porque no lo quiero a él – se pone el cinturón y me mira. – Te quiero a ti y cuidado vea a alguien tratando de meterse en tus pantalones, pero conociéndote y conociendo las zorras que te rondan, el mercado n***o estará bien abastecido.
— Pues eso es bueno ¿no? – le sonrió y ella me fulmina con la mirada. – Creo que no – susurró.
Conduzco de vuelta a su casa, me lleva a una habitación a la que no había entrado, su maldita casa es enorme y solo vive ella. Tres habitaciones con baño en la segunda planta, y en la primera planta tiene una oficina, cocina y comedor enormes junto con una gran sala, sin mencionar la piscina y la cochera. Mi casa es si acaso la primera planta.
Katherine me da muchas cosas que subimos al auto, uniformes de quirófano, hieleras, bolsas, guantes, gasas, bisturís, y demás cosas que ella me va enseñando los nombres y lo importante que es el que no se me olvide el nombre. Me hace una prueba rápida y acierto en casi todas, volvemos a subir a la camioneta y vamos a una ubicación que está al sur de la ciudad, casi en los barrios llenos de pandillas. Cuando llegamos es una zona industrial abandonada, hay varios autos verdes por lo que debo adivinar que es zona de la pandilla “Los Canis” Katherine baja de la camioneta y después bajó yo.
— Jackson – Katherine abraza a un chico afro con rastas. – ¿Cuando saliste?
— Hace un mes, trate de buscarte pero sabes como es Jones.
— El tóxico de tu novio, ya sé – sonríe divertida. – Pues yo te presento a Loky Nygard.
— Joder, Nygard está aquí – escucho la voz de Jones y lo miró, es otro afro de casi dos metros, tiene mi edad y está con un chico de 19 años. – ¿Va a caernos un meteorito?
— Cállate idiota – digo mirándolo.
— Amargado – espeta y va con Katherine. – Un gusto Doctora Hyde, espero en verdad que le alegre la vida a este desgraciado o sino acabará como él.
— Descuida lo estoy domando – aprieto los dientes cuando escuchó la risa de la pandilla. – Vamos al grano ¿dónde está?
La pandilla nos lleva al interior de la fábrica, vemos a dos tipos, a uno le acaban de disparar y él otro se está desangrando poco a poco.
— ¿Cuánto tiene el del disparo? – pregunta Katherine, poniéndose unos guantes, me entrega unos a mí y me los pongo.
— Cómo una hora.
— Loky, muévelo un poco – hago lo que me dice. – Mira – me señala. – La bala no salió, por lo que está alojada en alguna parte del cuerpo.
— En el cerebro ¿no? – digo mirándola.
— Puede que sí, puede que no – mira a la pandilla. – Esterilicen el lugar y los cuerpos con alcohol, nos vamos a preparar, diez minutos tienen y no se les ocurra prender un cigarro porque nos vamos a la mierda.
Sigo a Katherine hasta la camioneta y sacamos todo, ella se instala cerca de los cuerpos mientras que la pandilla llena del alcohol el lugar. Me indica como ponerme el uniforme, me lo ata de atrás y yo hago lo mismo con el de ella.
— Cuando la bala queda en el cerebro ahí se queda, pero cuando solo roza el cerebro, viaja la bala con el flujo sanguíneo, la bala pudo haber afectado otros órganos lo que nos jode el trabajo – me explica. – Aprenderás muchas cosas.
— Estoy emocionado – digo mirándola.
— Yo también, no creí que haría esto con alguien como tú.
— ¿A qué te refieres?
— No tenemos etiqueta, lo sabes – me da un guiño. – Vamos guapo.
Katherine ordena que solo Jackson y Jones se queden, ellos se ponen el mismo uniforme. Según Katherine eso garantiza su trabajo y en parte tiene razón. Le dice a Jackson que ponga música y cuando comienza a sonar Lana del Rey, la miró y ella solo sonríe.
Y comienza su verdadero trabajo. Katherine abre el cuerpo como toda una experta, sabe donde cortar y donde no, me explica como funciona cada cosa, la veo extraer los primeros órganos intactos que pongo en una hielera, y así continuamos con el resto de órganos, exceptuando el corazón.
— Mira aquí – me acercó. – La bala no se quedó en el cerebro, hasta para disparar debes saber donde hacerlo, porque si no jodes el trabajo. Un corazón así ya no vale como transfusión, pero sí para caníbales locos.
— Como Alister.
— Exacto.
Continuamos con el trabajo, Katherine no deja nada intacto, las córneas, músculo, todo lo ocupa. Cuando abre la cabeza, Jackson se va a vomitar, yo he visto cosas peores en mi trabajo, esto no es nada para mí, aunque admito que si llega a revolverme el estómago el cómo saca los órganos.
Terminamos con el primer cuerpo y antes de seguir con el segundo hace unas llamadas. Sus contactos del mercado n***o.
— Bien, tenemos tres horas, hagamos el siguiente y nos vamos – dice Katherine mirándome.
El siguiente cuerpo estaba medio vivo aún, pero terminó de morir cuando lo desangro por la yugular. Ahora me muevo más rápido y entiendo más cosas, terminando en dos horas con el último cuerpo.
— Sube todo a la camioneta – me dice. – Y trae los garrafones que están en la parte de atrás, con mucho cuidado, son ácidos.
Hago lo que dice, subo todas las hieleras que en total son 23 hieleras que ocupan toda la camioneta y enseguida llevó los garrafones. Todos nos alejamos cuando ella comienza a rociar el ácido en lo que quedó de los cuerpos, apenas al contacto se desintegra la piel, el hueso, todo. No queda nada.
— ¿No habías visto cómo se hacía esto? – dice Katherine.
— Solo en vivos – digo mirando como se desintegra el último cuerpo. – Es más satisfactorio que estando muertos.
— Concuerdo en eso – me sonríe. Se aleja y se va con Jones.
Jackson se acerca a mí cuando ya estoy en la camioneta.
— ¿Es tu novia? – pregunta mirándome.
— No estoy loco – lo miró.
— ¿Entonces qué eres?
— Es mi amiga, solamente – le sonrió. – Hey, conozco a tu novio el grandote – el chico asiente con la cabeza. – Dile que me llame cuando quiera, que puedo perdonarle.
— Está bien – me sonríe y cuando veo que Katherine ya viene subo a la camioneta.
— Adiós amargado – dice Jones mirándome.
— Jodete Jones – digo mirándolo.
Katherine sube a la camioneta y nos vamos. Ella dice que conduzca al bosque, no dice nada porque va centrada respondiendo mensajes y llamadas a las que no le presto atención. Cuando llegamos al bosque veo tres helicópteros, con hombres armados, vaya imperio hay aquí.
— ¿Quién es él?
— Mi esposo – dice Katherine. – Todo está fresco, sabes usarlo no te debo dar instrucciones – comienzan a bajar las hieleras que se reparten en los tres helicópteros. – Mi p**o.
— Aquí tienes querida – le entrega dos portafolios y me mira. – Amigo, debes estar loco para estar casado con ella.
— Pronto iré al manicomio – aseguró y ella pone los ojos en blanco.
— Me agradas – se acerca a mí. – Soy Ian.
— Nygard – estrecho su mano.
— Un gusto, espero verte de nuevo y que no sea con camisa de fuerza – los dos reímos.
— Sigan con sus bromitas y los mataré – dice Katherine.
— Mejor me voy – me da su tarjeta. – Nos vemos.
Veo su tarjeta. “Inmobiliaria” joder ahora hasta los muebles son producto de mafias. Guardó la tarjeta y miró a Katherine.
— ¿Tu esposo?
Muerdo mi labio, fingiendo que eso no me emociona, pero lo hace y me gusta.
— Si decía que eras mi amigo o mi compañero s****l, te matarían – me entrega un portafolio. – Es tuyo.
— No gracias – lo pongo sobre la camioneta. – No quiero p**o por esto.
— Pero es justo, me ayudaste.
— Enséñame – la miró. – Lo que haces, quiero hacerlo, me gusto lo que vi y la verdad es que quiero aprender. Enséñame.
— ¿De verdad? – asiento con la cabeza. – Lo pensaré, ahora vámonos.
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La rutina ha sido en que Katherine se queda en mi casa o yo en la suya, a veces la acompaño y a veces no. Hoy es uno de esos días en lo que tengo que ver mis acciones y no solo eso, hoy llegan los Petrov y no sé porque presiento que las cosas van a salir muy mal.
— ¿A dónde dices que vamos? – dice Katherine cuando llegamos a un gran edificio.
Royal Dutch Shell, es una de las empresas en las que mi abuelo tenía acciones petroleras, cuando ella murió me dejó todo a mí, no a mi padre y fue bueno, él ya hubiera dejado todo en la mierda. Me hago cargo de esto desde mis 19 años, cuando ya era un jinete muy bueno.
Katherine ve el lugar fascinada sin saber qué hacemos aquí, entramos al ascensor y pongo el código de acceso que nos lleva al último piso.
— ¿Cómo sabes el código?
— Haces muchas preguntas nena – sonrió mirándola. – Tú calladita nada más, solo vienes a acompañarme porque era tu día libre.
Las puertas se abren, la secretaria me mira con lascivia, más de una vez la he follado allí mismo, y Katherine lo nota, porque toma mi mano y se pega a mí como sanguijuela.
>> Loca. <<
Pero así me gusta. Entramos a la gran sala de reuniones, hay demasiados hombres de traje y solo un par de mujeres con traje a las cuales también me he follado, ya nadie se sorprende por mi forma de vestir. Me siento en la silla libre y le indico a Katherine que se siente detrás de mí.
— Señor Nygard – dijo una una de las mujeres.
— Buen día – saludo sin mirarla, capaz que si la miró Katherine la mata con un lápiz. – ¿Estamos todos?
— Sí, pero esperábamos que nos presentara a su novia – dijo el Director de la empresa.
— Pues siga esperando – lo miró y no dijo nada más.
Se comienza la reunión que generalmente se hacen largas y tediosas, mirando las acciones, el crecimiento de la empresa, la competencia de otras y más cosas que me hartan pero a las que pongo atención. Miró cada tanto a Katherine que está confundida y no entiende nada, a veces la veo jugando con pelusas de su suéter y cosas así. Hasta que termina.