Casarme no estaba en mis planes y mucho menos con un hombre como Aiden, tan frío, petulante, engreído y soberbio.
Ok, era igual que yo, si de personalidad hablamos, y tal vez por eso siempre repelemos como dos imanes con polos iguales.
Admito que es un hombre muy atractivo, inteligente y audaz en los negocios, tenía a muchas mujeres comiendo de su mano, pero, no podía imaginarme casada con él, ni siquiera soportaba su presencia por más de dos horas y pretendían que lo soportara siendo mi esposo, de solo pensarlo me da escalofríos.
Miré a mis padres, quienes estaban tan sorprendidos como yo, la única diferencia, es que ellos se veían maravillados con aquella loca idea de la pareja Berrycloth.
¿En serio aceptarían que me case con el hijo mayor de los Berrycloth? Prefería casarme con su hermana, Aura, o con el menor, Arturo, solo que tendría que esperar que cumpliera la mayoría de edad, pero, ¿Aiden?
— Es una maravillosa idea. Los hijos de dos grandes amigos y empresarios, uniendo ambas familias en un evento tan importante. —mi padre estaba más que alegre con aquello, se le notaba por la sonrisa que se asomaba en su rostro, ¿no le importaba mi opinión?
— Debo admitir que siempre tuve la ilusión de ver casada a mi hija con Aiden. —basta, quiero salir de esta oficina donde ni siquiera mi madre me toma en cuenta.
Mi boca estaba levemente abierta, estaba sorprendida, no tanto por la condición de los Berrycloth, sino porque mis padres celebran sin escuchar mi decisión final.
Miré a Aiden, quien se mantuvo en silencio y tan sorprendido como yo, me di cuenta que miraba a sus padres como si hubiesen enloquecido. Ok, al menos no era la única que estaba en desacuerdo, aun así, éramos dos contra cuatro.
— Y nosotros igual, la familia Berrycloth Kidman, ¿no les suena? —no, no me sonaba, se me revolvía el estómago de solo escuchar nuestros apellidos juntos, por más que la Sra. Victoria intentara sonar convincente. —Es nuestra única condición, después de todo, ellos quedarán al mando de las empresas, lograrían mucho estando juntos, ustedes, ¿qué opinan? —nos preguntó por fin, después de hablar y hablar como si ellos tuvieran que decidir por nosotros.
Aclaré mi garganta, lista para dar mi respuesta final, la cual se resumía en un simple, no. Entonces, Aiden habló, haciéndome tragar lo que estaba por decir.
— ¿A quién se les ocurrió tan descabellada idea? ¿No les importa mi vida amorosa? ¿No piensan en que puedo elegir con quien casarme? Por supuesto que no aceptaré casarme con la Srta. Kidman. —por poco me rio del berrinchudo de ojos verdes, al menos estábamos de acuerdo en algo, aunque por un momento llegué a sentirme ofendida, ¿quién no querría casarse con la heredera Kidman?
— Fuiste quien nos incentivó a reconsiderar la oferta de Emmanuel. Para nadie es un secreto que Victoria tiene problemas cardiacos, cuando le ceda mi lugar a Aiden, queremos irnos de vacaciones a la costa o a alguna isla, donde ella pueda estar tranquila, pero, antes de perdernos en algún lugar del mundo, queremos ver a nuestro hijo casado, qué mejor que con la hija de mi mejor amigo. —bajé un poco, solo un poco, la guardia, cuando Adrien explicó lo que lo había llevado a tomar esa decisión.
Victoria estaba enferma, y, puede que no quieran llamar las cosas por su nombre, tal vez ella estaba en sus últimos años de vida y no quería irse de este mundo sin ver a su hijo casado, quizá me esté equivocado o puede que esté en lo cierto, no lo sé, pero lo único que sabía, es que era una sola condición para fusionar nuestras empresas.
A Aiden no le hacía gracia la idea de sus padres, pero si nos ponemos a pensar, ¿qué tan malo puede ser? Solo firmaremos un papel que nos hará marido y mujer; Venus y Berrycloth será la empresa más poderosa, la competencia temblara de miedo, nuestras familias seguirán con su gran amistad, mientras que nuestro matrimonio será más fingido que el amor de mi ex. Si llegamos a un buen acuerdo, Aiden no sentirá mi presencia, ni yo la de él, podemos seguir con nuestras vidas como si no estuviéramos casados, eso sí, cuidando nuestra imagen, pues somos figuras públicas y cualquier imprudencia podría perjudicar años de trabajo.
— A mí me parece buena idea, claro que, un matrimonio por conveniencia no es lo que yo hubiese querido, pero, si esto nos beneficiará a todos, tanto laboral como en lo personal, pueden contar conmigo, me casaría hoy mismo si ustedes lo deciden. —dije de la manera más profesional posible, hasta mis padres me observaron asombrados por mi respuesta, seguro no esperaban que la hija de papi y mami aceptara casarse a los veinticuatro años con alguien que no ama, tomaría esto como un reto.
Más que por la salud de Victoria, lo hacía por mi padre, su sueño siempre ha sido unir su empresa con la de su mejor amigo, no podía desperdiciar una oportunidad como esta, justo cuando dieron su brazo a torcer. Dije que mi padre se sentiría orgulloso de mí y estaba haciendo hasta lo imposible por cumplirlo.
Aiden me miró con su ceño fruncido, lo más seguro es que piense que he enloquecido igual que sus padres, pero vamos, no es como si fuera una desgracia estar casado conmigo, puede que no nos llevemos bien, y que, él sea insoportable para mí, como yo para él, pero si ponemos de nuestra parte, ni siquiera nos vamos a acordar de que estamos casados, pasaremos desapercibidos el uno al otro.
— No voy a casarme con una niña que no sabe lo que quiere, ¿cuántos años tiene? Dieciocho, por favor, ustedes pueden controlar a su niñita, pero yo no me dejaré, toda mi vida he hecho lo que se me viene en gana, como para a estas alturas hacer lo que ustedes quieran. —dijo Aiden realmente molesto, mientras se ponía de pie, pero no dio ni un paso, solo miraba a sus padres con la mirada sombría y las mejillas sonrojadas de la rabia.
En vez de ofenderme, me sentí halagada, ¿parecía de dieciocho? Espero que sea así para toda la vida.
No sé porque, pero de pronto sentí como un placer dentro de mí, al verlo actuar de aquel modo, estaba disfrutando la manera en que se salió de sus cabales, ahora no parecía el hombre bien portado y futuro CEO, no, parecía un niño mimado cuando le hace un berrinche a sus padres por no complacer sus caprichos, ni yo me lo tomé tan mal y eso que al principio prefería casarme con su hermana o con su pequeño hermano de dieciséis años.
— Aiden, por favor, tu madre está enferma y lo sabes muy bien, hazlo por ella. —las palabras de Adrien fueron tan suaves, jamás había escuchado ese tono de voz en él, parecía que era una clave con la que los Berrycloth se comunicaban, y si no, era algo similar, pues Aiden se sentó de inmediato, recuperando su postura y aclaró su garganta antes de hablar.
— Que quede claro, que solo lo hago por ella. —dijo más sereno, sin dedicarle una sola mirada a sus padres, más bien me estaba mirando a mí, como si de pronto le empezara desagradar mi presencia.
Querido, estás mirando a tu futura esposa.
— Entonces es un hecho, se unen las empresas y las familias también, ¿todos están de acuerdo? —dijo Adrien entusiasmado.
— Creo que todos estamos de acuerdo. —dije levantándome de la silla y ocultando la sonrisa burlona que quería dibujarse en mi rostro, Aiden me miraba altanero, y quise echarle más leña al fuego. —Entonces, futuro esposo, ¿tenemos trato? —tendí mi mano hacía él para estrecharla con la suya y cerrar el trato, esta vez no pude contener más mi sonrisa, pero hice mi mayor esfuerzo para que pareciera una sonrisa alegre y no una de burla.
Su ceja poblada se enarcó, como si le hubiese disgustado la manera en que lo llamé. Si esto sería tan desagradable para él como para mí, al menos me encargaría de divertirme, no permitiría que esta unión acabe con mi buen humor.
Tardó unos segundos, en los que lo vi dudar en si estrechar nuestras manos o no, pero a la final, se levantó de su asiento y estrechó su grande mano con la mía, mis ojos se abrieron de par en par, cuando ejerció más fuerza de la que debería en mi pobre mano, pero no le iba a dar el gusto de verme quejar de dolor.
— Qué suerte tienen algunas. —murmuró solo para mí, pero estoy segura que todos lo escucharon. Engreído. Le sonreí de medio lado, para que supiera que estaba disfrutando de su frustración por no poder hacer más que aceptar casarse con un "niña". —Tenemos trato, futura esposa.