Emma y Aiden habían aceptado a regañadientes el matrimonio por conveniencia que se les imponía y ya no había marchar atrás.
Sabían que esta decisión no solo afectaría sus vidas, sino también la dinámica de las dos familias.
—Esta fusión nos brindaría nuevas oportunidades y un mayor poder en el mercado. Pero para que esto suceda, requerimos una unión más fuerte entre nuestras familias. —el padre de Aiden expresaba uno de los motivos por los que había llegado a tomar aquella decisión.
Los señores Kidman asintieron estando de acuerdo con sus mejores amigos, después de todo, Aiden siempre fue el hombre que ellos quisieron para su hija, a pesar de sus indiferencias.
—Estamos seguros de que esta decisión beneficiará a ambas partes. Es una oportunidad que no podemos desaprovechar. —el señor Kidman se mostró muy de acuerdo con las decisiones de su gran amigo y ahora consuegro.
—¿Qué otra opción tenemos? —murmuró Aiden para sí mismo, sin terminar de estar de acuerdo con aquella locura, pero haría cualquier cosa por su madre, incluso si eso implica arriesgar su felicidad.
Emma lo miró con una sonrisa socarrona y volvió la mirada a sus padres, quienes sonreían como si ya los estuviera casando.
—No se hable más, entonces, organizaremos una cena para esta noche, celebraremos las buenas noticias. Nuestros hijos se casan. —la señora Kidman estaba tan emocionada, que no pudo evitar hacer aquella invitación teniendo muy poco tiempo para organizar la cena.
—Sí, qué emocionante. —Aiden murmuró sin muchos ánimos, mientras se levantaba de su asiento.
—Realmente emocionante, Sra. Berrycloth, sería un gran honor para mí que me ayudara a escoger mi vestido de novia. —Emma le habló a la madre de Aiden, como si fuesen intimas amigas, lo que irritó aún más a Aiden.
Al dar por terminada la reunión, Aiden se retiró de la oficina sin despedirse, el malhumor se le notaba en cada poro y Emma, a pesar de que estaba decidida, lo estaba disfrutando.
El sonido de sus pasos resonaba en el estacionamiento vacío, mientras Emma salía de la oficina en busca de su automóvil. Sin embargo, antes de que pudiera alcanzarlo, Aiden apareció inesperadamente frente a ella.
Con el ceño fruncido y una mirada llena de determinación, Aiden la tomó del brazo logrando que Emma soltara un grito y estuviera a punto de poner en práctica sus clases de defensa personal, pero se detuvo al ver el rostro inexpresivo de aquel desagradable hombre.
—Emma, antes de que te vayas, quiero recordarte que esto no significa nada más que un acuerdo. No esperes que nazca algo entre nosotros porque eso jamás pasará. Todo esto lo hago por mi madre, de lo contrario, ni aunque estuviera loco aceptaría arriesgar mi libertad y mi felicidad por una cría caprichosa y prepotente como tú. —Aiden le dejó aquel recordatorio, como si estuviera echándole toda la culpa a ella.
Emma soltó una risa divertida en su cara y sacudió su brazo para deshacerse del agarre de Aiden, y arreglando su cabello detrás de la oreja, esbozó una sonrisa llena de gracia.
—¿Crees que tenía alguna esperanza de eso? No te preocupes, Aiden, no tengo la intención de que esto llegue más allá que un insignificante matrimonio por conveniencia, la verdad es que me repugna el solo ver tu rostro. Descuida, que, si para ti esto significa arriesgar tu libertad y tu felicidad, para mi será una tortura, preferiría que me arrancaran las uñas una por una. Pero ni modo. —Emma no se quedó callada y le respondió con determinación y con rostro de repugnancia, como si le diera asco el solo verlo a la cara.
—Bien, entonces, ya que está claro de que esto solo es por conveniencia, quiero que sepas que no tengo ninguna intención de ser fiel y no es necesario que tú lo seas, ambos somos libres de buscar romances fuera de este matrimonio. —Las palabras de Aiden golpearon a Emma con fuerza, hiriendo su corazón y alimentando su resentimiento hacia él. Aunque intentó ocultarlo, la rabia y la tristeza se reflejaban en sus ojos. Sin embargo, en lo profundo de su ser, una chispa de determinación comenzó a encenderse.
Si eso era lo que él quería, pues eso era lo que iba a darle. La verdad es que, estaba muy joven como para estar toda la vida atada a un hombre que ni siquiera soporta, a pesar de estar unida en matrimonio, sería un alma libre como siempre lo ha sido.
No está tan mal después de todo.
—No te preocupes, Aiden. No permitiré que tú ni esta imposición dicten mi vida o mi felicidad. Haz lo que se te dé la real gana. —respondió Emma antes de pasar por su lado, poniéndole fin a aquella incomoda conversación, ya no soportaba estar un segundo más junto a aquel hombre que la irritaba. —Cuídate, amor. —agregó con tono sarcástico antes de entrar a su auto bajo la sombría mirada de Aiden.
Emma estaba decidida a demostrarle a Aiden que ella también podía vivir su vida fuera del matrimonio. No permitiría que él dictara sus límites ni la privara de encontrar la felicidad.
Antes de encender su auto, Emma marcó un numero en su celular y esperó paciente a que respondieran mientras miraba por su retrovisor al hombre que caminaba en dirección contraria y no pudo evitar poner los ojos en blanco.
—¿Emma? ¿Ya estás libre? —Emma apartó los ojos del retrovisor cuando escuchó la voz al otro lado de la línea.
—¿Recuerdas cuando dije que odiaba a Aiden Berrycloth? Pues lo sigo haciendo, y con todas mis fuerzas. —fue lo primero que dijo Emma, evitando la pregunta de su mejor amiga.
—¿En serio? Jamás lo hubiera imaginado. ¿Qué ha pasado ahora? —preguntó Kate después de soltar un largo suspiro.
Si le pagaran por cada vez que escuchaba a Emma decir que odiaba a Aiden, probablemente sería multimillonaria.
—Nos vemos en tu casa y avísale a Sandra, necesito un trago para procesar lo que acaba de ocurrir. —Emma tomó una bocanada de aire mientras encendía su auto y antes de finalizar la llamada, lo soltó. —Me casaré con Aiden.