— Pero, qué se han creído, van diez minutos de retraso. —miré por enésima vez mi reloj de pulsera que marcaba las ocho con diez de la mañana.
La familia Berrycloth me estaba estresando y apenas comenzaba la mañana, primero, nos citan a su empresa que está casi al otro lado de la ciudad, y, aparte de que mi familia y yo llegamos con cinco minutos de sobra, ellos se atrevían a hacernos esperar diez minutos, esto era una falta de respeto, por muy socios que sean.
— Emma, conserva la calma, solo son diez minutos. —dijo mi padre sereno, sentado a mi lado, ¿conservar la calma? Imposible.
Estaba ocupando mi puesto en la casa de moda, Venus, y aunque mis padres aun no confían del todo en mí, por mi corta edad y la poca experiencia, estaba siguiendo los ejemplos de mi padre, el gran Emmanuel Kidman, dueño de su propia marca de alta costura, nombrado cuatro veces consecutivas como el empresario del año, y hasta allá quería llegar yo, incluso más alto que él mismo.
— ¿Cómo puedes estar tranquilo? No tolero la impuntualidad. —mi madre soltó una risa que cubrió con su manos mientras me miraba, ¿también mi madre estará en desacuerdo conmigo? ¿Qué les pasa hoy a los Kidman?
— El rey de la puntualidad pidiéndole calma a su hija, Dios, es tu vivo retrato. —puse mis ojos en blanco mientras negaba con mi cabeza, no estaba de humor para escucharla burlándose de mí.
— Querida, nuestra bebé se está convirtiendo en toda una empresaria, debo cultivar lo que he cosechado. —una arcada se hizo presente en cuanto escuché como me llamaba mi padre, ¿bebé? Pero, qué diablos.
Antes de que pudiera reprocharle algo a mi padre, la puerta de la sala de juntas fue abierta y el rostro de tres personas muy conocidas para mí se hicieron paso como si no llevaran trece minutos de retraso.
— Buenos días, familia Kidman, Emma, luce usted tan hermosa como su madre. —el Sr. Adrien Berrycloth me saludó tendiéndome su mano para que la estrechara en modo de saludo, me levanté de mi asiento con una sonrisa arrogante y conteniendo mi mal humor por la impuntualidad, estreché mi mano con la suya.
— Buenos días, Sr. Berrycloth, muchas gracias, y como comprenderá una mujer tan hermosa no puede tolerar la impuntualidad y menos en una reunión tan importante. —dije “amablemente” aunque había sonado como una completa antipática.
Me importa cinco.
El rostro de sorpresa de Adrien no se hizo esperar, sin embargo, una sonrisa burlona se asomó en su rostro, y soltó mi mano delicadamente.
— Hermosa como su madre, y tan soberbia como su padre, ¡me gusta! —puse los ojos en blanco en mi mente, a mi qué me importaba si le gustaba o no, ¿acaso no sabe que el tiempo es oro?
Adrien saludó a mis padres, mientras la Sra. Victoria Berrycloth me saludaba con dos besos en las mejillas, estaba irritada, no entendía como se tomaban esto a la ligera y mi padre no decía absolutamente nada, es más, estaba actuando como si él fuera un simple peón, estaba dejando la situación en mis manos, sospechaba que era una prueba para darse cuenta de mi habilidad y crecimiento en los negocios, pues no lo iba a defraudar, se iba a sentir muy orgulloso de mí con mi desempeño.
— Pequeña Kidman, ¿siguiendo los pasos de su padre? —Aiden, el hijo mayor de los Berrycloth y el próximo CEO de la empresa Berrycloth, se acercó a mí para estrechar nuestras manos en un saludo.
No recordaba cuando fue la última vez que le vi, pero puede notar lo cambiado que estaba, su piel blanca estaba un poco bronceada, pero no lo suficiente, pues aún seguía pareciéndose a un fantasma, su cabello castaño hacía contraste con sus ojos verdes que me miraban con burla, como si le hubiese dado el mejor espectáculo cuando le dije aquello a su padre, imbécil.
Me tomé unos segundos para detallarlo un poco mejor, era mucho más alto que yo, aunque estuviera usando tacones, se veía como todo un don con su traje azul marino, ¿cuántos años tenía? ¿Veintiséis? ¿Veintiocho? No lo recuerdo, hace dos años que lo veo solo por revistas en uno que otro chisme con alguna mujer.
Conozco a Aiden desde que tengo uso de razón, no fuimos los mejores amigos, pues la personalidad de cada uno era insoportable para el otro, siempre lo veía cuando nuestros padres se reunían, pues ambos eran mejores amigos de la infancia, o cuando había un evento importante y obviamente no podíamos faltar, él es el mayor de tres hermanos y el único de los Berrycloth que no me cae muy bien que digamos, aun así, puedo soportarlo.
— Por supuesto, no veo la hora de ver mi rostro en la portada de las revistas con el título de la empresaria del año. —dije ignorando su sonrisa burlona, como si fuera un circo en persona.
— Eso si logras superarme, lo dudo mucho, después del Sr. Kidman, yo seré el empresario del año, pero tranquila, te puedes quedar con el segundo lugar, no es tan mal lugar después de todo. —dijo mientras soltaba una risita de autosuficiencia, se estaba burlando de mí, es que no lo soporto.
— Eso está por verse, no lo quiero ver llorando cuando el segundo puesto sea ocupado por usted, descuida, querido Aiden, en su momento le contaré lo que se siente estar de primero en todo.
Le guiñé un ojo, mientras hacía una mala imitación de su risa y volví a sentarme después de soltarle aquello en la cara sonriente, sin esperar ninguna respuesta de su parte, no me afectaba para nada sus comentarios, es más, alimentaba más mis ganas de superarlo a él y a cualquiera que se cruce en mi camino, y claro que lo iba a lograr, no había tarea imposible para Emma Kidman.
Después de volver a reclamarles por la impuntualidad y los minutos que nos hicieron esperar, y que ellos se excusaran una y mil veces, llegó el tema que todos estábamos esperando.
Mi padre siempre ha querido fusionar nuestra empresa con la de su socio y mejor amigo, por supuesto hablo de Adrien, a pesar que el Sr. Berrycloth se ha negado por muchos años, nos citó para darnos una respuesta ante la petición de mi padre, pues, ambos estaban por jubilarse y dejar a sus sucesores a cargo de sus respectivas empresas, obviamente la multinacional, Venus, quedará bajo mi mando, mientras que Aiden reemplazará a su padre en Berrycloth.
— Conversé con mi esposa, la posibilidad de fusionar las empresas y luego de una larga discusión, le tenemos una respuesta final. —me acomodé en la silla, mientras miraba expectante a Adrien, por su rostro, me atrevía a decir que al fin cambió de parecer y ahora accederá a unirse con su mejor amigo. —Tomamos la decisión de aceptar, no está tan mal la idea de unir nuestros derechos y obligaciones, como ya saben, mi hijo ocupará mi lugar muy pronto y quiero que tenga una gratificante experiencia, quiero que dirija la empresa incluso mejor de lo que lo he hecho yo en los años que estuve al mando y qué mejor si la empresa es aún más poderosa. —una sonrisa de satisfacción se dibujó en mi rostro, después de todo, esto estaba saliendo muy bien, nada mal para iniciar, de solo imaginar nuestras empresas fusionadas, siendo la más poderosa a nivel mundial, se me eriza la piel.
— Adrien, no sabe lo que nos complace oír esa decisión, hombre, pensé que nunca aceptarías. —mi padre se levantó para estrechar la mano de Adrien, como lo hacía cada vez que cerraban un trato, mi sonrisa desapareció cuando Adrien lo detuvo en seco haciendo un ademán con la mano, indicando que aún no terminaba de hablar.
Joder, y ahora qué, solo estrechen sus manos, inicien el papeleo y terminamos con esto cuánto antes, ya estaba ansiosa por ver la que será mi empresa, ser la más importante en el mundo de la moda.
Mi madre me miró y supe que se dio cuenta de mi inquietud por terminar esto lo más pronto posible, y me hizo una seña que entendí como "ten paciencia."
¿Paciencia?
¿Paciencia yo? Imposible.
Cuando repartieron la paciencia, yo estaba de vacaciones. ¡Qué no me venga con esto ahora!
— Espera, Emmanuel, aún no acabo. —mi padre se acomodó su traje color plomo y se sentó, conocía la expresión de mi padre, se sintió ofendido cuando Adrien lo dejó con la mano en el aire, aún así, me sorprendía la serenidad con la que el mismísimo Emmanuel Kidman lo tomó, hubiese sido yo, y lo hubiera mandado a freír espárragos. —Mi esposa y yo tenemos una sola condición para esto.
Miré a la Sra. Victoria, quien se mantuvo en silencio durante toda la reunión, tenía una sonrisa casi inexistente, como si la condición que nos iban a decir fuese la mejor para todos, esperaba que asi fuera, en serio quería la unión de las dos empresas, no me importaba lo que la familia Kidman tuviera que hacer, claro, si es que aquello no nos traerá problemas, aunque si se trataba de la familia Berrycloth, no nos pedirán algo para perjudicarnos, ellos no son así.
— Usted díganos, Sr. Adrien, con tal que no sea matar o hacer un pacto con el diablo. —Adrien soltó una risa divertida al igual que su esposa, el único que no rio fue el inexpresivo Aiden, que ha estado atento a cada detalle de la reunión, y en cuanto dije aquello, me miró como si hubiese soltado el peor chiste.
Ganas no me faltaban de sacarle el dedo corazón, pero no era el momento ni el lugar, así que solo me limité a ignorarlo como lo estuve haciendo todo este tiempo.
— ¿Por quién nos tomas, Emma? No le pediríamos nada que los afecte, no es nada de otro mundo, y de hecho tiene que ver con usted, Emma. —enarqué una de mis cejas, mientras cruzaba mis dedos sobre la mesa de cristal, ok, ahora tenía toda mi atención, ¿retos? Me encantan los retos. —La única condición, para fusionar nuestras empresas, es que usted, Emma, se case con nuestro hijo Aiden.
Mis ojos se abrieron de par en par, sorprendida por la petición de la Sra. Victoria.
Miré a Aiden, quien me miraba del mismo modo que yo lo miraba a él, como si él no tuviese ni la más mínima idea de que sus padres iban a soltar tal cosa.
Ambos miramos al mismo tiempo al Sr. y Sra. Berrycloth, como si se hubiesen vuelto loco, antes de soltar casi al unísono.
—¿¡Qué!?
Qué alguien me diga que esto es una broma, estoy muy joven para... ¿Casarme?