Mercedes se aclaró la garganta, bebió un sorbo del trago.
—Parece que el licor caro no se hizo para mi garganta. —Carraspeó.
—¿Desea vino? —preguntó Miguel.
—Está bien —contestó Mercedes.
—Y cuénteme, ¿qué ocurrió con su hija? —inquirió don Miguel, mientras vertía el vino en una copa.
La mirada de Mercedes se cubrió de tristeza, sus brillantes ojos se apagaron, agarró la copa, bebió un sorbo de vino.
—Se fue de la casa don Miguel —susurró y le contó acerca de la discusión—. Yo solo quería que ella no fuera como yo. —Suspiró—, yo la veía tan bonita, tan inteligente, ansiaba un futuro brillante para mi hija, ese que yo no pude tener por boba, por dejar que me calentaran el oído, le di lo mejor a Esther, todo lo que estuvo a mi alcance, usted no se imagina don Miguel, cuantas cort
